Después de que Santiago se fue, Daniela, la madre de Fabián, se apresuró a ayudar a su nuera. "Elisa, ya levántate. Los fragmentos de la taza pueden lastimarte".
"Mamá, espera", dijo el hombre, alargando su mano para detenerla. Luego, miró a Elisa y le preguntó: "¿Oíste lo que dijo el abuelo? Sabes lo que has hecho mal, ¿verdad?".
"Fabián, creo que lo he dejado muy claro. Yo no empujé a Cecilia. No hice nada malo".
Aunque la chica se encontraba temblando de frío, estaba decidida a no ceder. Por lo tanto, miró con firmeza a su esposo.
"Bueno, si así quieres que sea esto. ¡Mayordomo, lleva a Elisa a la piscina! Tiene que pensar en qué hizo mal", dijo Fabián, haciéndole señas al hombre para que se acercara.
"Elisa es tu esposa, Fabián. ¿Cómo puedes tratarla así?", negó Daniela con la cabeza.
"Una mujer tan perversa no puede ser mi esposa", replicó el chico muy seriamente.
Elisa sintió un repentino y fuerte dolor en el pecho ante las palabras de su esposo. En un principio, ella pensó en mostrarle la evidencia que demostraba que la estaba culpando erróneamente, pero ahora prefirió quedarse callada.
Sin más qué decir, Fabián se fue sin mirar atrás.
La chica vio al hombre alejarse y sintió que el amor que sentía por él se desvanecía poco a poco.
El mayordomo miró a Daniela, quien se había opuesto a la idea del joven James. Sin embargo, Fabián era el segundo al mando después de Santiago, así que no se atrevería a desobedecerlo. Por lo tanto, el hombre se inclinó ligeramente hacia la chica, que se hallaba sentada en el suelo, y dijo: "Señora Elisa, no se resista, por favor".
"Ve y dile a Fabián que al único lugar que iré será a mi habitación para ducharme y cambiarme de ropa”, respondió la mujer mientras se levantaba. Ella se sacudió los fragmentos de la taza del pantalón y subió las escaleras tranquilamente, dejando totalmente sorprendidos a su suegra y al mayordomo.
Cuando Elisa volvió a su dormitorio, se duchó pacientemente y se puso ropa limpia. Luego, empacó todas sus pertenencias en una maleta.
Al terminar, la chica se sentó frente al tocador para peinarse. No obstante, justo cuando lo estaba haciendo, Fabián irrumpió repentinamente.
Entonces, antes de que la chica pudiera decir algo, él la jaloneó de la muñeca, logrando que casi se cayera de la silla.
"¿Qué te pasa, Fabián? ¿Acaso estás loco?".
"Yo no, pero tú sí lo estás. Lastimaste a Cecilia, ¿y crees que no hiciste nada malo? Será mejor que vayas y le pidas disculpas. Esta es tu última oportunidad. ¡Pídele perdón a Cecilia o vete de esta casa!", dijo el chico, muy furioso.
Elisa sintió que su esposo casi le rompía la muñeca, así que forcejeó contra él y gritó: "¡Ya basta! Ya te dije que yo no empujé a Cecilia al agua. ¡Ella se lanzó sola a la piscina!".
Cuando la oyó, Fabián se quedó pasmado, por lo que la chica aprovechó la ocasión para liberarse de su agarre.
Elisa se puso de pie con dificultad, miró al hombre que solía amar y dijo muy tranquilamente: "Sé que no me crees, Fabián. Así que divorciémonos. Será mejor así".
El hombre creyó que mostrándose enojado haría ceder a su esposa. Mas, fue todo lo contrario. No logró nada más que quedar pasmado al oír sobre el divorcio.
Tras eso, la chica abrió la puerta y se fue. Ella caminó lentamente porque le dolía todo el cuerpo. Al parecer, el que tardara en cambiarse la ropa mojada afectó a la chica.
Elisa salió de la villa de James con su maleta y, una vez fuera, llamó a su amiga Anna.
Minutos más tarde, la chica llegó en su auto.
"¿Por qué estás aquí, Elisa? ¿Acaso el bast*rdo de Fabián te echó de la casa?", preguntó Anna mientras bajaba de su coche e iba corriendo hacia su amiga.
"No, Anna. Tranquila. Yo decidí irme. Incluso le pedí el divorcio", contestó la chica.
"¿Qué? ¿Estás segura de que quieres divorciarte?", preguntó Anna. Como su amiga, la mujer conocía lo mucho que Elisa amaba a Fabián, así que quería saber si ella en verdad quería separarse.
Elisa asintió hacia su amiga y respiró aliviada, por lo que Anna exclamó: "¡Oh, por Dios! ¡Por fin te diste cuenta de que ese tipo no se merece a una mujer como tú! Vámonos de aquí, querida. No estés triste. ¿Qué te parece si vamos a un bar? Te servirá para que te diviertas y olvides a ese idi*ta".