Adriana.
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"¿De qué hablas?", pregunté con un tono de voz muy bajo mientras él se estiraba para cerrar la puerta, luego se dio la vuelta y se dirigió hacia su cama.
"No me gusta repetir mis palabras", susurró, sentándose en la cama mientras que yo estaba parada con el cuerpo tenso. Después, me indicó que me colocara a su lado.
"No deseo dormir aquí", murmuré, presionando mi espalda con más fuerza contra la puerta, entonces, lo vi ponerse de pie y verme con enfado, ocasionando que se me erizara la piel. "¿Puedo regresar a mi dormitorio?", interrogué en voz baja cuando se paró frente a mí y fijó su mirada en la mía, luego sacudió su cabeza para negarse.
"¿Harás lo que te ordeno o tengo que obligarte?", dijo en tono de amenaza por lo que guardé silencio ante sus palabras. Piensa en una excusa, Adriana.
"¡Mi ropa está en mi dormitorio!", susurré y el me miró por un instante antes de levantar una ceja.
"Te doy cinco minutos para que te pongas la pijama", expresó finalmente, así que aproveché esta oportunidad para darme la vuelta, abrir la puerta y marcharme inmediatamente de su habitación.
"¿Cómo voy a resolver esto?", empecé a llenarme de miedo mientras caminaba por el pasillo, mordiéndome el labio inferior antes de llegar a mi dormitorio.
"Quizás no suceda nada", me dije para mis adentros, entrando y abriendo mi armario. Sí claro. Pero, ¿qué otra alternativa tengo además de esperar lo mejor? La realidad, es que no va a cambiar sus deseos o hacer lo que yo digo. Sin opciones, tomé un top liso color crema y unos pantalones cortos azules, inmediatamente me quite la ropa para ponérmelos. También necesitaba algo para taparme los brazos, así que tomé un abrigo gris y me lo puse, respiré profundo mientras cerraba el armario. Después de revisar muchas veces mi atuendo para asegurarme de que no fuera demasiado revelador, salí en dirección al dormitorio de Draven. Mi corazón con cada paso que daba se aceleraba un poco más.
"Entra, por favor", dijo Draven desde el interior del dormitorio antes de que pudiera llamar a la puerta. Tomé un poco de aire y mi cuerpo temblaba, entré y quedé asombrada cuando lo vi leyendo un libro acostado en la cama. La cobija había tapado la mitad de su pecho y tragué suavemente saliva cuando se giró para mirarme, sus ojos se posaron en mi atuendo antes de volver a mirar el libro. Solo dormiremos juntos, nada más, ¿verdad? Así que no tenía la necesidad de esforzarme. Me dirigí hacia la cama y tuve que acelerar el paso cuando Draven me siseó en señal de que estaba perdiendo la paciencia. Pero, de nuevo, ¿cuándo no era así?
"Quítate eso, aquí no hace frío", expresó, señalando el abrigo por lo que puse cara de sorpresa y tragué suavemente.
"Pero..."
"Ya te dije", gritó molesto, sus ojos se oscurecieron, lo que hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo. "Hazlo", habló nuevamente apretando sus dientes por lo que rápidamente me lo quité dejando mis brazos al descubierto, ni siquiera me molesté en levantarlo del suelo.
"Ahora acuéstate conmigo", susurró por lo que lo vi en silencio con una expresión suplicante. No deseaba dormir al lado de este monstruo.
"¡No es tan difícil!", dijo de repente, cogiéndome por las muñecas y tirando de mí hacia abajo tan pronto como me paré al lado de su cama. Solté un grito ahogado, terminé justo a su lado e inmediatamente le di la espalda, mi cuerpo estaba muy nervioso, tanto así que permanecí absolutamente inmóvil, sin siquiera atreverme a respirar demasiado fuerte para que no se enfadara.
"Buenas noches, descansa", susurró, apagando la lámpara que tenía a su lado. La oscuridad invadió el dormitorio mientras que yo intentaba calmar los latidos de mi corazón. Si no fuera por la luz de la luna que entraba por la ventana, ahora me habría muerto del miedo. ¿Qué buscaba él con esto? Pensé que me detestaba.
"Oye, Draven", dije recordando la promesa que me hizo esta noche. "Me dijiste que podré hablar con mis padres", susurré a lo que él contestó con completo silencio.
"Buenas noches, Adriana", dijo finalmente, sin prestar atención a lo que acababa de decir.
"Pero me dijiste que podría hablar con ellos", dije alterada, girándome y me paralicé cuando me encontré con sus dominantes ojos azules.
"Te mentí", expresó sin rodeos por lo que me mordí el labio inferior sin poder objetar nada. Debí haberlo sospechado.
"Ahora que lo pienso, ¿qué te parece si hacemos un trato? ", preguntó con un tono de voz bajo, sus ojos parpadeaban en mis labios y en mi cara apareció una expresión de confusión. Me resulta terrorífico cuando su voz se vuelve suave y encantadora. "Te permitiré hacer una llamada telefónica de cinco minutos a tus padres si...", de repente guardó silencio, pero yo me sentí emocionada.
"¿Si qué?", pregunté para mis adentros y miré como la comisura de sus labios se curvaba hacia arriba antes de seguir hablando.
"Si me das un beso", dijo acercándose y me agité ante sus palabras y negué haciendo un gesto con la cabeza. No acaba de decir tal cosa, ¿cierto?
"¿Qué acabas de decir?", pregunté tartamudeando y él se aproximó todavía más mientras yo ponía mis manos sobre mis labios.
"Acabo de decir, que me des un beso", contestó y soltó una sonrisa, de alguna manera le resultaba divertida mi incómoda situación.
"No te lo daré", respondí rotundamente, tomando aire profundamente y su sonrisa se puso más amplia.
"Como tú quieras", susurró y cuando estaba a punto de voltearse lo tomé de los brazos involuntariamente.
"¿Me prometes que podré llamarlos?", interrogué y él se dio la vuelta, sus ojos se oscurecieron un poco ante lo que dije. ¿Será que se enfadó?
"Ya te prometí que lo haría", dijo en voz alta por lo que tragué un poco de saliva antes de confirmar. Sin más dudas, me acerqué lentamente, tan cerca que su nariz casi chocaba con la mía. Tomé por última vez un poco de aire antes de acercar mis manos temblorosas a un lado de su mandíbula. Clavó su mirada en la mía y mi corazón se agitó mientras permanecíamos allí, viéndonos fijamente, como si estuviéramos buscando algo. Por favor, hazlo de una vez, Adriana. Es solo un pequeño beso, no tiene que durar ni un segundo.
"Esto es muy aburrido", dijo y antes de que pudiera voltearse, me acerqué para besarlo, presioné mis labios contra los suyos y él respondió inmediatamente envolviendo un brazo en mi cuello para profundizar el beso... Nuestros labios se movían al mismo ritmo mientras yo reprimía el impulso de vomitar, él lamía mi labio inferior, tratando de entrar a mi boca. Me negué, por lo que él soltó un gruñido, sin embargo, eso no pareció detenerlo. Ya tenía muchas ganas de terminar, pero a juzgar por las acciones de Draven, sabía que él no quería lo mismo. Entonces, le dio un mordisco a mi labio inferior antes de tirar de él y jadeé, mis sentimientos cambiaron cuando me dio otro beso rudo y lujurioso, además, colocó uno de sus brazos alrededor de mi cintura y jaló mi cuerpo más cerca del suyo. No estaba disfrutando de esto, incluso detrás de mis parpados cerrados, solo pedía que el beso terminara porque no aguantaba las ganas de vomitar. Tomé aire temblorosamente y por fin pude alejarme antes de ver a Draven, cuyo aliento salió en un pequeño jadeo cuando nuestros labios se distanciaron. Sus ojos se oscurecieron y llenos de lujuria volvió a inclinarse para darme otro beso, pero lo detuve colocando mi mano en su pecho, mientras que mi corazón latía con fuerza. No volvería a hacer eso, a menos que él desee que esta vez sí me vomite.
"Ahora la llamada", dije para recordarle y él puso sus ojos en blanco antes de voltearse y soltar un suspiro, obviamente, él no se encontraba contento porque yo estaba "arruinando" el momento. No es que esto fuera algo de verdad. Pues, no para mí, y realmente esperaba que él sintiera lo mismo.
"Te daré tres minutos", expresó metiendo sus manos dentro del bolsillo de su pantalón gris para sacar su celular.
"Pero me habías dicho que eran cinco minutos", protesté, sentándome con la espalda erguida mientras el desbloqueaba el teléfono para también sentarse.
"Te mentí", susurró, arrugando el ceño por lo que me mordí el labio inferior enfadada. ¡¿Cómo era capaz de hacer eso?! ¡De verdad, no entiende lo difícil que fue para mí besarlo!
"Pero...".
"Solo te daré tres malditos minutos, Adriana. No hagas que cambie de opinión", gritó, entregándome el celular mientras yo aguantaba las ganas de llorar y cogía el teléfono. ¡Qué imbécil! Me giré y marqué el número de mi padre, retorciendo nerviosamente algunos mechones de cabello entre mis dedos.
"¿Hola? Papá, soy yo", dije cuando él contestó.
"¿Adriana? Hola linda. ¿Cómo te encuentras?", preguntó del otro lado mientras yo veía a Draven, quien ahora me observaba fijamente para estudiar cada uno de mis movimientos.
"Todo bien papá, ¿cómo estás? ¿Qué fue lo que pasó hoy? ¿mamá se encuentra bien?", lancé mis preguntas y lo escuché suspirar del otro lado.