Adriana
"Ah, s-sí", dije, intentando darle a mi mente unos segundos más para pensar en una buena excusa. "Lo que pasa es que..." "¿Sí?" Draven me interrumpió, dando un paso hacia adelante mientras yo retrocedía un poco hasta chocarme contra la pared. "Quieres saber cómo conozco a Dexter... pues..." empecé a explicarle, pero me alejé tan pronto como Draven acercó su rostro al mío. Sus ojos azules me miraban fijamente y me ponían muy nerviosa.
"Es una historia un poco larga..." dije. Mi cerebro iba a mil por hora, intentando justificarme. "¡No juegues conmigo, Adriana!" Draven gritó, furioso. Su voz hizo eco en el comedor y, al escucharlo, me quedé tiesa en donde estaba. De pronto, Draven golpeó sus manos contra la pared, a cada lado de mi cuello, y me estremecí ante el movimiento brusco.
"¡Tienes tres j*didos segundos para que empieces a hablar si no quieres que te arranque el corazón aquí mismo!" Me amenazó, agarrando mis mejillas y apretándolas para mirarme a los ojos y hacerme notar que no estaba bromeando. "Lo siento..." Dije, las lágrimas habían empezado a acumularse en mis ojos. "¡Habla!" Draven insistió sin apartar la mirada de mí ni un segundo mientras yo seguía pensando en una mentira creíble.
“Nos conocimos el día del discurso y él prometió ayudarme a escapar...” Empecé a explicarle, parpadeando un par de veces para evitar que las lágrimas cayeran. Al levantar la mirada, me encontré con sus ojos, fríos y azules, de nuevo. "Pese a que hablamos un par de veces de eso, nunca traté de seguir su plan", dije con voz entrecortada. Draven dejó caer sus brazos a un lado y me enderecé, sus ojos no dejaban de estudiar cada uno de mis movimientos, probablemente para ver si estaba mintiendo o no. Apenas lo tuve un poco lejos de mí, suspiré, aliviada.
"No sabes quién es, ¿verdad?" Draven preguntó. Ahora su voz era un poco más suave y ya no se le escuchaba tan furioso. Al escuchar esto, lo miré, confundida y negué con la cabeza. "Olvídalo, no tienes por qué saberlo," dijo. "Vete. No quiero mirarte más". Se dio la vuelta y me quedé mirando su espalda sin poder creer lo que me acababa de decir.
Pensé que me iba a dar una explicación, pero al parecer, no me la merecía. "Draven, de verdad lo siento", dije. "En serio no lo hice para..." Intenté acercarme a él para agarrar la manga de su traje. No obstante, él apartó su brazo bruscamente y se dio la vuelta para volver a mirarme.
"¡Ve a tu m*ldita habitación, Adriana!" Gritó con odio. Sus ojos estaban llenos de sospecha y rabia, y me quedé helada, juntando las manos delante de mí, para que Draven no viera que estaba temblando. "Está bien", respondí con voz baja, saliendo del comedor a toda prisa para ir a mi habitación.
"Dime quién es, Vincent", insistí una vez más, aun así, esta vez tenía una pizca de furia en la voz. Vincent dejó escapar un gruñido antes de desplomarse en mi cama. "Draven me dijo que no te diga ni una sola palabra", repitió otra vez. Puse los ojos en blanco al escuchar esto de nuevo. "Siempre estás diciendo 'Draven esto, Draven lo otro', ¿acaso no puedes tomar tus propias decisiones?" Pregunté, indignada. Para ser sincera, estaba harta de Draven y de que siempre me ocultara cosas. Sobre todo cuando era obvio que tenían que ver conmigo. "¿Siempre tienes que besarle el c*lo? ¿Te gusta vivir de esa manera?" Dejé de hacer tantas preguntas cuando Vincent apretó mis labios con fuerza, para callarme. Mis ojos se abrieron de par en par al darme cuenta que no podía hablar.
"Cuidado, amor, te estás pasando de la raya", dijo con firmeza. Al mirarlo, vi que había rabia en sus ojos, que se desvaneció en segundos.
"No le faltemos al respeto a Draven, ¿de acuerdo?" Agregó en su tono dulce de siempre. Aparté su mano y me arrastré de vuelta a la cama. Había sido una tonta al pensar que podía confiar en este tipo. Estaba completamente equivocada. Él era solo otra de las mascotas fieles de Draven. No tenía a nadie de mi lado.
"Lo siento", dije en voz baja. Vi que Vincent se estremeció un poco y se acercó, poco a poco, hacía mí. De inmediato, empecé a retroceder. "Perdón por enojarme, deberías aprender a..." empezó a decir, acercándose más a mí. Por fortuna, la puerta se abrió de repente y la voz de Edward resonó en la habitación. "Oh, aquí está mi princesita", exclamó antes de correr y dejarse caer en la cama, a mi lado, con una mano alrededor de mis hombros. "Edward..." me quejé, sin embargo, él siguió hablando. "Oye, hoy te veías muy linda", dijo con voz temblorosa. Estaba a punto de responderle, cuando alguien más entró en la habitación. "Escuché que se metió en problemas otra vez", la voz ronca de Finn susurró en mi oído. Solté un grito ahogado, por la sorpresa, y vi que Finn estaba sentado en mi cama, justo detrás de mí. Se veía muy tranquilo.
"¿Có-cómo te metiste en...?" Empecé a preguntar. No obstante, Danny me interrumpió. "Somos vampiros. Acostúmbrate”, dijo. Levanté la mirada y lo vi parado en la entrada de la habitación. Estaba apoyado contra la puerta. "Pero, claro, no es que espere que los mortales puedan..." empezó a decir cuando otra voz lo interrumpió. "Mi gatita, ¿cómo te sientes?" Raymond preguntó, entrando a mi habitación. “¡Esperen un momento! ¡Salgan todos ahora mismo!" Me quejé en voz alta. No podía soportar que todos estuvieran aquí al mismo tiempo. "Quiero estar sola". Escuché a Edward gruñir al acercar su rostro a mi mejilla, haciéndome estremecer.
"Pero yo solo quiero jugar contigo", dijo, haciendo un puchero. Lo miré, seria y molesta, antes de empujar su mano a un lado. "Se me está haciendo difícil resistirme a ti", Finn murmuró. Su aliento golpeó mi nuca y me hizo estremecer. Al sentir algo, caliente y húmedo, deslizarse contra mi piel, solté un grito. "Eres tan dulce..." Finn susurró. Estaba a punto de pararme de la cama cuando Vincent agarró mi muñeca y me atrajo hacia él, haciendo que mi cara se choque contra su pecho. Levanté la vista y lo vi mirar al resto de los chicos con molestia. Ah, entonces ahora pretendía hacerse el buenito conmigo de nuevo. “Deberías aprender a compartir, Vincent”, Raymond le reclamó, levantando una ceja mientras yo me sentaba y apartaba las manos de Vincent.
"Deberías aprender a largarte cuando te lo piden", Vincent respondió con ira. Sin embargo, antes de que la discusión pudiera seguir, Draven entró, golpeando la puerta. Su rostro se puso pálido al ver a todos los chicos en mi cama. "Váyanse", dijo, frunciendo el ceño. "Escuché que se encontraron con Dexter", Vincent empezó a decirle, levantándose de la cama. Yo me quedé callada, sabiendo que era lo más sensato que podía hacer en ese momento. "Si uno de nosotros no reclama a Adriana como nuestra, la familia Armenius terminará llevándosela", agregó, volteándose para mirarme a los ojos. "Yo me encargaré de eso", Draven dijo con impaciencia. "Ahora, vete". Su voz era indiferente y fría. Al ver que los chicos desaparecían de la habitación uno por uno, tragué saliva. No quería quedarme a solas con Draven una vez más.
"Draven, yo..." dije, pero él me interrumpió. "No te molestes", exclamó, enrollando su camisa negra de manga larga. Me quedé callada, frunciendo el ceño al darme cuenta que Draven me estaba callando, como siempre. "Estoy diciendo la verdad", insistí en voz baja. "No es como si hubiera sabido que odiabas a Dexter o que tenías algún tipo de rencor contra él..." pese a que mi voz era casi inaudible, sabía que él me había escuchado con claridad. Al fin y al cabo, él era un vampiro y tenía el oído muy agudo. De todos modos, Draven pareció ignorarme y solo tarareó mientras caminaba hacia mi cama. Para ser honesta, me sorprendía que él no me haya castigado hasta ahora. ¿Acaso era porque sabía que yo siempre estaba intentando escapar para que no me castigue? "Tú..." dijo, sentándose a mi lado y alzando la mano para tocar mi cuello con su dedo índice.
"No quiero que llores o grites después de que me alimente de ti esta noche", anunció. Sus palabras hicieron que mis ojos se abrieran de par en par. Aparté su mano de mi cuello y retrocedí un poco. "E-espera, ¿vas a…?” No pude terminar de formular mi pregunta, ya que antes de que termine de hablar, vi que Draven asentía con la cabeza. “Pe-pensé que…” dije, atragantándome con mis lágrimas. Sentía que tenía un nudo en la garganta. "No me queda otra opción", Draven murmuró con impaciencia. Asimilé sus palabras y bajé la mirada, sin poder decir ni hacer nada más. Sabía muy bien que, si había algo que Draven quería, él iba a hacer lo imposible por obtenerlo, aunque sea por la fuerza. "¿Ese será mi castigo?" Pregunté en voz baja, mirando hacia arriba con los ojos llorosos. Vi que Draven se estremecía ante mis palabras para luego dejar escapar un gruñido de molestia. Pensé que se estaba arrepintiendo de lo que había dicho, pero estaba equivocada.
“No es un castigo, Adriana", Draven respondió. "Como dije, no me queda otra opción. Mientras nadie se alimente de ti, cualquier otra familia de vampiros podría llevarte y reclamarte como suya", me explicó con voz seria. Mi mente corría a mil por hora, intentando entender lo que me había dicho. A pesar de que era una idea retorcida, logré comprenderlo. "L-lo siento. Estoy dispuesta a correr ese riesgo", respondí después de respirar hondo un par de veces. De inmediato, vi que Draven fruncía el ceño y se acercaba a mí. "Pero yo no", dijo apretando los dientes. "¿Por qué?" Pregunté, mirándolo a los ojos.
"Basta de cháchara, acabemos con esto de una vez", dijo en vez de responder a mi pregunta. Luego agarró mi muñeca con fuerza. Me aparté antes de levantarme de la cama, intentando huir de él. No podía dejar de temblar al pensar en sus manos frías. “Por favor, Draven…” le rogué. Aun así, Draven se apareció frente a mí y me volvió a coger las manos para empujarme a la cama. Aunque intenté resistirme, él se inclinó sobre mí. Las lágrimas no dejaban de rodar por mis mejillas.