Corrí lo más rápido que pude, haciendo que mis pies, que ya estaban adoloridos, siguieran moviéndose mientras jadeaba para respirar. Por fin pude alcanzar a Ferra, quien luchaba por liberarse y, sin previo aviso, agarré una de sus piernas y empecé a jalarla hacia mi lado, intentando que el secuestrador, que la tenía agarrada del cabello, la soltara. No obstante, él empezó a jalar más fuerte y yo hice lo mismo. Todo lo que Ferra podía hacer en ese momento era gritar de dolor y, con un grito desesperado, logré jalarla hacia mi lado con todas mis fuerzas, logrando que el secuestrador la soltara. Ferra se levantó a toda prisa y sollozó cuando se aferró a mi mano. Corrimos hacia el lado opuesto del secuestrador. “S-Sigue corriendo”, le dije. Prácticamente estábamos corriendo por nuestras vidas, pero estaba tan cansada que apenas podía mover mis piernas. A mi lado, Ferra sollozaba y corría, apartando su cabello despeinado de su rostro. De repente, dos grandes manos cubrieron mi boca y me jalaron hacia atrás. Solté un grito ahogado y me resistí con todas las fuerzas que me quedaban, luchando para liberarme de él y clavando mis uñas en sus manos. “¡Detente, suéltala!” Ferra gritó. La vi corriendo hacia mí, pero negué con la cabeza, aprovechando el momento para morder el brazo del secuestrador con más fuerza. Él solo gruñó de dolor y dejó de cubrirme la boca para agarrarme de la cintura; no me dio ni un segundo para alejarme de él. “¡Corre!” Le dije a Ferra. “¡Ve y busca ayuda!” Pese a que quería creer que ella correría por ayuda y lograría salvarme, sabía que solo estaba diciendo esto porque sería mejor que se lleven a una de nosotras a que se lleven a las dos.
Si se llevaban a una de nosotras, la otra podría pedir ayuda e intentar rescatarme. Pero si nos llevaban a las dos, ambas moriríamos y nadie sabría quién había sido el culpable. “¡Corre!” Repetí con firmeza. “¡Solo ve!” Esto fue lo último que pude decir, ya que el secuestrador me tapó la boca de nuevo. Vi a Ferra detenerse antes de darse la vuelta y correr hacia donde estaban todos, probablemente para buscar a Draven y decirle lo que acababa de pasar, o tal vez iría en busca de alguno de los hermanos Ardelean. “¡Suéltame, maldito asqueroso!” Grité y luché por liberarme una vez más. Aun así, cuando estaba a punto de voltearme para ver al secuestrador, él me agarró del cabello con tanta fuerza que grité de dolor. “Relájate, cariño”, la voz dijo. Me quedé helada por un segundo. Debí haber sabido que era él, debí haberlo sabido. “Dexter…” Dije, suspirando aliviada al darme cuenta de que era él y no un secuestrador desconocido. Mis rodillas se debilitaron y estuve a punto de desmoronarme en la arena, pero Dexter puso su brazo alrededor de mi hombro y me atrajo a su cuerpo, presionando su pecho contra mi espalda para que no cayera. “Así me gusta”, murmuró en mi oído. “Me gustas más cuando te portas bien”.
Estaba a punto de decir algo para quejarme, sin embargo, Dexter empezó a arrastrarme con él con tanta fuerza que me hizo gritar de dolor al tratar de mantener el equilibrio. “Dexter, por favor…” le supliqué con voz entrecortada. De pronto, el sonido de un trueno me hizo estremecer. Empezó a llover a cántaros en un abrir y cerrar de ojos y escuché que Dexter maldecía en voz baja y que aceleraba el paso, empujándome bruscamente hacia el arbusto más cercano. “¡Ayuda!” Grité, desesperada. “¡Alguien, ayúdeme, por favor!” Sentí una fuerte sensación de escozor en mi mejilla que me dejó helada y volteé a ver a Dexter. Mis lágrimas se mezclaban con la lluvia que caía. “¿Por qué no te callas la p*ta boca?” Preguntó, furioso, agarrándome las manos y obligándome a sentarme en el suelo, justo detrás del arbusto. “Te dije que me gustabas cuando te portabas bien”, agregó. Estaba muy sorprendida por su violencia y me quedé mirándolo fijamente, tratando de ignorar el dolor en mi mejilla. No podía creer que me hubiera abofeteado. Lo vi hurgar en sus bolsillos y sacar un brazalete de Vervain. “Por favor…” supliqué entre lágrimas. Aun así, Dexter no se inmutó y agarró mi muñeca para ponerme el brazalete. “La próxima vez que grites o intentes huir, no será una bofetada sino algo peor”, me advirtió. Sus ojos estaban llenos de ira.
“Ahora cierra la boca. Ya maté a su novia una vez, no dudes que lo volvería a hacer, cariño”. Incluso en la oscuridad, la rabia y el odio que sentía hacia Draven eran evidentes en sus ojos azules. Me estremecí ante sus palabras y empecé a temblar de la desesperación y el cansancio. Mi respiración se quedó atrapada en mi garganta y, a pesar de que abrí la boca para gritar, no pude hacerlo, puesto que había perdido la voz. Me encogí de miedo pensando qué me depararía el destino. Dexter era capaz de cualquier cosa. “Nos quedaremos aquí hasta que deje de llover”, anunció. Al verme aterrada, abrazando mis piernas para dejar de temblar, su mirada se suavizó. No me pueden llevar de nuevo, no lo soportaría, no sobreviviría, no pueden hacerlo. Me limpié las lágrimas con el dorso de mi mano y vi que los ojos de Dexter pasaban de mis muslos a mis ojos, haciendo que mi corazón diera un vuelco. Seguía usando solo un sostén deportivo blanco y la falda larga, estaba segura de que Dexter me estaba mirando con lujuria. “¿No te parece que es un mal día para usar tan poca ropa?” Preguntó en un tono burlón. No podía creer que tuviera las agallas para bromear en un momento como este, quería abofetearlo, pero, en cambio, solo cubrí mis piernas con la falda que estaba pegada a mi piel por la lluvia. “Eres un enfermo”, le dije. “¿Qué demonios te pasa?” Respiré hondo, intentando mantener la calma. Todo lo que tenía que hacer era mantener la cabeza fría y aprovechar la primera oportunidad que se presente para escapar. Pero, ¿cómo? Ya había pasado bastante tiempo y Ferra aún no venía con Draven o con cualquiera de los hermanos Ardelean. “¡No!” Exclamé cuando Dexter se quitó la chaqueta e intentó ponerla alrededor de mis hombros. “Aléjate de mí. ¿Cómo te atreves a hacerte el buenito conmigo después de lo que hiciste?” Le recriminé, intentando ocultar el miedo que sentía. Sin embargo, fue en vano, ya que era evidente que estaba aterrada. “Te sugiero que lo uses, por tu propio bien”, me advirtió. “No quieres enfermarte, ¿verdad? Te puede dar neumonía”. Me miró de pies a cabeza y me encogí, asqueada, antes de taparme mejor con la falda. Dexter miró hacia el cielo, que seguía nublado y resopló.
Ahora que tenía puesta su chaqueta, ya no sentía tanto frío, y al meter mis manos en los bolsillos, sentí un objeto rozar mis dedos. ¿Era el cuchillo? Lo toqué con cuidado para no cortarme. Sí, era el cuchillo, estaba segura. “Es imposible…” dije sin pensar, mis dedos seguían el rastro de las escrituras talladas. “¿Qué es imposible?” Dexter preguntó, confundido. Al parecer, no se acordaba que me había dado su chaqueta con el cuchillo adentro. Fingí que no era nada pese a que mi corazón latía a mil por hora y negué con la cabeza. “Tenemos que irnos ahora mismo”, murmuró al aceptar que no dejaría de llover y antes de que pudiera quejarme, me agarró del brazo y me levantó, empujándome para que avanzara mientras él iba a detrás de mí. “Puedo caminar sola”, dije. “No necesitas empujarme”. “No se trata de que puedas o no”, afirmó. “Ahora sigue moviendo tus pies, no quiero que llames la atención, y prepárate para voltear a la izquierda cuando te lo indique”. Empezamos a caminar más rápido y traté de pensar cómo escapar, ahora que nos estábamos moviendo. Caminamos un largo rato y, como solo se me ocurría una idea para huir, entré en pánico y miré al mar, que estaba a mi derecha, mientras sacaba el cuchillo del bolsillo. Aún si no sabía muy bien qué hacer, tenía el cuchillo y debía intentarlo al menos. ¿Funcionaría? No tuve más tiempo de pensar, ya le había dado vueltas varias veces y nos estábamos alejando demasiado. Me detuve sin previo aviso y vi que Dexter se volteaba hacia mí y que retrocedía varios pasos al ver el cuchillo en mi mano. Ambos sabíamos que no podía huir, así que hice lo único que sabía me iba a dar tiempo hasta que Draven viniera a rescatarme. “Te sugiero que no hagas nada estúpido y que solo me obedezcas, Adriana”, me advirtió con firmeza.
Aun así, antes de que diera un paso adelante, me di la vuelta, hacia el mar, y tiré el cuchillo en esa dirección con todas las fuerzas que me quedaban. “¿Qué demonios estás haciendo?” Preguntó, furioso. Me hizo a un lado y corrió a toda prisa hacia el mar. Aproveché la oportunidad para correr hacia el otro lado, tirando su chaqueta y quitándome el brazalete en el camino, de esa manera, tenía esperanzas de que Draven pudiera sentir mi olor y escuchar los latidos de mi corazón. Miré hacia atrás y vi que Dexter estaba en el mar, buscando desesperadamente el cuchillo. Cuando mis piernas se hundieron en la arena, grité lo más fuerte que pude, pidiendo ayuda. Me paré de nuevo con dificultad, mis piernas ya casi no se movían y, pronto, solo di tumbos hasta perder el equilibrio y caer. Mis piernas ya no daban más. “¡Maldita sea!” Exclamé. Miré al cielo y dejé que las lágrimas rodaran por mis mejillas. Las gotas de lluvia golpearon mi rostro y luché para que mis piernas me obedezcan. Traté de levantarme de nuevo y, una vez que estuve de pie, empecé a correr de nuevo. Mi corazón estaba latiendo tan fuerte que podía sentirlo en todo mi cuerpo. Pensé que Dexter vendría por mí pronto y entré en pánico, haciendo todo lo posible para que mis piernas se movieran más rápido. De repente, me choqué contra algo sólido y me tambaleé hacia atrás. Al levantar la vista, vi a Draven, que me miraba con una mezcla de desesperación y ansiedad. Antes de que pudiera decir algo, me lancé a sus brazos y sollocé. Mi cuerpo seguía temblando al pensar que Dexter había estado a punto de secuestrarme una vez más. No podía creer que había logrado escapar. “¿Dónde está?” Draven preguntó. Su cuerpo estaba tieso y negué con la cabeza, aferrándome a su brazo mientras nos alejábamos.