El punto de vista de Adriana
Al día siguiente...
Tan pronto como desperté, retiré el brazo de Draven y me giré para mirarlo. Sus rasgos eran tan encantadores que no pude evitar sonreír. Su mandíbula perfectamente estructurada, sus labios carnosos, su cuerpo fornido y cada una de sus otras características físicas eran perfectas. Sin embargo, para mí, la apariencia no lo era todo. Draven era demasiado colérico y necesitaba mejorar en ese aspecto para convertirse en una mejor persona. "¡Por Dios! ¿Por qué estoy pensando en tonterías otra vez?", me pregunté a mí misma.
"Buenos días, niña", saludó con voz áspera, mientras abría los ojos.
Mi cuerpo se estremeció al escucharlo, pero de inmediato cuestioné: "¿Fingiste estar dormido?". Me sonrió e instintivamente gemí y me levanté de la cama. De repente, el recuerdo de anoche invadió mi mente, pero crucé los brazos tratando de disimular mis nervios. Después de todo, el hecho de que Draven no haya matado a Francis no quería decir que sucedería lo mismo con Dexter.
"¿Por qué no descansas un poco más?", preguntó, golpeando mi cuello con su aliento.
Me giré para mirarlo, solté el pomo de la puerta y tartamudeé: "S-sí, necesito ducharme y comer algo".
"¿Cuál es la prisa? De hecho, ¿por qué no nos bañamos juntos, nena?".
“No, gracias. Prefiero hacerlo por mi cuenta…”, murmuré, con el rostro un poco sonrojado y luche por apartarlo, pero él se me acercó más y sonrió.
"¿Está segura?", preguntó.
"Sí", contesté.
"¡Qué mal!", exclamó, mientras retrocedía un paso. Luego, se giró y estiró un poco sus músculos tonificados.
"Prepárate, porque vamos a salir", dijo, cubriéndose con una toalla.
"¿A dónde?", pregunté, entrecerrando los ojos.
"Ya lo sabrás", respondió
---
"Será una visita corta. Conversaremos un poco, saldremos a tomar una o dos copas y regresaremos, ¿entendido?", dijo Alaric en voz alta. Asentí, sintiendo que mi camiseta azul sin mangas hacía juego con las medias largas que llevaba puesta. Aparentemente, íbamos a pasar tiempo con los humanos con la finalidad de reforzar vínculos. Para ser sincera, yo no me creí ese cuento en absoluto, pero no dije nada. De hecho, consideré que la ventaja de todo esto era que, al regresar, ellos estarían tan cansados que dormirían como unas piedras.
"Supongo que volverás a la isla salada, ¿no?", siseó Ferra cerca de mis oídos.
“Aquella vez lo hice porque me obligaron. Estoy harta de que te metas en mi vida", respondí, apartando unos cuantos mechones de pelo de mi cara.
"Ya entendí, ya entendí", murmuró. Una vez que se fue, suspiré aliviada, me até el pelo en una cola de caballo y miré hacia afuera, sintiendo que Draven estaba tardando demasiado. En este momento, todos los chicos murmuraban con impaciencia, pero yo aproveché la oportunidad para respirar el aire fresco y disfrutar de la brisa que rozaba mis brazos. De repente, vi a Draven salir de casa, vistiendo un suéter gris con jeans negros. De hecho, admiraba mucho su buen gusto por la ropa. Sus atuendos se adaptaban mucho a su figura y... "¡Por Dios, Adriana! ¿Otra vez estás admirando a ese hombre?", me dije a mí misma.
"Vamos", dijo brevemente, sin siquiera disculparse por la demora. Todos seguimos detrás de él, pero al llegar a la tercera cuadra, tanto Ferra como yo estábamos agotadas. Nos preguntamos cómo estas personas podían soportar estas charlas y caminatas tan aburridas. "¡Oh, de veras! ¡Olvidé que tenían poderes inhumanos que les impedían cansarse del todo!", pensé.
Cuando llegamos al centro comercial, algunas chicas se acercaron a los chicos, susurrando, riendo e incluso gritando de emoción.
"Ridículas", murmuró Ferra.
“Jajaja, opino lo mismo. Actúan como si estuvieran viendo a los dioses y...", me detuve cuando noté que Ferra se dirigía hacia Jason y envolvía su brazo alrededor de su cuello, como si quisiera demostrar que él era suyo. ¿Se volvió loca?
"Bueno, si viene de ella, no debería sorprenderme, ¿verdad?", murmuré para mí misma. Al instante, escuché a alguien reírse detrás de mí. Me giré y vi a Mark, un viejo amigo de la secundaria.
"Los años no pasan para ti, ¿no?", dijo, riéndose. Me emocioné tanto que grité su nombre y lo abracé con fuerza.
"¿Dónde has estado?", pregunté, alejándome.
Me miró fijamente con sus brillantes ojos verdes esmeralda, sonrió y dijo: "¿Dónde he estado? Más bien, ¿dónde has estado tú desde que te eligieron?".
"Tienes razón. Nunca he tenido la oportunidad de salir", contesté. De repente, vi a Draven mirándome desde el frente y me detuve. Sus ojos fríos me estremecieron un poco. ¿Hice algo mal?
“¿Cómo has estado, por cierto? ¿Por qué no charlamos un rato y me cuentas cómo es vivir con ellos?", propuso, rozando su cabello oscuro y desordenado. Sonreí débilmente, tratando de ignorar a Draven, quien todavía estaba mirándonos, apoyado contra una pared, al lado del centro comercial al que se suponía que íbamos a entrar.
"Sí, con mucho gusto", contesté.
“¿Estás libre ahora? Porque podemos tomar un café o-”
"¡Retírate!", Draven apareció de repente detrás de Mark, sujetó la parte trasera de su camisa y lo empujó hacia atrás.
"¡Draven!", grité sorprendida. Sin pensarlo, me apresuré a ayudar a Mark a levantarse, pero una mano agarró mi brazo y me detuvo.
"¿Quién diablos me hizo esto? ¡Lo voy a...!", tan pronto como vio a Draven, se quedó en silencio y su rostro se empalideció al instante. Se puso de pie, me miró con lástima y corrió sin mirar atrás.
"¿Por qué hiciste eso?", le pregunté a Draven, mientras me apartaba con expresión molesta.
“Se encogió de hombros, levantó una ceja y contestó: "No es mi culpa que seas una niña pequeña que todavía se orina en sus pantalones". Ante esto, las carcajadas de los chicos no se hicieron esperar.
"¡Todos ustedes son unos infantiles!", resoplé, girándome para mirar a los chicos, quienes simulaban contener la risa como idiotas. "Especialmente tú", me giré para mirar a Draven. Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo y miró mi cuello fijamente, mientras yo entrecerraba los ojos con indignación. En cuestión de segundos, sus expresiones faciales cambiaron y su mirada reflejó tanta ira que no pude evitar estremecerme.
"¿Qué diablos es eso?", escupió, rechinando los dientes.
"¿A qué te refieres?", pregunté, sin poder entenderlo. Me puse rígida cuando sus ojos seguían clavados en mi cuello y me tragué el nudo en la garganta cuando dio un paso adelante.
"¿Qué m*erda tienes en el cuello, Adriana?", gritó, provocando que todos nos sobresaltáramos.
"¿De qué estás hablando?"
"¡No te hagas la tonta! ¡Hay un chupetón en tu cuello!", sus palabras me dejaron en shock. Unos segundos después, intenté entender la situación y fue entonces cuando pensé en Dexter. Él fue el único que...
“¡Respóndeme, Adriana! ¿Quién diablos hizo eso?”, gritó Draven sujetando mi mano con fuerza. Mientras tanto, los chicos a nuestro alrededor intentaban calmarlo.