Adriana
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
“¿Estabas tratando de ayudar?” Draven preguntó. Se veía muy molesto. “Entonces haz lo que te digo y vete a la m*erda”. Gruñó de dolor y me quedé callada ante sus frías palabras. “Nunca más vuelvas a hacer algo así”. Me advirtió con firmeza. Acercó su rostro al mío y nuestros ojos se encontraron por última vez antes de darme la vuelta para irme. No obstante, cuando abría la puerta, una mano la cerró de golpe por detrás. Después de lo que me había dicho, no quería voltear a verlo de nuevo. “Perdón”, Draven dijo en voz baja. “Por favor, solo…” suspiró. “No, perdóname tú, por preocuparme por ti. No pensé que te molestaría tanto”, afirmé en un tono sarcástico. Draven dejó escapar otro suspiro mientras apoyaba su antebrazo sobre mi cabeza, en la puerta. Me volteé y vi que él se acercaba más a mí, poniéndome entre él y la puerta. “No es que no quiera que te preocupes por mí”, anunció. “Me alegra que te preocupes tanto por mí, pero en serio necesitas dejar de actuar sin pensar. A pesar de que ya te he dicho esto varias veces, sigues haciendo estupideces todo el tiempo”. Puse mi cabeza a un lado ante sus palabras y me di cuenta de que Draven estaba conteniendo una sonrisa burlona que me puso los pelos de punta. “Pues, gracias por el cumplido”, dije con ironía. “Discúlpame, muñeca”, Draven respondió en voz baja. “No te preocupes”. Pese a que quería pretender que no me importaba lo que me había dicho, estaba fastidiada. Hice una mueca y Draven solo se encogió de hombros y retrocedió. “Ahora ve”, dijo. “Iré detrás de ti. Todavía tenemos que comer”, agregó, dejando escapar otro gemido de dolor mientras se enderezaba. Sentí pena y culpa por él. Si no hubiera intentado cortarme la muñeca, él no estaría tan adolorido. Nunca lo había visto de esa manera, así que decidí hacer lo que me dijo y dejarlo solo por el momento. Le sonreí y salí de la habitación. No estaba muy feliz que se haya negado a aceptar mi ayuda, pero tampoco podía obligarlo a beber mi sangre.
Apenas regresé a mi habitación, caminé de un lado a otro hasta que por fin decidí ir al comedor. Al entrar, algunos mayordomos me saludaron. Todos ya estaban reunidos en la mesa, incluido Draven, así que caminé hacia donde él estaba, sentándome en mi asiento habitual. “Como estaba diciendo”, Tyrell dijo en voz alta. “Tenemos que salir esta noche y encontrarlo. No podemos permitir que tenga algo tan poderoso en sus manos. De lo contrario, volverá y nos matará a todos”. Al escuchar esto, volteé a mirarlo, sorprendida. “Tyrell tiene razón. Si no salimos y lo buscamos esta noche, nunca podremos recuperar la daga. Ahora ellos tienen la sartén por el mango, Draven”. Vincent argumentó. Draven asintió con la cabeza. “Está bien, entonces saldremos en una hora”, respondió. Mi boca se abrió inconscientemente ante sus palabras. “Espera, todavía no te has recuperado del todo”, dije. “¿Cómo que vas a salir?” Estaba tan indignada que un poco más y salté de mi asiento. Sin embargo, logré contenerme, recordando lo que Draven me había dicho hace un rato. “Ya me siento bien y la herida sanará con el tiempo”, Draven se justificó. “No podemos darnos el lujo de esperar sin hacer nada mientras ellos tienen la daga que puede matarnos a todos”. “Adriana, ya viste lo que le hizo a Draven, ¿verdad?” Danny preguntó, mirándome con severidad. Negué con la cabeza y miré a Draven, que no tenía ninguna expresión en el rostro. “Como dije, salimos en una hora”, repitió. Podía sentir la rabia hirviendo dentro de mi cuerpo y respiré hondo un par de veces, intentando calmarme. ¿Por qué no podía hacer lo que le pedía al menos una sola vez? ¿Por qué no me escuchaba? Podría tomarse un día para descansar antes de salir. No me opondría a eso. Pero ni siquiera había pasado un día desde que lo apuñalaron y su herida todavía estaba sanando. ¿Por qué quería salir con tanta prisa? “Iré a mi habitación”, dije en voz baja, parándome para salir del comedor. Ignoré a Draven, que me llamó por mi nombre un par de veces y apenas llegué a mi habitación, me puse una almohada en el rostro y grité con todas mis fuerzas. Luego suspiré, exasperada, intentando asimilar todo lo que estaba pasando. Para ser honesta, no sabía por qué estaba tan aterrada con esa situación, supuse que solo tenía miedo de que Draven muriera. Creo que cualquiera que estuviera en mi posición se sentiría así, ¿verdad? “Oye, ¿estás despierta?” Escuché la voz de Draven en la puerta y gruñí para mis adentros. “Déjame en paz”, dije con amargura, recordando todo lo que había dicho hoy. Lo escuché suspirar mientras dejaba la almohada a un lado para fulminarlo con la mirada y noté que ya se había cambiado. Tenía una camiseta negra manga larga y pantalones negros, como si ya estuviera listo para salir. No pude evitar sentirme decepcionada al darme cuenta de que no iba a dar su brazo a torcer y que se iría a pesar de que yo no estaba de acuerdo con eso. “¿Ya te decidiste?” Pregunté. Draven se sentó a mi lado y asintió con la cabeza. “Solo estoy haciendo lo que tengo que hacer”, respondió con un suspiro. Me quedé callada y me di la vuelta. “Entonces, vete”, murmuré. Acostándome en la cama. Cuando lo vi encima de mí, presionando mis manos a cada lado de mi cuello, solté un grito ahogado, por la sorpresa. “No”, respondió en voz baja. Levanté una ceja, tratando de ignorar mi inquieto corazón. “Entonces, ¿beberás mi sangre?” Pregunté. “No”, Draven respondió. “Draven, solo hazlo”, dije. “Antes lo hubieras hecho sin pensarlo dos veces. ¿Por qué no ahora? Solo hazlo”, intenté persuadirlo. Sabía que sonaba muy impaciente y lo vi estremecerse un poco antes de acercar su rostro al mío. “Ya te dije que no lo haré”, susurró, apoyando su antebrazo en la cama y tocando mi mejilla con la mano que tenía libre. “Aun así, no me opondré a que me des un beso”, dijo. Rozó mis labios con su pulgar y mis ojos se abrieron de par en par mientras intentaba pensar en algo ingenioso para cambiar de tema. Por desgracia, mi mente se quedó en blanco ante sus caricias. “Dejaré que me beses si no te vas esta noche”, respondí. Draven dejó escapar un suave gemido y empezó a levantarse, pero puse mis piernas alrededor de su torso y se lo impedí. “¿Estás seguro que no quieres?” Pregunté, parpadeando un par de veces para intentar convencerlo. Draven me miró, confundido y sorprendido. Sabía que estaba haciendo trampa y que estaba jugando con sus sentimientos, pero esa era la única manera de hacerlo quedarse aquí y salvarle la vida. “Sí”, Draven respondió en un tono casi inaudible. Hice mi mejor intento de puchero y me encogí de hombros. “Está bien”, dije, empujándolo para que saliera de mi cama. Aun así, Draven se quedó donde estaba y vi que sus ojos se fijaban en los míos para luego moverse hacia mis labios. De pronto, acortó nuestra distancia y me besó. Pasé un brazo alrededor de su cuello mientras él ponía su mano en mi mejilla, saboreando cada momento del beso, que pasó de ser apasionado a ser un poco más rudo. Cuando Draven mordió suavemente mi labio inferior, dejé escapar un gemido y escuché que Draven hacía lo mismo antes de alejarse de mí. Ambos estábamos respirando muy rápido y muy fuerte. “Duele mucho y al mismo tiempo se siente tan bien que no puedo parar”, Draven anunció. Estaba a punto de decirle que se echara en mi cama a descansar, pero Draven volvió a besarme y, esta vez, sus labios eran más exigentes. Su lengua rozó mi labio inferior, para que abriera la boca, sin embargo, no se lo permití y escuché que gruñía de nuevo y que se movía hacia mi mandíbula. Al sentir sus labios contra mi cuello, reprimí un gemido que finalmente se escapó cuando me mordió con gentileza. De repente, empezó a lamerme el cuello, haciendo que se me pusiera la piel de ganilla. Me aferré a su cuello con más fuerza y ahora Draven susurraba cosas a mi oído que hicieron que mi pulso se acelerara aún más. “¿Puedo beber tu sangre?” Preguntó susurrando. Su aliento contra mi oído hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Draven mordió mi lóbulo y volvió a mi cuello. Sentí algo afilado rozando mi piel y tragué saliva, sin poder moverme.
"Sí", respondí, mordiéndome el labio inferior.