Adriana
"¿Por qué yo?" Pregunté. No obstante, Draven no le dio tiempo a Finn para responder, ya que gritó, furioso: "¡Puedes decirles que se vayan a la m*erda porque ella no irá a ninguna parte!". Me agarró la cintura con más fuerza y, al ver esto, Finn se rio y negó con la cabeza. “Como quieras”, dijo en voz baja. Su sonrisa se hacía cada vez más grande ante mi expresión confundida. “De todos modos, sabes que ellos asistirán a la fiesta de mañana, ¿verdad?” Preguntó. Su voz había perdido todo rastro de risa y ahora su expresión era seria. “Intentarán buscarla ahí”. Se pasó una mano por su cabello y volteé a ver a Draven, quien me estaba mirando con una expresión que no podía descifrar. “Ella estará bien”, nos aseguró, volviendo a mirar a Finn. “Yo la cuidaré”, agregó en voz baja, como si lo estuviera diciendo solo para mí. Al escucharlo, mi corazón dio un vuelco. ¿Acaso él estaba preocupado por mí? ¿Y por qué me estaba buscando la familia Armenius? ¿Por qué me querían? “Draven, yo…” empecé a decir, pero Draven me interrumpió. “No hagas preguntas”, me ordenó en un susurro. “Solo ve a tu habitación y duerme”. Me mordí el labio inferior, sintiéndome muy enojada, sin embargo, decidí que lo mejor era quedarme callada. Vi que Draven me estaba mirando fijamente y volteé a ver a otro lado antes de apartar su brazo de mi cintura. Les dije buenas noches a ambos y luego regresé a mi habitación. Mi mente estaba llena de preguntas por todo lo que había pasado esa noche. No entendía nada. ¿Tal vez ellos se habían equivocado? Tenía que ser un error. Era imposible que yo fuera a quienes ellos estaban buscando. Tenía que haber otra explicación.
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Me quedé mirando el elegante vestido corto color azul marino que tenía puesto y me mordí el labio inferior mientras me alejaba del espejo. Supuse que de todas maneras iban a seguir con la fiesta. Esta mañana recién me había enterado lo que estaba pasando, cuando me encontré con Julie, quien me confirmó que, en efecto, iba a haber una fiesta esta noche. Aparentemente estos eventos anuales permitían que los vampiros y los humanos se llevaran bien. Resoplé, pensando en lo ridículo que eso sonaba. De repente, oí a Irene quejarse cerca de mi puerta. “¡Apresúrate!” Dijo. De inmediato volví a la realidad y me puse mis sandalias negras de tacón antes de salir corriendo de la habitación. Cepillé mi cabello un par de veces con mis dedos, hoy lo llevaba suelto, y me detuve a la mitad del pasillo al notar que Alaric, Finn, Vincent y Danny estaban cerca de la escalera. ¿Acaso me estaban esperando? “Ten mucho cuidado esta noche”, Alaric murmuró cuando estuve cerca de él. Tiró de su traje, probablemente porque se sentía incómodo, y asentí. Sabía muy bien lo que me había querido decir con eso. La familia Armenius también asistiría a la fiesta y me estarían buscando. No entendía por qué lo estaban haciendo, aun así, no me molesté en pensar en lo que eso significaba, puesto que pensaba que lo más probable era que estuvieran buscando a otra persona. Para ser sincera, yo no tenía nada en su contra y no creía que fuera de ayuda para ellos ni para ningún otro vampiro. Cuando entré en el salón de baile, se me hizo un nudo en el estómago al ver a tanta gente reunida bailando al son de la música. Las mujeres alardeaban de sus vestidos deslumbrantes y los hombres también estaban muy elegantes. Miré los candelabros antes de entrar y fui de frente a la mesa de aperitivos mientras escuchaba las risas que hacían eco en el salón. A mi alrededor, la gente seguía bailando y conversando. Todos se veían muy alegres y, de pronto, sentí que se me ponía la piel de gallina. “Tome un trago, señora”, escuché una voz decir y me volteé para encontrarme con el mayordomo, que sostenía dos copas de champán. “Ella no va a tomar nada estar noche”, Vincent respondió por mí, caminando hacia donde estaba el mayordomo, con una sonrisa. “Nunca lo hace”, agregó en un tono sarcástico. “Pues supongo que estabas equivocado”, dije con ironía mientras entrecerraba los ojos y cogía una copa de champán. “Me alegro”, Vincent dijo en voz baja. Puse los ojos en blanco al oír esto y tomé un sorbo de mi bebida. “¿Qué eres esta noche? ¿Mi guardaespaldas personal?” Pregunté, paseando mis ojos alrededor de los invitados. A mi lado, Vincent asentía con una sonrisa. “¿Acaso no siempre soy tu guardaespaldas personal?” Dijo, sonriendo. Resoplé y le devolví la sonrisa. “¿Sabes por qué te están buscando?” Vincent preguntó. Negué con la cabeza y mi expresión se volvió seria. “Tal vez se equivocaron de persona”, respondí en voz baja. Ante la idea de verme amenazada en esta fiesta, mis manos empezaron a sudar. Hasta hace un momento había pensado que me lo estaba tomando bien, aun así, parecía que me había equivocado y que este asunto me estaba afectando más de lo que pensaba. “Ellos nunca se equivocan”, Vincent agregó, ajustando su corbata. Me lamí los labios, nerviosa, y me quedé mirándolo un rato. “Volveré, no vayas muy lejos”, me ordenó antes de irse. Estaba por tomar otro sorbo de champán, cuando escuché que un grupo de chicas empezó a gritar y me volteé para ver que Draven había llegado. Estaba entrando al salón de baile y se veía muy elegante. Tenía puesto un traje negro que le quedaba demasiado bien. Tragué saliva cuando la música cambió a una más lenta. Una balada. Al instante, las chicas empezaron a rodear a Draven, haciéndole preguntas y rogándole que bailara con ellas. Vi que él dejó escapar un suspiro de frustración y que ponía sus manos en sus bolsillos. Luego miró alrededor de la habitación, como si estuviera buscando a alguien. Mi corazón dio un vuelco al ver que su mirada se posaba en mí y nos quedamos mirándonos, como si el resto del mundo no existiera y fuéramos los únicos en el salón. De inmediato, me di la vuelta, sintiendo cómo mis manos temblaban. ¿Por qué estaba tan nerviosa? “Baila conmigo”, lo escuché decir al aparecerse de la nada frente a mí. Solté un grito ahogado, por la sorpresa y, por instinto, retrocedí un paso y agarré la copa con más fuerza.
“¡Pe-pero no sé bailar!” Balbuceé. Pese a que no era del todo cierto, fue la primera excusa que se me vino a la mente. Estaba haciendo todo lo posible por no ver a las chicas que le habían pedido que baile con ellas, que me estaban mirando furiosas. “No importa”, Draven respondió en voz baja, tomando mi mano en la suya. Me quedé helada en donde estaba. No quería bailar con él frente a toda esta gente; mucho menos frente a las chicas a las que acababa de rechazar. “Todavía no he terminado mi champán…” dije, mi voz era apenas un susurro. Las miradas de las chicas me intimidaban y lo único que quería hacer era salir corriendo de ahí. Draven levantó una ceja y me quitó la copa de la mano para ponerla sobre la mesa. “Ahora ya no tienes que preocuparte por tu bebida”, dijo, enfatizando cada palabra y prácticamente arrastrándome con él a la pista de baile. En un abrir y cerrar de ojos, me encontré bailando con él, mis dedos entrelazados con los suyos mientras mi otra mano estaba en su hombro. “¿Alguien se acercó a hablarte?” Preguntó, inclinándose cerca de mi oído, para que pudiera escucharlo, ya que la música sonaba muy fuerte. Me estremecí al sentir su boca tan cerca de mi cuello y negué con la cabeza. “Bien, solo quédate cerca de mí y no te vayas lejos”, me ordenó, mirándome a los ojos con una expresión que no lograba descifrar. Asentí y aparté mi mirada. Por alguna razón, no soportaba que me estuviera mirando de esa forma. “Adriana”, dijo, pero esta vez no lo miré a los ojos y, en cambio, seguí bailando, rezando para que la canción terminara de una vez. “Mírame”, su voz sonaba impaciente y, por fin, desistí y fijé mis ojos en los suyos. Había algo en la forma en la que me estaba mirando que era muy diferente a las otras veces. No podía decir con exactitud qué era, lo único que sabía era que me estaba haciendo sentir muy incómoda. No había ni una pizca de la rabia y la ira que siempre tenía cuando me miraba, por el contrario, había tantas emociones detrás de sus ojos que me era imposible descifrar siquiera una de ellas. Al notar que sus labios se estaban acercando a los míos, mis pies se quedaron congelados en el suelo. Por fortuna, una voz nos interrumpió y suspiré, aliviada, al ver que Draven se alejaba. ¿En serio estuvo a punto de besarme? ¿Frente a toda esta gente? “Kevin te está buscando”, Danny le informó. Draven asintió con la cabeza. “Quédate aquí, ahora vuelvo”, dijo antes de irse. Tan pronto como me volteé para salir de la pista de baile, me encontré cara a cara con un grupo de chicas, las mismas que me habían estado mirando con odio y envidia mientras bailaba con Draven. Retrocedí unos pasos para alejarme de ellas, pero una de las chicas se me acercó y cruzó los brazos sobre su pecho. "¡¿Quién diablos te crees que eres?!" Preguntó, furiosa. "¿Estabas a punto de besarlo hace un momento? No eres nada especial, Adriana, y solo estás fingiendo ser inocente para que ellos te tengan lástima”. Atrás de ella, varias chicas decían estar de acuerdo con ella. De pronto, todas empezaron a recriminarme cosas a la vez y bajé mi mirada al suelo, intentando controlarme para no responder con groserías. No podía causar otra escena aquí, en la fiesta, ya que eso solo haría que me convierta en el centro de atención una vez más. “¡Habla, p*rra! ¿O acaso te comieron la lengua los ratones?” Una de las chicas dijo antes de caminar hacia mí y empujarme. Me tambaleé y choqué con alguien que estaba detrás de mí. Cuando volteé a disculparme con la persona, me quedé helada al darme cuenta que era Edward. “Señoritas, ¿qué está pasando aquí?” Preguntó. Mis ojos se abrieron de par en par al ver que detrás de él estaban Finn, Vincent, Raymond y Alaric, quienes también se habían puesto de mi lado. “Nosotras solo estábamos…” Empezó a explicar la chica que me había empujado. No obstante, Raymond la interrumpió. “No me digas que en realidad estabas tratando de lastimar a nuestro precioso angelito”, dijo, llevándose la mano al pecho, como si no pudiera creer que las chicas hubieran querido hacerme daño. "¡Ella ni siquiera quiere estar aquí!" Otra de las chicas se quejó. Al escuchar esto, apreté mis labios en una línea delgada. Después de todo, tenía razón. "Escuché que ella intentó huir y…" La chica intentó explicarse, pero, esta vez, Vincent la interrumpió. "Eso no es asunto tuyo, mocosa”, dijo. La voz dulce que siempre usaba se había vuelto fría e indiferente. Tragué saliva, con miedo a que todos los invitados notaran la discusión que estaban teniendo. "No te preocupes, Vincent, no…” dije, sin embargo, Alaric dijo al mismo tiempo: "Nosotros somos los únicos que podemos intimidarla”. Sus palabras me pusieron los nervios de punta.