Capítulo 15
1771palabras
2022-08-25 09:27
Adriana
"¡Salud por nosotros!" Tyrell dijo en voz alta, sosteniendo una copa en su mano. Alrededor del comedor, todos hicieron lo mismo y levantaron sus copas en dirección a él. 
Como de costumbre, Draven estaba sentado, en silencio, mirando la mesa y volteando a verme cada cierto tiempo. Dios, ahora él me despreciaba aún más. Era imposible que alguna vez pudiera usarlo para escapar, ya que su odio hacia mí era incomparable. "¿Por qué no hacemos algo divertido este fin de semana? Escuché a Kevin preguntar. "¿Qué tal si nos vamos de viaje?" 

Las chicas aceptaron de inmediato, excepto yo, por supuesto. Me había pasado la noche moviendo la comida en mi plato de un lado a otro, sin poder comer más de un bocado. Al voltear a ver a Vincent, me di cuenta que él también me estaba mirando y dejé de masticar, sorprendida por sus penetrantes ojos. “¿Qué?” Le pregunté con la boca llena y él solo se rio entre dientes antes de negar con la cabeza. “Nada, solo sigue comiendo”, respondió con una sonrisa. Terminé de masticar la comida que tenía en la boca y me sentí un poco mejor. Al menos las náuseas ya no eran tan fuertes. De pronto, sentí los ojos de Draven, clavándome un agujero en la cabeza y estuve a punto de voltearme, pero escuché que Edward me llamaba. “¡Adriana!” Gritó. “¿Qué te parece si vienes de viaje con nosotros?” Al oírlo, una risa nerviosa se escapó de mi boca. “No es como si ella tuviera otra opción”, Draven dijo en voz baja. Cuando por fin volteé a verlo, lo fulminé con la mirada. “Haz los planes y empieza a empacar”, agregó, impaciente. No entendía cómo la gente podía aguantarlo si era tan insoportable. “Irene, cariño, ven aquí”, escuché a Tyrell decir. Irene hizo lo que le pidieron, levantándose de su asiento y sentándose en su regazo. La vi poner su cabello a un lado, para que Tyrell pudiera lamerle el cuello con avidez y seducción, y no pude evitar sonrojarme cuando un suspiro se escapó de sus labios. Sentía asco por lo que estaba a punto de presenciar; la escena parecía una película p*rno suave. Los ojos de Tyrell se oscurecieron un poco más y vi cómo sus colmillos rozaban la delicada piel de Irene antes de voltearme a toda prisa, para no ver más. “¡Que empiece la cena!” Danny exclamó. Todas las chicas se levantaron de sus asientos y eligieron a uno de los chicos guapos, para sentarse en sus regazos. Pronto, los chicos clavaron sus colmillos sin piedad en los cuellos de las chicas, chupando sangre con codicia. Los gemidos y gritos empezaron a resonar en el comedor. Al ver esto, mis manos empezaron a temblar y, a pesar de que quería huir, me sentía demasiado aterrorizada como para moverme. De repente, la puerta se abrió y veo que un grupo de chicas entró en el comedor, muchas de ellas solo estaban en ropa interior. “Cuánto tiempo sin vernos”, la voz de Danny hizo eco en el comedor mientras las chicas corrían hacia los chicos. Todas se sentaron al lado de ellos y me quedé mirando la escena en estado de shock. No podía creer que algo así estuviera pasando. No parecía real. Parecía, más bien, una pesadilla. ¿De dónde habían salido todas esas chicas? Nunca las había visto. “¿Ya puedo retirarme?” Pregunté en voz baja, apartando los ojos de las chicas y volteándome para ver a Draven, quien bebía un poco de sangre de su copa. Respiré hondo, para contener las ganas de vomitar. “No”, Draven respondió con seriedad, recostándose en su silla para apreciar mejor el espectáculo. Me mordí el labio inferior al escuchar esto y luego miré mi regazo. No podía ver lo que estaban haciendo en el comedor sin sentir náuseas. “Adriana, querida, ven aquí”, escuché a Kevin decir. Apenas pude escuchar su voz, por lo ruidoso que se había vuelto el comedor. Al levantar la vista, noté que él ya tenía a dos chicas a su lado. Su boca estaba llena de sangre y sacó un pañuelo para limpiarse. “Por el amor de Dios, Adriana”, Edward se quejó al otro lado del comedor. Me quedé en silencio, sintiendo las lágrimas rodar por mis mejillas. ¿Esta sería la noche en la que por fin me usarían para alimentarse? “Ven aquí”, Edward dijo. Negué con la cabeza, pero, al parecer, él no iba a aceptar un no por respuesta, ya que agarró mi barbilla y giró mi rostro para que lo mire mientras se inclinaba y apoyaba su pecho contra la parte superior de mi silla. “Por favor, no puedo…” supliqué entre lágrimas. Cuando me atraganté, Edward suspiró y se acercó más a mí. “Me gustas mucho, Adriana”, confesó. “Me gustas de verdad”. Al notar que sus ojos azules se volvieron un poco más oscuros, mis ojos se abrieron de par en par. Esa era una señal de que estaba hambriento o enojado. “Pero se me está haciendo muy difícil resistirme a ti”. Apenas murmuró las palabras y me quedé helada sin poder mover ni un dedo. De repente, Vincent lo interrumpió. “Edward, no lo hagas”, dijo. “Dale un poco más de tiempo”. Luego se volteó a verme. “Adriana, ven aquí. Te haré compañía, por ahora”. Escuché a Edward gruñir de frustración antes de soltarme y alejarse de mí. “Más, más, chupa tanto como quieras”, escuché a Ferra y a las otras chicas gemir y, de inmediato, me paré de mi asiento. 
...
Estuve a punto de caminar hacia el otro lado del comedor, donde Vincent estaba, pero cuando me paré, mi rodilla se chocó con la esquina de la mesa y grité de dolor, agachándome en el suelo para poner mi mano sobre la herida. Nada me estaba saliendo como lo esperaba, ya que apenas me puse de pie, escuché un fuerte sonido y, pronto, el comedor se quedó en completo silencio. Mis ojos se abrieron de par en par al ver la copa de vino hecha añicos por el suelo y, rápidamente, me apresuré a recoger los vidrios rotos. “Lo siento, fue un accidente”, dije a toda prisa, tratando de limpiar el desastre que había causado. “Cuidado te…” escuché a Draven decir. Sin embargo, antes de que pudiera terminar de hablar, hice una mueca de dolor al sentir que un objeto afilado atravesaba mi piel. “Cortas”, Draven terminó de decir en voz baja. Me quedé mirando la sangre que brotaba de mi mano sin parar y me tomó un par de minutos darme cuenta que todos los chicos en el comedor me estaban mirando fijamente y que sus ojos se volvían negros. Un escalofrío recorrió mi espalda y mi corazón empezó a latir muy rápido. ¿Qué les pasaba? “Tienes que tener más cuidado”, Julie me recriminó. “¿Por qué siempre tienes que estropear todo? Estábamos pasándola tan bien…” Aun así, no pudo terminar de hablar, porque Vincent la interrumpió. “Adriana, estás herida”, dijo, preocupado. Levanté la mirada para verlo, confundida, antes de que la realidad me abofeteara en la cara. “Ah, no, estoy bien”, dije, limpiando la sangre con mi suéter lo mejor que pude y retrocediendo unos pasos. “Tu sangre huele…” Edward empezó a decir, pero se detuvo y empujó a la chica que tenía en su regazo. De pronto, casi todos los chicos en el comedor dieron un paso hacia mí, haciendo que mi corazón casi se detenga en mi pecho. ¿Qué estaba pasando? “Huele deliciosa”, Danny anunció. Mis manos empezaron a temblar de miedo. “Yo… mejor me iré”, dije con voz entrecortada. Sin embargo, cuando estaba a punto de salir del comedor, Kevin se apareció frente a mí. Retrocedí, aterrada, sin saber qué hacer. “Sabía que eras especial”, afirmó con malicia. Sus ojos estaban fijos en mi mano y, al retroceder unos pasos más, me choqué con alguien. Volteé y vi que era Finn, que me estaba mirando fijamente. En un abrir y cerrar de ojos, la mitad de los chicos formaron un círculo a mi alrededor. La impotencia y el miedo casi me hacen perder el conocimiento. Me estaban haciendo sentir como una presa que estaba rodeada de depredadores despiadados. “Deténganse, por favor…” fue todo lo que pude decir. “¡Chicos, cálmense!” Escuché a Vincent gritar, al otro lado del comedor, pero ninguno de ellos pareció escucharlo. “Seré el primero”, Alaric dijo y, justo cuando estaba a punto de dar un paso adelante, Draven lo interrumpió, poniéndose frente a él. “Déjenla sola”, dijo con firmeza. Al escucharlo, los ojos de los chicos se suavizaron y, como mascotas fieles, retrocedieron, obedeciendo a su amo. A estas alturas, yo ya estaba en el suelo, temblado y tratando de asimilar lo que acababa de pasar. Me quedé sollozando un rato hasta que vi que alguien se me acercó y, al levantar la mirada, me encontré con Draven, quien se inclinaba para mirarme de cerca. Sus ojos no cambiaron ni un segundo. “No hice nada”, intenté explicarle. “Te juro que solo estaba…” Lo sé”, Draven me interrumpió. Su voz sonaba muy amable. Intenté pararme, pero como había perdido sangre, la cabeza me daba vueltas y volví a sentarme con un fuerte sonido. Draven se agachó y me cargó en sus brazos. En un segundo, ya estábamos en mi habitación y Draven me estaba poniendo en la cama. Miré mi rodilla y, al ver el pequeño rasguño que tenía ahí, me quedé en silencio. “¿Qué fue lo que pasó?” Pregunté, confundida. “¿Por qué ellos estaban…?” Empecé a preguntar, pero me detuve al ver cómo Draven me estaba mirando. “¡Por la sangre, obviamente!” Dijo, casi gritando. “Date prisa y cura tus heridas antes de que cambie de opinión y te vuelva a llevar al comedor”. Sus ojos se volvieron más oscuros y, de inmediato, negué con la cabeza. El miedo se apoderó de mi corazón, haciéndolo latir a mil por hora. No entendía nada. Mi sangre era como la de cualquier otro mortal, ¿por qué todos habían estado listos para atacarme? “No tengo curitas”, respondí en voz baja, limpiando mis lágrimas. Draven respiró hondo y desapareció de la habitación por unos minutos. Al regresar, trajo consigo un pequeño botiquín de primeros auxilios y me ordenó que me sentara con un gesto. Hice lo que me pidió y me senté en la cama sin decir una sola palabra, intentando averiguar por qué los chicos se habían vuelto locos al oler mi sangre. “Dame tu mano”, Draven dijo, sentándose al lado mío. Estaba listo para curar mi herida cuando, de repente, vio la sangre que seguía brotando de mi mano. Sus ojos se volvieron oscuros de nuevo y me quedé helada.