Capítulo 76
729palabras
2024-02-05 00:02
Cuando Elisa terminó de hablar, se dio vuelta para mirar a Fernando: "Vamos que tengo hambre. Quiero comer algunos bocadillos".
El hombre también recordó lo que había pasado esa noche y comprendió al instante por qué razón la joven le pedía que regresara.
‘Mi futura novia es bastante vengativa”, murmuró para sí mismo Fernando.

Sin embargo, le gustaba que fuera de esa manera.
Había que saber diferenciar entre amor y odio, y la venganza podía ser peligrosa.
Fernando miró a Fabián y, antes de irse, añadió: "Sr. James, lo siento. Mi futura novia no quiere llevarlo y tenemos que irnos ahora". Y sin dudarlo arrancó el automóvil.
Elisa miró a Fabián por el espejo retrovisor y sintió un gran alivio.
Ella era bastante vengativa y recordaba todo lo que había sucedido en el pasado.
Fabián se quedó allí, observando cómo el auto desaparecía gradualmente en la distancia. En ese momento, sintió que el cigarrillo que estaba fumando ya no tenía sabor.

Aunque estaba seguro de que lo habían hecho a propósito, no pudo evitar enfurecerse.
Cuando Leonardo condujo hasta el lugar que Fabián había mencionado, lo vio parado junto al auto fumando con la cabeza mirando al piso.
El hombre pensó que Fabián se estaba impacientando, entonces estacionó el auto rápidamente al costado de la carretera y abrió la puerta. Luego se bajó y se acercó: "Señor James, me comuniqué con el conductor del remolque. Estará aquí en unos instantes".
Al escuchar esto, Fabián lo miró, apagó el cigarrillo que tenía en la mano y le ordenó: "Dame la llave del auto".

Sin decir una palabra, Leonardo sacó la llave que llevaba en su bolsillo y se la entregó.
El rostro de Fabián amenazaba a cualquiera que quisiese interponerse, así que entró al auto sin interrupciones y aceleró de inmediato.
Leonardo se quedó parado al costado del camino, viendo como su auto se iba a gran velocidad. No sabía qué era lo que lo tenía preocupado a Fabián, pero sabía que tenía que ser algo complicado.
Había trabajado para ese hombre durante tantos años y, aunque no lo conocía completamente, enseguida se daba cuenta cómo se sentía Fabián bajo cualquier circunstancia.
Sin embargo, esta noche fue diferente, era evidente que Fabián estaba enojado, pero había más emociones de las que Leonardo podía describir.
Pero a la larga, su jefe era imposible de descifrar, y debía dejarlo ir.
Cuando llegaron a un semáforo en rojo, Fernando detuvo lentamente el auto.
Elisa giró para verlo al volante, esta noche parecía más lindo que de costumbre.
"¿Crees que soy mala?"
No sabía por qué, pero eso continuaba resurgiendo en su mente.
Fernando giró la cabeza y esbozó una media sonrisa: "Sí".
Sus ojos marrones eran provocadores y seductores.
Elisa arqueó las cejas, y justo cuando estaba a punto de hablar, Fernando dijo: “Pero eres adorable”.
"¿Adorable?"
Esta era la primera vez que Elisa escuchaba a alguien asociar la palabra malo con ternura.
"Sí", respondió él con mucha seriedad.
A Elisa no le gustaba esa mirada, entonces giró su cabeza hacia otro lado: “Sr. Dawson, claramente es un experto en seducción, en breve estará diciendo frases armadas, ¿verdad?”
"Elisa", la llamó Fernando sorpresivamente por su nombre.
En su voz profunda y suave, podía notarse más seriedad de lo acostumbrado para él.
Elisa no tuvo más remedio que dejar de sonreír y volver a mirarlo: “¿Sí?”
"¿Te importa que tenga tantas novias?"
Utilizó aquella palabra como si fuera una cuestión técnica.
"No”, respondió ella arqueando las cejas.
Sólo cuando amas a alguien te importaría que tuviera muchas novias y desearías que fuera solo tuyo.
Sin embargo, aunque Fernando le parecía atractivo, Elisa no lo amaba.
Si algo había aprendido de su matrimonio con Fabián, había sido a comprender sus sentimientos, y no caería en emociones simples con aquel galán.
Tan pronto como ella dio su respuesta, la mirada de Fernando se volvió oscura: “Elisa, si yo no fuera como se me describe en internet, ¿tú me amarías?”
"Señor Dawson, no hay se puede vivir en suposiciones", respondió Elisa.
Luego levantó la mano y señaló al frente: "El semáforo se puso verde".
Antes de encender el motor, Fernando la miró nuevamente.
Elisa apretó los labios, no sabiendo si era su imaginación, o si los ojos de Fernando realmente querían contar algo más.
Pero ella tenía razón, en este mundo, no se podía vivir de suposiciones.