EMMA ESPERÓ que Levi saliera del baño para que también ella pudiera asearse. Cuando escuchó el sonido de la cerradura, se puso de pie ignorando su propia desnudez. Sintió que su cuerpo estaba muy pegajoso, por lo que necesitaba tomar una ducha. Tocó su piel e hizo una mueca al sentir los fluidos ya secos y pegajosos de Levi, cuyo p*ne había eyaculado sobre su espalda durante el orgasmo. El joven frunció el ceño cuando vio la manera en la que Emma caminaba. Ella solo miró hacia otro lado y continuó caminando. Él continuaba cerca de la puerta del baño, tenía los brazos cruzados y la miraba detenidamente. “¿Qué sucede?”, le preguntó ella, cruzando la mirada con sus verdes ojos. “¿Por qué no caminas derecha?” La joven se detuvo en frente de él y se rio con burla. “¿Bromeas? ¿Luego de lo que me has hecho? No sabes el dolor que…”
“Sí, sí, qué importa”, dijo él mientras se alejaba. Emma lo miró fijamente y vio que recogía su ropa, pero, cuando Levi le devolvió una rápida mirada, ella apartó la vista y se fue al baño. Soltó una grosería cuando un dolor espasmódico activó su sensibilidad. “¡Maldición!”, refunfuñó. La experiencia que había tenido fue buena, pero ahora sufría las consecuencias. Y qué había de Levi… Emma no podía creer la clase de bestia en la que ese hombre se convertía cuando se trataba de s*xo. Andaba únicamente con la bata puesta cuando salió de la sala de juegos de Levi y se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa. No sabía por qué Levi había regresado a casa tan temprano. Además, para ella fue novedoso que Gianna no estuviese con él, pues esa p*ta se comportaba como una sanguijuela cuando estaba a su lado. Bajó a cocinarse la cena y notó que Levi se dirigía a la puerta principal. Entonces, fue a la escalera, se detuvo en el último escalón y sujetó el pasamanos. “¿Te vas?”
Él se detuvo y la miró. “¿Tú qué crees?”, respondió bruscamente mientras fruncía el ceño. “Solo preguntaba”, susurró ella, pero él siguió con el ceño fruncido porque no la escuchó.
“Entonces, cuídate”, se despidió ella como respuesta y caminó hacia a la cocina. Levi sacudió la cabeza mientras veía cómo su espalda se alejaba. Luego, soltó una grosería al notar que había sido descortés cuando su esposa solo le había hecho una pregunta. Pero a quién le importaba. Si la chica llegase a odiarlo, entonces mucho mejor. Y ese había sido su plan todo ese tiempo: hacerla sufrir para que ella lo abandonara. Igualmente buscaría arruinar su vida hasta que ella se viese forzada a dejarlo. Cuando Levi entró al auto, tomó su teléfono que estaba en el asiento del pasajero y marcó al número de Adan. Su amigo respondió la llamada luego de cuatro timbrazos.
“Veámonos, imbécil”, dijo Levi mientras apretaba las manos en el volante. Adan rio desde el otro lado de la llamada. “Bien, en el mismo lugar”, respondió para luego colgar la llamada, lo cual hizo enojar a Levi. Luego, encendió el auto y salió a toda velocidad.