Adriana
“No te atreverías…” Dije con voz entrecortada. Draven dio un paso adelante, acortando nuestra ya corta distancia y haciendo que mi ritmo cardíaco se dispare. Aun así, no me atrevía a apartar mis ojos de los suyos. “¿Quieres probar tu suerte, muñeca?” Preguntó, retándome y acercando su rostro más al mío. Me perdí en sus ojos azules, buscando cualquier señal de duda o falacia, pero no encontré ninguna. Estaba hablando en serio. “¿Por qué estás haciendo esto?” Pregunté, sin embargo, Draven se quedó callado y no respondió. “Vete a tu habitación”, me ordenó después de un rato, retrocediendo unos pasos y mirándome de pies a cabeza. “¡Ahora!” Gritó. Al oír esto, salté de la sorpresa y salí corriendo del comedor como un cachorro asustado. Tan pronto como entré en la habitación, cerré la puerta detrás de mí y me tiré en la cama, ahogando mis gritos en mi almohada, para liberar la ira que tenía sin que nadie me escuchara. Cuando me di la vuelta, miré al techo y recordé la amenaza de Draven. Era imposible que me convirtiera en un vampiro, y no lo decía porque creía que él tuviera el corazón débil ni porque creía que no se atrevería a lastimarme, sino porque no podía arriesgarse a estropear la imagen que el resto del mundo tenía de él. Me quedé pensando durante mucho tiempo en lo irónico que sería que me convirtiera en lo que más odio, y solo después de un par de horas mis párpados se rindieron y caí en un sueño profundo.
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"¿Cuánto más tenemos que esperar?" Escuché a Edward quejarse al otro lado de la mesa mientras miraba el asiento vacío junto al mío, donde normalmente se sentaba Draven. Todo el mundo estaba esperando que sirvieran el desayuno, pero Draven todavía no se había despertado. Eso era muy inusual, puesto que él casi nunca llegaba tarde. “Adriana, ¿por qué no vas a buscarlo?” Vincent dijo y mi corazón casi se sale de mi pecho al escucharlo. “Yo…” empecé a decir antes de que Ferra me interrumpiera. “Iré yo”, dijo. “Tú puedes quedarte aquí”. Sonaba muy impaciente y, por su tono de voz, se notaba que estaba molesta. Aun así, no podía evitar sentirme aliviada ahora que ella se había ofrecido a buscar a Draven. Después de lo de ayer, no quería estar a solas con él. “Pero yo no te lo pedí a ti, ¿verdad?” Vincent dijo apenas Ferra se paró de su asiento. Sonaba muy serio y enojado, que era extraño en él, ya que casi siempre era dulce y gentil, sobre todo cuando hablaba conmigo. Siempre sentía que él elegía sus palabras con cuidado, cuando se trataba de mí, aunque tal vez solo hacía eso para ganarse mi confianza. “Disculpa”, escuché a Ferra decir en voz baja mientras se volvía a sentar. Volteé a ver a Vincent, suplicándole con la mirada. No obstante, cuando mis ojos se encontraron con los suyos, me di cuenta que no iba a aceptar un no por respuesta. “Adriana, ve”, insistió. “¿Acaso no quieres tener su aprobación? Esta es tu oportunidad”. Tras decir esto, puso sus codos sobre la mesa y entrelazó sus dedos antes de sonreírme. “Yo nunca quise…” empecé a quejarme, aun así, alguien no me dejó terminar. “Adriana, ¿vas a ir o no?” Escuché a Daniel preguntar con un gruñido. “Si no vas, empezaremos a comer sin él, y si se enoja, te echaremos la culpa”. Suspiré, sintiéndome derrotada y caminé hacia la puerta. “¿Crees que eso era necesario?” Escuché la voz de Vincent decir antes de salir del comedor y subir las escaleras corriendo. Para ser honesta, no podía meterme en más problemas ni darme el lujo de que me echaran la culpa por algo con lo que no había tenido nada que ver. Al llegar al piso de arriba, me quedé pensando cuál de todas era la puerta de Draven e intenté recordar la última vez que lo había visto entrar a su habitación. Recordé que la puerta era una de madera negra, pero eso era todo. Mientras caminaba por el pasillo, giré a la izquierda y me encontré con una puerta negra de madera que supuse era la de Draven. Tras inhalar profundamente, toqué varias veces, pero nadie contestó, así que abrí la puerta, rezando para que Draven no se enojara conmigo al verme entrar. Sin embargo, para mi sorpresa, él todavía estaba acostado en la cama, sin camisa, revelando todos sus músculos y sus abdominales bien marcados. Me llevé una mano al pecho, tratando de tranquilizar mi inquieto corazón y miré su cuerpo inmóvil, su brazo tatuado estaba alrededor de una almohada. Cualquiera que lo hubiera visto así, pensaría que Draven era un chico inocente. Sus labios estaban curvados de una manera inofensiva y se notaba que estaba durmiendo pacíficamente. Estaba a punto de decir su nombre para despertarlo y vi que apretaba sus párpados y que sus labios se curvaban hacia abajo, como si estuviera preocupado. Luego dejó escapar un suave gemido. “Aléjate… de ella...” murmuró en voz muy baja, como si alguien lo estuviera torturando. De repente, noté que el sudor rodaba por su frente y bajaba por su mandíbula. “Dex…” dijo con voz ahogada. El color de su rostro se desvaneció y no pude evitar tocar su mejilla, con la esperanza de que se calmara con mis caricias. Mis dedos apenas rozaron su piel antes de que él se aferrara a mi muñeca con fuerza. Sus ojos se abrieron de par en par y me hicieron soltar un grito ahogado cuando me jaló hacia él. Gracias a Dios no caí encima suyo. “¿Qué estás haciendo?” Me preguntó, levantándose de la cama mientras yo me paraba y retrocedía unos cuantos pasos. Puse mis manos juntas, detrás de mí, para que no notara que estaba temblando. “Solo vine para despertarte”, dije en voz baja. “Te están esperando para comer”. Draven se quedó mirándome y sentí sus ojos en todos los poros de mi cuerpo. Me miraba con una intensidad que me ponía los pelos de punta. Vi que levantaba una de sus rodillas y que ponía un brazo sobre ella, dejando escapar un largo suspiro. “Todos estaban preocupados por ti, así que Vincent me pidió que viniera a despertarte”, seguí explicándole mientras él seguía sin decir una sola palabra. Supuse que la pesadilla lo había afectado mucho. Resoplé para mí misma. No sabía que los vampiros también tenían pesadillas, ni siquiera sabía que podían soñar. “Entiendo”, Draven dijo en voz baja después de un rato. No estaba actuando como siempre. Me preguntaba qué estaba soñando. “¿Estabas teniendo una pesadilla?” No pude evitar preguntar, ya que sentía mucha curiosidad. “Te veías muy preocupado”. Levanté la mirada y, al encontrarme con sus penetrantes ojos, la bajé de nuevo. “No es de tu incumbencia”, respondió. Su voz había vuelto a la normalidad y ahora era fría e indiferente. “Ya puedes irte”, agregó. Hice una mueca, como si sus palabras me hubieran lastimado y solté un largo suspiro. “Lo siento, solo tenía curiosidad”, dije en voz baja, parpadeando un par de veces para contener las lágrimas que amenazaban con caer. De pronto, escuché a Draven murmurar algo. “Estaba soñando con mi exnovia,” dijo en una voz casi inaudible. Mis ojos se abrieron de par en par ante esta respuesta. No sabía qué me sorprendía más, el hecho de que me estuviera diciendo algo tan vulnerable o el hecho de que alguien como él haya podido tener una novia. “¿Y qué le pasó?” Pregunté, sintiéndome un poco incómoda por estar hablando sobre esto con él. “¿Vas a quedarte ahí parada como una idiota o vas a sentarte?” Draven preguntó en un tono severo. Por el rabillo del ojo vi que ya no me estaba mirando. “Lo siento”, volví a repetir, sentándome a su lado, en la cama. Lo escuché chasquear la lengua antes de voltear a verme. “Deja de estar disculpándote por cada maldita cosa que haces, no lo soporto”, se quejó y no pude evitar balbucear otra disculpa que solo lo hizo gruñir. “D-de todos modos, ¿qué le pasó?” Volví a preguntar, intentando cambiar el tema para no hacerlo enojar aún más. Al oír esto, Draven se recostó en sus almohadas. “La asesinaron”, respondió. Me quedé atónita por un momento. “¿Quién?” Pregunté. “Mi mejor amigo”, dijo en voz muy baja. No sabía qué más decir y tenía miedo de decir algo que lo hiciera enojar y perder los papeles. Me acerqué a él un poco. “¿Por qué la mató?” Pregunté suavemente para no alterarlo. “Ella me fue infiel con él y terminó siendo brutalmente asesinada. Eso fue todo”. En vez de quitarme las dudas, sus respuestas solo me generaron más preguntas, sin embargo, me las arreglé para que no salieran de mi boca. No creía que tuviera derecho a hacerle tantas preguntas personales. Además, me costaba creer su historia. “Lo siento mucho”, dije, dejando las preguntas de lado e intentando ponerle fin a la conversación. Aunque me sentía muy mal por la chica y por todo lo que Draven debió haber sufrido, no me parecía que esa fuera una excusa para que se haya convertido en un monstruo sin corazón. Si bien tu pasado no debería definir quién eres, supuse que esa podía ser la excusa para que se haya convertido en un imbécil despiadado de mal genio. Aun así, no me parecía que eso fuera suficiente para justificar todos sus errores. “¿Sabes?” Lo escuché preguntar en voz baja, acercándose a mí. Mi corazón dio un vuelco cuando me di cuenta que la cama se hundía a mi lado mientras él se acomodaba detrás de mí. “Tú me recuerdas mucho a ella”, agregó en mi oído. Me quedé helada al sentir su mano fría deslizarse por mi barbilla. Su aliento golpeó mi nuca, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda. “Ella era una luchadora como tú. Era amable, hermosa y sensual…” susurró en mi oído. Mi respiración se cortó al escuchar esto. Quería moverme, pero no podía. Era como si mi cuerpo estuviera pegado a la cama. Tragué el nudo que tenía en la garganta y traté de encontrar las palabras correctas para convencerlo de que me deje ir. “Ella era muy hermosa”, volvió a susurrar. Su aliento en mi oído me hizo estremecer. “Cómo tú”, agregó. Mis ojos se abrieron al sentir que sus labios rozaban mi cuello antes de plantar un beso suave y gentil en él. De inmediato, se me puso la piel de gallina y mi corazón amenazó con salirse por mi garganta.