Capítulo 33
746palabras
2024-01-11 11:48
Fernando se quedó mirando a Elisa sin decir una sola palabra más.
Lucía vio que su jefa estaba preocupada por algo, así que se acercó a su lado: "Señorita Marques, ¿se siente mal?"
Esas palabras la volvieron a la realidad, y negó sacudiendo su cabeza.

Al girar, Elisa vislumbró a Fernando y sonrió: "Señor Dawson, ¿también está esperando a su conductor?"
El hombre la miró intensamente y respondió: "Pienso hacerte compañía".
Elisa se rio ante esas palabras: "No esperaba que tuvieras un pasatiempo así".
Con una sonrisa, Fernando agregó: "Mi pasatiempo es usted, señorita Marques. Ya debería saberlo".
Elisa se sorprendió por esa respuesta, y no continuó sonriendo.
Cuando el conductor llegó, la joven miró a Fernando y le dijo: "Sr. Dawson, me voy a casa".

Luego de decirle esto, se subió al asiento trasero del auto y cerró la puerta sin más.
Lucía se aseguró de que Elisa se fuera con seguridad, para entonces subir a su propio auto y también retirarse.
En el auto, la joven tuvo que abrir la ventana porque continuaba sintiéndose mal, el viento en su rostro debería calmarla un poco.
Pero, con la entrada de aire frío, sintió un fuerte dolor en su corazón, se estaba culpando a sí misma.

Mientras se regañaba internamente, cerró los ojos y permitió que el alcohol de su cuerpo luchara contra el viento del exterior.
Intentó que el aire la refrescara camino a su casa, pero sólo hizo que le doliera aún más la cabeza.
Le pidió las llaves del auto al conductor, y se dirigió al ascensor de su departamento, mientras le enviaba un mensaje de texto a Lucía.
El ascensor estaba repleto de gente, y de pronto, Elisa sintió ganas de fumar.
Ella nunca antes había fumado, no como Anna, que era fumadora ocasional.
Salió por un momento del edificio de apartamentos, cuando escuchó que alguien la llamaba.
Al ver que quien le hablaba era Fernando, se sorprendió: "¿Señor Dawson?"
"¿A dónde vas?", indagó Fernando.
Elisa lo miró, y evadiendo su pregunta, expresó: "¿Tienes cigarrillos?"
"¿Quieres fumar?", le preguntó sin importarle por qué quería hacerlo.
Ante esa actitud, Elisa sonrió y asintió.
Fernando se rio, y con un gesto de la mano la invitó a acercarse.
La joven no se movió ni un centímetro, se quedó parada observando al hombre: "No dije que iría con usted, Sr. Dawson".
Ella sólo quería fumar, nunca dijo que necesitaba compañía.
Al escuchar sus palabras, Fernando sonrió, no solo con su boca, sino también con sus ojos.
Frunció sus delgados labios y una perversa sonrisa apareció en su rostro. Elisa no era ninguna chica inocente.
"¿Quieres fumar aquí?", le preguntó.
Elisa quedó atónita antes de darse cuenta de que estaba parada frente a su apartamento.
De hecho, este no era un buen lugar para fumar.
Luego, levantó su bolso y caminó hacia él: "¿A dónde quieres ir entonces?"
Fernando la miró y dijo: "No tenemos que ir a ningún lado. Mi auto está estacionado allí".
Mientras hablaba, se acercó a su ostentoso automóvil, y abrió la puerta para invitarla a entrar.
Elisa lo miró con desconfianza, y él sabía perfectamente qué estaba pensando. Entonces, le dijo: "No me mires así. Me hace parecer como si estuviera secuestrando a una niña inocente".
Elisa se rio entre dientes y se subió al auto.
Fernando cerró la puerta, rápidamente caminó hacia el lado del asiento del conductor y se subió.
Sacó un paquete de cigarrillos y le entregó otro a ella: "¿Acaso fumas?"
Elisa fue completamente honesta: "No".
"Déjame enseñarte", le dijo él con una seductora mirada.
Fernando extendió la mano y sacó un cigarrillo de la caja: "En realidad, no es difícil. Lo enciendes y das una aspirada, una vez que está prendido, puedes fumar como quieras".
Las indicaciones lo hacían parecer simple, pero ante la primera bocanada, Elisa se atragantó. El fuerte olor a humo la ahogó y casi brotan lágrimas de sus ojos. No sabía por qué le gustaba fumar a tanta gente.
Luego de esa experiencia, no quiso fumar nunca más.
Fernando sacó un cenicero de un costado: "Dámelo".
Elisa le acercó el cigarrillo y el hombre lo apagó. Luego, la miró y le dijo: "Claramente no estás de buen humor. ¿Quieres que demos un paseo?"
Ella negó con su cabeza: "Tuve un fuerte dolor de cabeza en el camino de regreso".
Estaba sobria, pero no se sentía del todo bien aún.
Y la experiencia con el cigarrillo, ahora comenzaba a parecerle un poco t*nta.