Adriana
“Draven…” Me atraganté cuando él tomó mi mano y la acercó a su labio, estudiándola con cuidado e inhalando profundamente. “No, por favor,” supliqué, pero ya era muy tarde. Draven se acercó más y lamió la sangre que caía por mis dedos. Todo lo que se podía escuchar en mi habitación era su respiración urgente. Sus ojos estaban cerrados y parecía que estaba satisfecho con la sangre que acababa de tomar. Cerré los ojos, lista para enfrentarme a lo que pasaría, sin embargo, para mi sorpresa, ya no sentía dolor. “No voy a hacerte nada, relájate”, Draven me aseguró. Cuando abrí los ojos, vi que me estaba curando la herida. “Pensé que ibas a…” empecé a decir, pero no pude terminar la oración por temor a que se enojara conmigo. “¿Pensabas que iba a alimentarme de ti?” Preguntó con una sonrisa maliciosa. “Créeme, muñeca, muy pronto llegará el día”. Después que terminó de curarme la herida de la mano, la dejó a un lado y cogió mi pierna para inspeccionar mi rodilla. Al ver la sangre seca que rodeaba el pequeño rasguño, se quedó mirando la herida un rato, como si estuviera pensando si lamerla o no. “¿Puedo preguntarte algo?” Dije, aprovechando que estaba de buen humor. Sin embargo, Draven no parecía haber bajado la guardia. “No”, respondió. De todos modos, decidí seguir hablando, ya que sentía que no tenía nada que perder. Tal vez terminaría respondiéndome. “¿Qué pasó hace un rato?” Draven no dijo nada, solo levantó la mirada antes de sacar otra curita del botiquín para ponerla en mi rodilla. “Ya te dije”, Draven respondió después de un rato, en voz baja. Parecía que estaba enojado. Cerró el botiquín y se paró para irse. “Espera, no entiendo”, dije confundida, agarrando su mano para detenerlo. Al ver esto, Draven se dio la vuelta y me miró sin decir nada. De repente, su mirada se movió hacia mi mano, que se aferraba a la suya para evita que se fuera. Lo solté de inmediato, al darme cuenta de lo que estaba haciendo, avergonzada por mi impulso. “Es tu sangre”, respondió, por fin. “Tiene un olor y un sabor diferente a la del resto”. Me quedé atónita al escuchar esto y mi mente se quedó en blanco. “¿E-eso es bueno?” Pregunté, confundida. Draven se rio y me miró, levantando una ceja antes de que la comisura de sus labios se curvara en su habitual sonrisa, fría e indiferente. “¿Para ti? Sí”, respondió, metiendo sus manos en sus bolsillos y saliendo de la habitación. No obstante, antes de irse, agregó: “¿Para mí? No”.
-------------------------------------------------------------------------
Al día siguiente, todos nos estábamos alistando para el campamento que los chicos habían planeado anoche. Al final, nadie quería esperar una semana para organizar un viaje largo, así que decidieron ir hoy. Obviamente, también me habían incluido en el viaje y, por más extraño que sonara, estaba muy emocionada por ir. Después de todo, esta era la primera vez que saldría de esta mansión sin intentar huir. “Déjame llevar esto”, Edward dijo, corriendo hacia mí para llevar mi bolso. Su cabello color platino claro brillaba bajo la luz del sol. Miré sus ojos azules y negué con la cabeza. “No te preocupes, Edward”, respondí. “Es solo un bolso. No pesa mucho”. Le quité el bolso y escuché que Vincent se reía entre dientes y que agitaba su mano hacia Edward. “Eres muy amable con ella hoy”, le dijo en un tono burlón. “¿Estás tratando de compensarla por lo de anoche?” Vincent se pasó una mano por su cabello negro azabache. No lo había notado antes, pero el cabello de Vincent era muy peculiar a comparación del resto. Era largo y ondulado, y le llegaba hasta los hombros. En general, prefería a los hombres con cabello corto, aun así, él se veía muy guapo con su cabello largo. Al escuchar lo que le había dicho, Edward se rascó la nuca; se le veía nervioso. Me quedé en silencio, recordando lo que había pasado la noche anterior y, de pronto, escuché la voz de Raymond. “¡Ya llegó el auto!” Gritó. “¡Súbanse!” Al oír esto, las chicas y la mitad de los chicos se subieron al auto, listos para nuestra pequeña aventura. Yo también me subí y Vincent se sentó a mi lado, haciéndome sentir muy incómoda y un poco molesta. “¿Por qué me sigues?” Pregunté en voz baja, volteando para encontrarme con sus helados ojos azules. Vincent levantó una ceja, como si mi pregunta lo hubiera confundido. “No te estoy siguiendo”, respondió con firmeza. Me quedé mirándolo un rato, pero luego decidí no molestarlo más y me quedé callada. Miré por la ventana y vi que había otro auto junto al nuestro. Después de un rato llegamos a un bosque muy extenso, donde los árboles rodeaban toda el área. Las chicas salieron del auto, emocionadas, gritando y aplaudiendo. Cuando estaba a punto de salir, me detuve al ver a Vincent levantarse de su asiento al mismo tiempo. “Lo siento, puedes salir primero”, dijo, cediéndome el paso. Le mostré una sonrisa forzada y al pisar el suelo, respiré hondo, llenando mis pulmones de aire fresco. Esto sí que era relajante. Después de que todos salimos del auto, los chicos nos guiaron por el bosque, advirtiéndonos constantemente que no nos alejemos mucho, ya que podríamos perdernos. Puse los ojos en blanco al escuchar estas advertencias. Estaba segura de que lo más amenazante en el bosque no eran los animales salvajes o la posibilidad de perdernos, sino ellos. Tras caminar durante quince minutos, paramos en un espacio abierto que estaba rodeado de árboles y los chicos decidieron que ese sería el lugar perfecto para armar la carpa. “Draven traerá las bolsas de sangre”, escuché a Kevin decir. “Hasta que llegue, podemos alimentarnos de ellas”. Al oírlo, un escalofrío recorrió mi espalda. “No te preocupes”, la voz de Vincent me hizo saltar de un susto. “No te harán daño”, me aseguró. Retrocedí un paso, al ver que estaba muy cerca de mí. “Okey”, respondí, alejándome para ayudar a las chicas a armar la carpa. “¿Qué pasó con los chicos anoche?” Irene me preguntó cuando me acerqué a ayudarla. “Escuché que tu sangre es especial”. Pese a que no estaba gritando, tampoco estaba hablando en voz baja, así que algunas chicas se voltearon a vernos. “No, nada de eso”, le aseguré. “Solo estaban exagerando”. Después de decir esto, pude sentir la mirada de Ferra en mi nuca. De inmediato, me puse tensa mientras metía nuestras bolsas dentro de la enorme carpa. “Nosotros nos encargaremos de esto”, escuché a Kevin decir cuando se apreció frente a nosotras. “Vayan a dar un paseo por los alrededores, con Alaric”. Algunas de las chicas soltaron gritos ahogados, por la sorpresa, y suspiraron aliviadas al darse cuenta lo que había pasado. “¡Deja de hacer esto!” Julie se quejó, empujándolo. Kevin se rio entre dientes antes de mirarme. Sus ojos verdes se fijaron en mis ojos marrones y le sonreí débilmente. “Yo también quiero ir”, dije en voz baja, siguiendo a las chicas, que caminaban hacia donde estaba Alaric. Al verlas, él abrió los brazos de manera amistosa. “Chicas”, dijo, inclinando la cabeza hacia un lado con una sonrisa. “Y también veo que viene Adriana. Bienvenida”. Bromeó y las chicas se rieron mientras yo me quedé en silencio. “Les mostraré los alrededores y después de eso volveremos para que coman”, Alaric anunció. “¡Además, esta noche tendremos una fiesta!” Al escuchar esto, las chicas aplaudieron, emocionadas. “Manténganse cerca y no se salgan del camino”, nos advirtió. Su tono de voz se había vuelto serio. “Así que vayamos con cuidado. No queremos que ninguno de los angelitos se pierda en este paseo, ¿verdad?” Preguntó, sonriendo. Su voz había vuelto a la normalidad. Las chicas se rieron de nuevo y vi a Irene corriendo para agarrarse del brazo de Alaric. “Tyrell, ¿los demás no van a venir?” Escuché a Finn preguntar y volteé para mirar a los chicos. “Sí, por ahora solo somos nosotros”, Tyrell respondió. “No sé si Draven va a venir, ya es tarde”. Estiró su brazo para ver su reloj de mano antes de mirarnos y sonreír. “¡Vamos!” Alaric exclamó, como si fuera un maestro explorador listo para sacar a los niños a dar un paseo. Resoplé para mí misma al verlo y estuve a punto de ir tras él cuando una mano agarró mi muñeca. Era Vincent, que me miraba, ansioso. “Adriana no puede ir”, dijo en voz alta. Entrecerré los ojos, confundida. “Pues ella se lo pierde”, Alaric respondió sin siquiera preguntar por qué Vincent había dicho eso. “Entonces supongo que solo seremos las cuatro bellas damas y yo”. “Espera, ¿por qué…?” Empecé a preguntar, pero Alaric ya estaba caminando con las chicas, alejándose de mí. “¿Por qué no puedo ir?” Le pregunté a Vincent, indignada, soltando su mano de mi muñeca y frunciéndole el ceño. A pesar de que no quería ser grosera con él, había estado esperando una oportunidad como esta con ansias. Esta era la única manera de dejar de pensar en lo de anoche, y ahora que Draven no estaba aquí, tal vez podía usar la oportunidad para escapar de una vez por todas. “Órdenes de Draven”, Vincent respondió. “Me dijo que te mantuviera a salvo y que me asegurara de que no te lastimaras”. Suspiré de la impotencia. No podía creer que Draven se hubiera atrevido a hacer algo así. “Sea como sea”, Vincent agregó con finalidad. “¿Ahora Draven está preocupado por mí?” Pregunté en un tono sarcástico. “Puedo cuidarme sola, Vincent. ¿Por qué soy la única que tiene que quedarse aquí mientras las demás se van a explorar el bosque?” Pese a que era consciente de que sonaba como un bebé haciendo berrinche, no quería quedarme aquí cuando el resto de las chicas se estaba divirtiendo.