Mabel puso su mano detrás de su espalda y lo consoló. "Jayden, ¿te sientes mal otra vez?"
En ese momento, parecía incapaz de escuchar ningún sonido. Casi en un instante, pensó en lo que había sucedido hace muchos años y que se convirtió en su única pesadilla.
Hizo todo lo posible para buscarla durante mucho tiempo, pero al final, ya era demasiado tarde para salvar a Stephanie.
Estaba tumbada en la mesa de operaciones con los ojos bien abiertos. Todavía había un rayo de esperanza para el mundo en sus ojos dispersos.
El niño a su lado yacía en un charco de sangre, como si lo estuviera saludando.
Ya se había acostumbrado a esta pesadilla, pero cada vez, su corazón latía violentamente y su cuerpo no podía evitar temblar con los nervios contraídos.
Sólo pudo apretar los puños.
Por un momento, recogió al niño en el charco de sangre. La temperatura de su palma se hizo cada vez más clara con la sangre pegajosa. El olor a sangre llenó el aire de su nariz, casi destruyéndolo.
Todo esto era demasiado real.
Era como si hubiera regresado hace cinco años.
Al ver a Stephanie morir en la mesa de operaciones con sus propios ojos, el arrepentimiento y el remordimiento golpearon su corazón. El dolor era como un raspado de huesos y su conciencia se disipó gradualmente.
De repente, una pequeña mano se apretó contra su fría palma.
Era cálido y suave...
Como una luciérnaga saltando a su palma, encendió la luz en la oscuridad.
Dejó de respirar y no se atrevió a moverse.
Había luchado en la pesadilla innumerables veces, pero nunca había visto una escena así.
Por un momento, se sintió incómodo y no sabía qué hacer. Estaba en trance, pero no se atrevía a moverse ni a abrir los ojos, por miedo a ahuyentar a la esperanzada luciérnaga.
"No tengas miedo. Estoy aquí. Está bien".
En ese momento, una suave voz femenina sonó en su oído, tan suave como un ruiseñor.
En ese momento, apareció una grieta en el alto muro que había estado acumulado en su corazón durante muchos años. La luz de la luciérnaga pasó por su palma.
Su pecho tembló violentamente. Inconscientemente abrió los ojos.
Frente a él estaba el delicado rostro de Mabel, que era un poco más gentil de lo habitual. Parecía salir de sus huesos. Tenía algo de sudor en la frente y sus ojos estaban claros y brillantes, como el primer rayo de luz cálida del amanecer.
Su corazón dio un vuelco. Por primera vez se sintió impotente. Este sentimiento, que nunca antes había tenido, lo inquietaba muchísimo.
Casi inconscientemente le soltó la mano y la empujó. Reprimiendo sus emociones, gruñó: "¡Piérdete!"
Mabel no estaba molesta. En cambio, presionó su mano y dijo con voz clara: "Jayden, no pareces tener buena memoria. Como dije, mientras siga siendo tu esposa, nunca te dejaré hacer lo que quieras". No tienes que alejarme. No puedes.
Ella no alardeó. Después de todo, ella también había practicado artes marciales. Incluso si Jayden no se enfermara, él podría no ser su rival, y mucho menos el enfermo Jayden.
La respiración de Jayden se volvió muy pesada y su visión se volvió borrosa gradualmente. Hizo todo lo posible por reprimir las furiosas emociones en su corazón. "Lo diré por última vez. ¡Piérdete!"
"No me perderé aunque lo digas 10.000 veces".
Después de eso, Mabel se acercó a él con calma en sus ojos. En algún momento sacó una aguja plateada y le dijo suavemente detrás de la oreja: "Jayden, vete a dormir primero. Pórtate bien".
Bien...?
¿Cómo se atrevía esta mujer a decirle esa palabra?
Antes de que pudiera reaccionar, al momento siguiente, sintió un dolor frío en la parte posterior de su cabeza. Después de eso, no pudo evitar cerrar los ojos.
En un instante, el mundo quedó en silencio.
La cálida luz de la luciérnaga seguía brillando.