Capítulo 44
1106palabras
2022-09-03 00:01
El punto de vista de Adriana
"Entonces, no deberías prohibirme que use este vestido", respondí con dureza, pero logré forzar una sonrisa.  
"De acuerdo, muñeca", murmuró, mientras me cedía el pase. “Ojalá no te arrepientas cuando todos los borrachos te devoren con la mirada y quieran acostarse contigo", advirtió. Ante esto, me detuve por un momento y giré la cabeza para mirarlo. "Tampoco esperes que sienta lástima por tu lindo trasero", agregó. 

Lo miré con indiferencia y contesté: “Nunca te pedí que me salvaras de nadie. En todo caso, necesito que alguien me salve de ti, Draven. Tu existencia me repugna". Enseguida, salí de la habitación, ignorando su expresión ofendida. Después de todo, se lo merecía, ¿no?   
...
Los chicos y algunas chicas desconocidas bailaban en el salón al ritmo de la música mientras reían a carcajadas. Por supuesto, yo también estaba disfrutando, pero al mismo tiempo, no le quitaba la mirada de encima a los chicos, incluido Draven. Quería asegurarme de que bebieran lo suficiente y aprovechar su embriaguez para comenzar a ejecutar mi plan. 
"¿Los vampiros también se emborrachan?", le pregunté a Ferra. Se rio un poco y asintió, mientras bailaba deliberadamente.  
“¡Vino especial para los chicos, por favor! Mezcla la verbena con cualquier otra m*erda", dijo Ferra riéndose. De repente, se acercó a Kevin y frotó su espalda contra él. 
"Creo que ya es hora", murmuré para mí misma. Entonces, empujé a Raymond, que ya estaba borracho, y me acerqué a Finn, quien estaba bailando con dos chicas al mismo tiempo.

"Uy, ¡qué rica estás!", exclamó, mirándome de pies a cabeza. Sonreí y les indiqué a las chicas que se apartaran de mi camino. Después de que se fueron, abracé a Finn, quien me miraba sorprendido, pero contento a la vez. 
"¿Dónde está Draven?", pregunté en voz alta, moviendo mis caderas junto a su cuerpo. Él envolvió su brazo alrededor de mi cintura, intentando acercarme más, pero mantuve mi posición. 
"¿Por qué? ¿Echas de menos a tu juguete?", preguntó sonriendo mientras luchaba por acercarme más a él.  
Fruncí el ceño y contesté: "Estoy bastante segura de que es al revés". Se rio y sacudió la cabeza con lástima.  

"Todo el mundo sabe que últimamente lo manipulas a tu antojo", dijo, mirándome fijamente con sus ojos marrones.          
Suspiré con impotencia y respondí: "Lamento contradecirte, Finn. Pero Draven no es alguien a quien puedas..:". 
"Lo siento, pero me la llevo por un minuto", nos interrumpió Edward. Finn murmuró algunas palabras y se alejó.  
“Luces radiante, gatita", dijo, tomando mis caderas con firmeza y acercándome a su cuerpo.
"Gracias, ¿sabes dónde está Draven?", cuestioné, mirando alrededor del ambiente. De repente, vi a Vincent caminando en el interior del salón, mientras miraba por todas partes, como si estuviera buscando a alguien.
"¡Respóndeme!" exigí, envolviendo un brazo alrededor de su cuello para evitar que Vincent me viera.  
“No lo sé, cariño. Probablemente esté teniendo s*xo. Más bien, ¿por qué no hacemos lo mismo tú y yo?", preguntó en tono seductor. De repente, inclinó su rostro hacia el mío, provocándome incomodidad.  
“Aléjate antes de que vomite, Edward. Sólo quiero saber dónde está", dije, frunciendo el ceño. Al instante, soltó una carcajada, pero pronto se puso serio. 
"He notado que estás muy extraña últimamente. Ya no eres la Adriana de antes...", me susurró, rozando ligeramente sus labios contra mis lóbulos.
“La gente puede cambiar de la noche a la mañana, ¿sabías?", dije con impaciencia. De repente, jaloneé su pelo rubio con tanta fuerza que se quejó de dolor. 
“Sí, pero ambos sabemos que hay algo detrás de todo esto. ¿Qué te ofreció?", cuestionó, tomándome de la cintura y moviendo su cuerpo junto al mío. "O, mejor dicho, ¿qué te hizo?", corrigió, alejándose un poco. Me estremecí y desvié la mirada, intentando disimular que todo marchaba bien. 
“Te equivocas, Edward. Nadie me hizo nada...". 
"¡Estoy seguro de que estás mintiendo!", me interrumpió. Justo cuando iba a decir algo, alguien tomó mi mano. Me giré y vi a Vincent.
"Aquí la tienes", dijo Edward como si nada antes de irse. 
Miré a Vincent con molestia y grité: “¿Qué diablos quieres de nuevo? ¿Por qué me persigues?”. Mientras hablaba, lo miré ligeramente de pies a cabeza. 
Me miró y preguntó con calma: "¿Por qué te comportas así, Adriana?". Su voz suave me conmovió el corazón, pero me mantuve firme. ¡No podía dejar que me afectara! 
"Me siento bien siendo así, ¿no lo entiendes?", dije, levantando los brazos al aire. 
Me miró con preocupación y respondió: “Si te quedas aquí, chuparán tu sangre. Por favor, ven conmigo y hablemos. Sé que estás enojada, pero podemos arreglar las cosas e incluso puedo ayudarte..."
"¿Terminaste?", lo interrumpí. 
Después de unos segundos de silencio, tomó mi mano y dijo: "Por favor, ven conmigo y..."
“Está bien, pero primero tómate unas copas conmigo. De lo contrario, puedes regresar por donde viniste. No estoy de humor ahora. Necesito hacer algo o...", de repente, me di cuenta de que estaba hablando de más. Mi cuerpo se tensó y apreté mis manos ligeramente, sintiéndome estúpida. 
"¿O qué? ¿Qué planeas hacer esta noche?", cuestionó, con ojos entrecerrados.
"Vincent, déjame en paz, por favor. Me refería a que necesito pensar algunas cosas. Y no me estás ayudando en absoluto", mentí. Pero, para mi sorpresa, Vincent creyó en mis palabras a ojos cerrados. 
"¿Cómo puedo ayudarte?", preguntó. Reprimí una sonrisa, tomé su mano y caminé hacia un sofá.
"No te muevas", instruí. Enseguida, miré alrededor de la habitación y llamé a un mayordomo, que cargaba una bandeja llena de vinos y cervezas. Cuando se nos acercó, agarré una botella y me senté en el regazo de Vincent. 
"¿Qué demonios estás haciendo?", preguntó sorprendido. 
"Prometiste ayudarme, Vincent. ¿Ya te arrepentiste?", cuestioné, mirando hacia las varias luces de la fiesta. Luego, desvié la mirada hacia él y percibí una expresión de disculpa en su rostro. "¡Dios! ¿Por qué es tan complicado?", pensé. Todo lo que necesitaba era que Draven y él se emborracharan lo suficiente para que yo robara la caja. 
"No seas aburrido. ¿Qué tal si después continuamos lo que quedó pendiente?", intenté seducirlo sacando a flote mis pensamientos más cautivadores e incluso rocé mi dedo por su mandíbula, provocando que todo su cuerpo se tensara.  
"No puedo..."
"Por favor, ¡hazlo por mí!", dije con tristeza. 
Su expresión se suavizó y finalmente no pudo negarse. "Está bien, pero solo un trago", dijo. Luego, agarró la botella y bebió unos cuantos sorbos.
"¿Solo eso?", cuestioné, frunciendo el ceño cuando me entregó la botella. 
“Es demasiado fuerte. Tal vez en otra oportunidad", contestó. Ante esto, puse los ojos en blanco mentalmente y tomé un sorbo de tequila.