Capítulo 55
1505palabras
2023-12-10 00:01
Mientras tanto en Grupo Liu...
Graham y Naín estaban en una reunión de la junta directiva. El motivo era abordar los repentinos cambios de participantes en el proyecto inmobiliario que Grupo Liu desarrollaba desde hace un año.
Los altos ejecutivos estaban desconcertados, pues Grupo Liu había decidido sacar a Constructor Morales del proyecto, a pesar de que se había gastado una fuerte suma de dinero para seguir con la planificación estipulada.

"Representante Zhang, ¿el presidente Liu sabe sobre esto? ¿No cree que deberíamos llamarlo en este momento y pedirle que se presente?", sugirió uno de los presentes.
"No hace falta, pues como pueden apreciar, es una orden del mismísimo presidente. ¡Él firmó el documento!", respondió Graham, lo suficientemente alto para que todos lo escucharan.
"Pero señor, ¿por qué el presidente eliminó a Constructor Morales? Prácticamente llevábamos un año trabajando juntos. Además, no veo ningún error en los edificios que ha entregado", intervino otro hombre, visiblemente agitado.
Graham colocó su espalda en el respaldo de la silla y escuchó, sin ganas, las quejas de los demás miembros de la junta directiva.
"¿Dónde está el presidente Liu, representante Zhang? Desde que el ex presidente se jubiló y dejó a cargo a su nieto mayor, nadie lo ha visto adentro de las instalaciones", comentó uno de los ejecutivos.
"¡Es verdad!", se sumó otro.

"Tienen toda la razón. Por más reservado que sea el presidente, es imposible que nadie lo haya visto. ¿De verdad existe?", agregó un tercero.
Los miembros de la junta directiva, cansados de tanta opacidad y molestos por la expulsión de Constructor Morales, decidieron externar las preguntas que llevaban mucho tiempo inquietándolos.
Por su parte, Graham mantuvo la misma actitud desinteresada, aunque con la mirada recorría a cada uno de los presentes. Por su parte, Naín se mantenía estoico ante el alboroto.
De repente, Graham azotó los documentos que tenía frente a él sobre el escritorio de mármol. Los miembros de la junta directiva saltaron por la sorpresa y lo voltearon a ver. Al darse cuenta del sombrío semblante del representante de la presidencia, se mortificaron.

"¡El presidente Liu no solo está en este edificio, sino que los está viendo en este mismo momento!", señaló Graham con solemnidad.
Los altos ejecutivos contuvieron la respiración al escuchar aquello. ¡El presidente Liu los veía como si fueran piezas en un tablero de ajedrez!
En Grupo Liu, a Graham los demás lo conocían como el representante del presidente. Los únicos que sabían que él era Graham Thiago Liu, presidente de la empresa, eran Naín y Rita.
No le gustó que comenzaran a cuestionar su identidad, pues hasta ese momento había tomado toda clase de precauciones para seguir con la mentira.
Entre las medidas que había tomado para que nadie descubriera su identidad estaban: la construcción de un ascensor privado, que le permitía llegar directamente a su oficina sin que nadie lo viera. Además, no tenía ni chófer ni guardaespaldas, para que todos pensaran que él era simplemente un empleado más.
En tercer lugar, la oficina de la presidencia siempre estaba cerrada con llave, pero adentro había una puerta que conectaba con la 'Oficina de Representación', por donde siempre entraba Graham. Y la última medida, aunque no la menos importante, era amenazar de mu*rte a cualquier persona que hiciera preguntas sobre el presidente de Grupo Liu.
"Señor, no es nuestra intención hacerlo enojar. Simplemente estamos preocupados porque perdimos varios millones por su decisión", dijo uno de los ejecutivos.
"¿Acaso las acciones de Grupo Liu se desplomaron por esto?", cuestionó un visiblemente molesto Graham.
Todos negaron con la cabeza, antes de comenzar a susurrar. De hecho, Grupo Liang no solo no tuvo repercusiones económicas tras la expulsión del proyecto de Constructor Morales, sino que consiguió un mayor margen de ganancia por violar el contrato de tres años.
"No se preocupen por el presupuesto asignado a ese proyecto. El presidente tiene todo bajo control", agregó Graham, antes de pararse y dirigirse hacia la puerta. Estaba a punto de salir de la sala de juntas cuando le preguntaron algo.
"Representante Zhang, ¿por qué motivo el presidente Liu sacó del proyecto al presidente Bermudez?", quiso saber uno de los hombres.
Con calma, Graham se dio la vuelta y con una sonrisa irónica respondió: "¡Porque Bermudez ofendió a su mujer! ¡Ya se imaginarán que eso molestó mucho al presidente!".
Acto seguido, salió del lugar. Rápidamente Naín lo siguió, no sin antes hacerle una mueca de desdén a los presentes.
"¿Quién es la mujer del presidente?", preguntó uno de los altos ejecutivos en un susurro.
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Mientras tanto, en Estudio Tabita...
Jael y Amabel estaban ocupadas clasificando las telas que Elvira usaría para confeccionar los vestidos de Jacinta. Llevaban días abrumados, pues solo les habían dado un mes de plazo.
"¡Muy bien! Eso es todo por ahora. ¡Salgan ustedes primero a comer!", les indicó Elvira, tras percartarse de la hora.
Jale y Amabel asintieron y salieron del lugar. Había un restaurante al lado de su trabajo que ofrecían platillos deliciosos y con descuento a todas las personas que trabajaban por la zona y eso incluía a los empleados de Estudio Tabita.
Apenas los empleados se fueron, alguien entró en el lugar. Sin embargo, Elvira estaba tan ocupada en sus bocetos que no se molestó en alzar la mirada ni notó que un hombre se había parado detrás de ella y la veía con el ceño fruncido.
"¿Estás en huelga de hambre o acaso es una nueva estrategia para dejar de ser cachetona?", preguntó Graham con malicia.
"¡Ah!", gritó ella por la sorpresa, tirando el lápiz que tenía en la mano y las tijeras que estaban en su escritorio al suelo. Acto seguido, se volteó para encarar al intruso.
"¡Thiago! ¡No me vuelvas a espantar así que me va a dar un infarto!", se quejó ella, colocando una mano sobre su pecho.
"¡Perdóname!", contestó él. Se le había olvidado que la modista padecía del corazón y espantarla no era bueno para su salud.
"¿Ya comiste?", preguntó el preocupado Graham, tras unos segundos.
"No, no tengo tiempo. ¡Estoy muy ocupada!", señaló ella, antes de concentrarse una vez más en su trabajo.
"Tienes que comer. ¡No pasará nada si te olvidas de los vestidos por un rato!", dijo el hombre, que no estaba contento con la respuesta ni con la actitud de la diseñadora.
"Pero... ¡Oye! ¿A dónde vamos?", preguntó la mujer apenas sintió que la tomaban de la mano. Lo siguiente que supo fue que estaba en el estacionamiento, frente a un carro.
"¡Entra! ¡Te llevaré a comer!", indicó él con una seriedad similar a la que alguien usaría para abordar un asunto de vida o muerte.
Resignada, Elvira se subió al carro y se abrochó el cinturón de seguridad.
En 20 minutos, estaban en un lujoso restaurante, cerca de las dos torres. Como él había hecho una reservación, el mesero los llevó directamente a su mesa.
"Thiago, necesito terminar el pedido en un mes. ¡No puedo perder el tiempo!", lanzó Elvira, mirando su reloj.
A Graham le hirvió la sangre al escuchar aquello: no era que Elvira no quisiera comer con él, ¡sino que también lo ignoraba por completo! Al darse cuenta de esto se dejó llevar por la ira, agarró la muñeca izquierda de la mujer y le quitó el reloj.
"¿Qué haces? ¡Devuélvemelo!", exigió ella.
"¡Te lo daré cuando acabes de comer!", contestó él con seriedad, guardando el reloj en su bolsillo.
Elvira lo fulminó con la mirada y, como respuesta, Graham alzó una ceja.
Apenas les sirvieron la comida, él pinchó un trozo de carne con el tenedor y se lo metió en la boca a su invitada. Ella ya se había acostumbrado a que él le diera de comer cada vez que salían.
"¡También quiero de ese!", comentó Elvira, señalando con el dedo otro de los platillos que había sobre la mesa.
"¿Este?", preguntó un alegre Graham.
"¡Sí! ¡Y también de aquel!", agregó la mujer. Estaba tan concentrada en su mundo que no notó que él no había comido nada.
Apenas se dio cuenta de la situación, se sintió apenada. Por eso, tomó un trozo de carne con el tenedor y se lo puso en la boca a Graham. "Prueba este. ¡Está delicioso!", le dijo con una sonrisa.
Él aceptó gustoso el bocado. No se dieron cuenta de que se estaban dando de comer y, por ello, varios de los comensales los veían con admiración y envidia.
Apenas terminaron, Graham llevó de regreso a Elvira al estudio y se fue. Mientras manejaba, llamó a Naín.
Por otra parte, Jael estaba llenando unos documentos cuando sonó su teléfono. Contestó y sonrió mientras escuchaba a su interlocutor. Apenas colgó, le marcó a Elvira para informarle la situación: "Señorita Hidalgo. La persona que encargó los vestidos para la señorita Ávila dijo que no tenemos que terminar los 30 en un mes: únicamente tenemos que concentrarnos en el de su cumpleaños y los demás los podemos entregar a nuestro propio ritmo".
"¿De verdad? Gracias a Dios", contestó Elvira, pensando que se había librado de toda la presión.