Capítulo 33
1784palabras
2022-08-25 10:58
Adriana
"¡No!" Grité, negando con la cabeza y cerrando los ojos mientras luchaba para que Draven me soltara. Aun así, él era mucho más fuerte que yo, así que mi resistencia no fue de mucha ayuda. “¿Puedes calmarte, c*rajo?” Draven preguntó, furioso. Se puso encima de mi pecho y mi respiración se entrecortó al sentir su peso encima mío. “¡Ya te dije que no me queda otra opción!” Repitió, intentando hacerme entrar en razón. Pese a esto, el pánico se estaba apoderando de mi cuerpo y mi corazón latía tan fuerte que podía sentirlo en mis oídos. “Tarde o temprano uno de ellos vendrá por ti. Necesito reclamarte como mía antes de que ellos lo hagan”, Draven siguió hablando. Ya no sonaba tan enfadado, ahora solo sonaba un poco desesperado. “No voy a empezar una maldita guerra con ellos ni tampoco pienso entregarles algo que es mío solo porque eres una j*dida llorona, Adriana”. Acercó su rostro al mío y me obligué a tragarme un sollozo. Su egoísmo hacía que me hierva la sangre. Esta era la última vez que iba a actuar como un idiota y salirse con la suya. No iba a dar mi brazo a torcer por nada del mundo.
“¡No me importa, Draven!” Le refuté. “¿A quién diablos le importa que me reclamen?” A pesar de que había intentado sonar firme y decidida, mi voz era temblorosa y se quebró varias veces. Sin embargo, ahora ya no me importaba. Iba a hacerme respetar, sea como sea. “¡Pero a mí sí me importa!” Draven respondió con odio. Volvió a acercar su rostro al mío mientras apretaba mis muñecas a cada lado de mi cabeza, con fuerza. Mi corazón se congeló ante sus palabras y, al mirarlo, mis ojos se abrieron de par en par al intentar asimilar lo que acababa de decir. “¿De qué estás hablando, Draven?” Pregunté, confundida. “Suéltame…” Supliqué, cerrando los ojos y dejando que mis lágrimas rodaran por mis mejillas. No quería que se alimentara de mí. Estaba dispuesta a aceptar a cualquiera menos a él. “Adriana, deja de llorar”, lo escuché susurrar muy cerca de mi oído. De pronto, sentí su aliento contra mis labios y me puse tensa cuando sentí algo tibio rozar contra ellos. “Detente…” dije con voz entrecortada. Sentí mi corazón en la garganta y traté de evitar que esos pensamientos ocuparan mi mente. No quería besarlo, no importaba lo fuerte que mi corazón latiera ni lo nerviosa que me pusiera cada vez que estaba cerca de él. “No quiero que te alimentes de mí, deja que alguien más lo haga, no me importa quién…” empecé a decir. No obstante, no pude terminar porque Draven me lanzó una última mirada de advertencia y luego me besó con fuerza. Sus labios envolvieron los míos y tuve que jadear por aire. Todo mi cuerpo se desmoronó ante sus besos. “No, detente…” me quejé al sentir que entrelazaba nuestros dedos y los presionaba contra la cama, haciendo que se me pusiera la piel de gallina. "Cierra la p*ta boca antes de que te obligue a hacerlo", murmuró entre besos, mordiendo suavemente mi labio inferior. Volteé mi rostro, impidiéndole besarme más. Por desgracia, eso no le impidió obtener lo que quería, ya que tan pronto como me di la vuelta, sus labios recorrieron mi mandíbula, depositando varios besos suaves y tiernos ahí hasta llegar a mi cuello. “No hagas esto, por favor…” le supliqué una última vez, haciendo todo lo posible por liberarme de sus garras. Pero me quedé helada cuando Draven lamió mi punto débil y me hizo gemir incontrolablemente. “Supongo que tenías razón, muñeca”, murmuró, dándome otro suave beso en el cuello. Al sentir algo afilado rozar mi piel, mi corazón se detuvo. “Tal vez mereces que te castigue”. 

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“Te lo ruego, cualquier cosa menos…” antes de que pudiera terminar, sentí que dos grandes colmillos se clavaban en mi piel y dejé escapar un grito de dolor, luchando por liberar mis muñecas de las manos de Draven. El dolor se hizo más intenso y, por un momento, pensé que me iba a desmayar. “¡Ay!” Exclamé. Estaba a punto de gritar por ayuda, cuando una gran mano me tapó la boca. Draven seguía chupando mi sangre, todo mi cuerpo se entumeció y, poco a poco, me sentí más débil. Si seguía así, me iba a desmayar o, peor, me iba a terminar matando. Aun así, esto fue lo último que pasó por mi mente, ya que mientras él seguía bebiendo mi sangre, perdí el conocimiento un par de veces. Estaba tan débil que ya ni siquiera podía luchar para liberarme. Lo único que me quedaba por hacer era rezar para que se detuviera antes de que chupara toda mi sangre y me matara. “Más”, oí que Draven gemía después de sacar sus colmillos de mi cuello. Pese a que no podía moverme, sentía que mi cuerpo temblaba y, usando la última pizca de fuerza que tenía, levanté mi mano para ponerla en mi cuello, donde Draven había clavado sus colmillos. "Quiero más", repitió en voz baja. Sus ojos estaban llenos de lujuria y se veía tan extraño que apenas podía reconocerlo. Su rostro se había retorcido y ahora tenía una expresión sádica y enfermiza mientras miraba la sangre que goteaba por mis dedos y caía en las sábanas blancas. Me lanzó una sonrisa lujuriosa y me estremecí. “¡Eres un monstruo!” Lo insulté y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. Traté de ignorar el dolor y me aferré a mi cuello, impidiendo que volviera a clavar sus garras. “Ah, por fin estás molesta, muñeca”, Draven dijo en tono de broma, inclinándose de nuevo encima de mí y volviendo a agarrar mis muñecas para empujarme contra la cama. “Te ves tan linda así”, dijo en un susurro. Acercó su rostro al mío y me quedé mirándolo con odio y rabia. El miedo que sentía se había convertido en ira. "¡Eres el peor!” Lo insulté. “¡Eres un diablo disfrazado de vampiro!” Grité, sollozando cuando él se rio de mi exabrupto. “Esa es la reacción que quería ver”, Draven dijo ignorando por completo mis palabras. “Quería verte enojada, que me gritaras y que me dijeras cuánto me odias”. Al oír esto, mis ojos se abrieron de par en par y me mordí el labio inferior con tanta fuerza que tuve miedo de que empezara a sangrar. “Porque ahora eso ya no importa”, agregó. “Todo lo que necesito para estar satisfecho es a ti y a tu sangre”. Su sonrisa se hizo más amplia y aparté mis manos para golpearlo en el pecho. “¡Aléjate de mí!” Dije con un gruñido. Pese a esto, Draven solo me agarró más fuerte y su sonrisa se convirtió en una mueca horrorosa. Quise gritar y abofetearlo, pero por desgracia, nada me estaba saliendo bien esta noche. “Por favor…” rogué como último recurso. Ya no podía ignorar el intenso dolor que sentía en el cuello. “Me duele…” me quejé, cerrando los ojos y dejando que las lágrimas cayeran una vez más. Todo mi cuerpo temblaba; no podía controlarlo, puesto que todavía me sentía muy débil. “No te preocupes, muñeca”, Draven dijo en voz baja. Al sentir sus manos, grandes y frías, coger mis mejillas, me puse tiesa, sin saber qué hacer. Al abrir los ojos, vi que el rostro de Draven estaba a solo un par de centímetros cerca del mío. “Ahora eres mía, y lo serás para siempre”, agregó. Se acercó más a mi cuello y lamió la sangre que seguía brotando, pero en vez de chuparla con desesperación, esta vez lo hizo lento, como si estuviera disfrutando cada gota. De pronto, escuché la voz de Alaric acercarse a mi habitación. “Draven, ya tenemos que irnos”, dijo, interrumpiéndolo. Me volteé para verlo entrar a mi habitación, haciendo que se me pusiera la piel de gallina. Se detuvo para mirarme mientras Draven por fin se levantaba de la cama y yo hacía todo lo posible para sentarme, aunque aún me sentía débil. Me agarré el cuello con fuerza e intenté contener las lágrimas. “El olor de tu sangre me excita demasiado, Adriana…” Alaric empezó a decir. No obstante, Draven lo interrumpió. “Alaric”, dijo como advertencia. De inmediato, vi que los ojos de Alaric volvían a la normalidad y se volteó para ver a Draven y asentir con la cabeza. “Vámonos”, Draven le ordenó. “Espera”, dije, extendiendo la mano para llamar la atención de Draven, pero, de repente, me di cuenta que estaba sola en la habitación. Draven realmente era el peor. Me tuve que acostar de nuevo en la cama, ya que me sentía mareada y el cuello me dolía demasiado, como si estuviera en llamas. Tan pronto como cerré los ojos, la oscuridad nubló mi visión y me quedé profundamente dormida. 
Me curé las marcas de mordeduras y me quedé mirando mi reflejo en el espejo, parpadeando un par de veces para evitar que las lágrimas cayeran. ¿Cómo demonios podía seguir llorando? Lo había estado haciendo durante las últimas dos horas, desde que me desperté, después de que Draven se fue con Alaric. Pensé que ya no tendría más lágrimas que derramar. Sin embargo, ese no era el momento para derrumbarme, tenía que escapar esa noche; era imposible que dejara que Draven hiciera lo que quisiera conmigo. Prefería morir antes de convertirme en su bolsa de sangre personal. Lo único malo era que la herida todavía me dolía mucho. ¿Cómo pudieron las chicas ignorar el dolor y dejar que los vampiros chupen su sangre todas las noches? Me froté el parche que me había puesto en el cuello, para tapar las marcas de colmillos, e hice una mueca de dolor. El dolor se estaba volviendo insoportable. Tuve que apretar los labios antes de salir de mi habitación. Cuando estaba bajando las escaleras, me encontré con las chicas, que se quedaron mirándome mientras yo me apresuraba por cubrir el parche con mi cabello. Ellas no podían enterarse de lo que había pasado. “Bajaste temprano”, Kevin dijo al verme entrar al comedor. Decidí ignorar su comentario y, en cambio, me acerqué a ellos y suspiré, aliviada, cuando me di cuenta que Alaric y Draven no estaban en la mesa. “Quiero escaparme de la mansión esta noche”, dije sin rodeos. “Ya no puedo seguir viviendo aquí”. Al escuchar esto, Danny golpeó su cuchara contra la mesa. Se veía impaciente. “No de nuevo”, dijo en voz baja, como si estuviera harto de escuchar esto tantas veces. Me mordí el labio inferior y respiré hondo, ignorando las miradas confundidas de algunos de los chicos, incluido Vincent. No podía dejar de temblar. “Eso es genial, dejemos que se largue”, Irene se burló. Tyrell chasqueó la lengua ante sus palabras.