Capítulo 14
1707palabras
2022-08-25 09:27
Adriana
Había pasado una semana desde que había empezado a vivir en este agujero infernal y nada me salía bien, ni siquiera el nuevo plan de escape que se me había ocurrido. Y es que, bueno, para que mi plan funcione, Draven tenía que, por lo menos, darse cuenta que existía, pero en vez de eso él solo me detestaba. Sin embargo, al menos mi situación actual había mejorado un poco, ya que me estaba llevando bien con los vampiros. A pesar de que no había tenido una conversación real con ninguno de ellos, al menos ya no los ignoraba ni quería huir cada vez que los veía. Me parecía que este era un gran paso. Además, al parecer, los vampiros pensaban que por fin me estaba acostumbrando a mi nuevo hogar y esa probablemente era la razón por la que no se habían alimentado de mi sangre. Por el momento, estaba buscando mi equipaje y sonreí al encontrar la pequeña caja de madera que había metido entre mi ropa para que no se dañe. La agarré con cuidado y la puse en el tocador antes de abrirla. Dentro había un collar con un medallón que me había regalado mi padre. Al abrir el medallón, vi la foto de mi padre y de mi padre, ambos con una sonrisa sincera en sus rostros. Lo cerré, sintiendo que mi corazón se contraía y tuve que parpadear un par de veces y enderezar mi postura para que las lágrimas no cayeran. Lo único que me consolaba era el hecho de que algún día volvería a ver a mis padres. Al ver el reloj de pared, noté que ya eran las siete y media y que pronto sería la hora de cenar. Decidí cambiarme rápido, ya que no podía llegar tarde. Nunca lo hacía. Siempre comía apresuradamente para regresar a mi habitación. De inmediato, me quité la ropa y me apresuré a encontrar un atuendo adecuado para la cena. Tras un suspiro, agarré un enorme suéter gris y unos pantalones cortos negros. Cuando me los puse, me di cuenta que el suéter me llegaba hasta la mitad de los muslos y que cubría los pantalones cortos que llevaba debajo, así que decidí mejor cambiarlos por unas mallas. De pronto, la puerta de la habitación se abrió y entró Ferra, que llevaba puesto un camisón que apenas ocultaba sus partes íntimas. Demonios, había olvidado cerrar la puerta con llave. “Tienes que tener más cuidado”, Ferra me dijo con desdén. “¿Qué pasa si no era yo, sino uno de los chicos?” Cerré los ojos y respiré hondo, maldiciendo mi suerte. Antes de mirar a Ferra, que caminaba hacia mi tocador, suspiré. “Habrá un baño de sangre esta noche”, Ferra agregó en voz baja, como si estuviera hablando con ella misma. “¿Qué quieres decir con eso?” Pregunté, entrecerrando los ojos y viendo cómo abría el medallón y soltaba una risita burlona al ver la foto de mis padres. “Mira, si no tienes nada que decirme, mejor vete”, dije con firmeza, intentando contener mi rabia. Ferra se volteó y su cabello castaño, largo y espeso, se movió hacia un lado. “Te lo diré”, respondió en un tono burlón, frunciendo el ceño. “En caso quieras huir… de nuevo”, dijo con una sonrisa maliciosa. Estaba apoyada en la mesa, mirándome fijamente. “Por favor, pon el collar en su sitio”, dije, cerrando mi armario y respirando hondo para no perder los estribos. Supuse que tendría que ponerme las mallas después de que ella se fuera. “Solo decía, Adriana”, afirmó. “Los chicos van a tener un plato de comida diferente esta noche, y también…” hizo una pausa, dándole vueltas al collar con sus dedos. “Una bebida diferente”, concluyó. La miré con incredulidad. “¿Qué quieres decir con eso? Pensé que ellos se alimentaban a medianoche o afuera, donde…” “Esta es su casa”, Ferra me interrumpió antes de que pudiera terminar de hablar. “¿Qué esperabas? ¿Que siguieran jugando limpio solo porque somos novatas?” Al escuchar esto, tragué saliva. “Entonces no pienso ir. No puedo verlos beber…” Dije sin poder terminar lo que quería decir. La idea de verlos beber sangre humana en vez de vino me daba náuseas. “Es por eso que vine hasta aquí, cariño”, dijo en un tono condescendiente, riéndose de mi ingenuidad. Luego la vi apretar el medallón en su mano y caminar hacia la puerta. “Espera, ese es mi collar”, le recordé, corriendo hacia ella para que no se fuera sin que me lo devuelva. “¿Lo quieres?” Ferra preguntó con arrogancia. “Entonces ven y cógelo”. Era como si le hubiera quitado un caramelo a un niño y no quisiera devolvérselo. “No es divertido”, dije, frunciendo el ceño. “Ese collar me lo regaló mi padre…” No obstante, antes de que terminara de hablar, Ferra salió corriendo de la habitación y tuve que perseguirla, maldiciéndola mentalmente. “Voy a botar esta basura al tacho”, la escuché gritar desde el otro lado del pasillo. Entré en pánico de inmediato. No podía perder el collar que me había regalado mi padre; era el único recuerdo que había traído de ellos. “¡No lo hagas!” Grité. La idea de perder la única foto que tenía de mis padres, que también era lo único que me quedaba de mi vida pasada, me llenaba de ansiedad. Seguí corriendo detrás de ella y, al llegar a la mitad del pasillo, me choqué contra un pecho sólido y me tambaleé antes de recuperar el equilibrio. “Lo siento…” empecé a decir, pero al darme cuenta que el pecho le pertenecía a Draven, quien tenía el ceño fruncido, me quedé sin palabras. Draven me miró de arriba abajo y puso su cabeza a un lado con un movimiento lento que me puso muy inquieta. “¿Adónde vas con tanta prisa, muñeca?” Me preguntó con su habitual rostro inexpresivo. Al escuchar su voz, me estremecí. “Yo… mi collar…” Dije, poniéndome de puntillas para ver hacia donde estaba Ferra, al otro lado del pasillo. Sin embargo, para mi decepción, ella ya no estaba ahí. “Ferra cogió mi collar”, le expliqué. “Ese collar es muy preciado para mí y tengo que recuperarlo”. Me preparé para salir corriendo en busca de Ferra, cuando Draven me agarró la muñeca. “¿Por qué te molestas tanto por un estúpido collar?” Preguntó con indiferencia. Al oír esto, la ira que estaba conteniendo se empezó a apoderar de mi cuerpo. “Es el collar que me regaló mi padre”, dije, rechinando los dientes. “Es lo único que tengo que me recuerda a ellos”. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos y respiré hondo para no llorar frente a él. Por su parte, Draven solo me miró e hizo un gesto de desprecio por mi respuesta. “Lo único que sabes hacer es llorar por idioteces, ¿no?” Dijo, exasperado. Decidí no responder a sus insultos porque estaba más preocupada por el collar que por escuchar sus reclamos. “Espera aquí”, me ordenó al ver que no decía nada. Luego desapareció por el pasillo. Me quedé esperándolo, como me lo había pedido, por alrededor de diez minutos, hasta que volvió a aparecerse frente a mí. Al verlo me quedé atónita por unos segundos antes de suspirar, aliviada. Se suponía que ya debía estar familiarizada con sus poderes, pero no lograba acostumbrarme a que él se apareciera frente a mí de la nada. Draven levantó el collar con su dedo índice y una sonrisa desesperanzada se dibujó en mi rostro cuando intenté agarrarlo. La sonrisa desapareció tan pronto como apareció, puesto que Draven apartó su mano y no pude coger el collar. "¿Q-H-P-D?" Deletreó. “¿Qué?” Pregunté, confundida. “¿Qué hay para Draven?” Dijo, revelando el significado de las letras. “No lo sé”, respondí, encogiéndome de hombros. “No pensé que tendría que pagarte por esto”. Al escuchar esto, Draven negó con la cabeza y se apoyó contra la pared que estaba detrás de él. “Todo tiene un precio, muñeca”, dijo en voz baja, arqueando las cejas. Tiré de la parte de debajo de mi suéter, recordando que solo tenía eso puesto, ya que no había tenido tiempo para ponerme las mallas. Levanté la mirada y me encontré con sus ojos, que estaban mirando mis muslos. Luego, en un movimiento muy rápido, volvió a mirarme a los ojos. Sacudí la cabeza, sintiéndome muy incómoda. “No, no esta noche”, dije, negando con la cabeza. “Mira, solo estoy tratando de ser amable contigo”, Draven dijo, su voz era grave y fría, y cuando dio un paso adelante, sus ojos se volvieron más oscuros mientras yo trabaja saliva. “Así que te sugiero que seas más considerada conmigo, Adriana”. Me quedé en silencio y, por un momento, mis ojos se perdieron en sus helados ojos azules. “Está bien…” dije, volviendo a la realidad. Una sonrisa victoriosa apareció en el rostro de Draven. Luego se dio la vuelta y empezó a caminar. "¡Espera!" Grité, corriendo hacia él. No dijimos nada más mientras caminábamos, lado a lado, por el pasillo. “Mi collar”, le recordé, pero él me ignoró. “Solo te lo devolveré si te portas bien esta noche”, me dijo en un tono serio. Ya estábamos en la escalera y mi corazón se aceleró ante sus palabras. “Me estoy portando bien”, me defendí. “Aun así, no puedo prometerte nada esta noche porque todos comerán en la mesa y…” dejé de hablar cuando Draven chasqueó los dientes. Se detuvo repentinamente y se volteó para mirarme, haciendo que también me detenga. “Vete a la m*erda”, dijo. Me quedé atónita al escuchar esto. Una persona solo puede ser grosera hasta cierto punto. Me quedé callada y lo vi irse hasta el comedor. Después de un rato, lo seguí, y al entrar, Alaric, Kevin y Finn ya estaban en la mesa. En un abrir y cerrar de ojos, todos los demás se unieron a ellos. “Ven y siéntate a mi lado, nena, te ves demasiado linda”, Raymond dijo. Me quedé helada donde estaba, sin poder moverme ni decir nada. Me sentía incómoda bajo la mirada penetrante de todos los chicos. Por otro lado, las chicas fruncían el ceño y se burlaban de mi torpeza. Me quedé callada y solo me senté y, al ver las copas de vino, que estaban llenas de un líquido rojo oscuro, sentí náuseas. No tenía que preguntarle a nadie para saber qué era.