A la mañana siguiente, Elvira se despertó tarde y enseguida le envió un mensaje a su tía. Fue al baño y se arregló. Luego, salió de su apartamento y condujo en dirección al atelier de su tía.
Iba para la oficina de ella cuando vio que una señora elegante reprendía a una de sus empleadas.
"¡Mira lo que has hecho! ¿Cómo podré ponerme esto? No lo voy a comprar, salga el tiro por donde salga". La mujer señalaba a Jael mientras sostenía una bata. El dobladillo del vestido estaba roto y había un pequeño agujero en la parte del vestido que quedaba debajo de la axila.
Fue a su encuentro. "Jael, ¿qué pasó?", preguntó gentilmente a la empleada, obviamente asustada y que miraba al suelo. Cuando levantó la cabeza, miró a Elvira de inmediato. "Señorita Hidalgo, fue ella quien chocó conmigo accidentalmente cuando yo estaba colgando unos vestidos en el perchero", dijo, tartamudeando y con nerviosismo en la voz.
"¿Por qué cuelgas los vestidos en el perchero?". Elvira se quedó atónita. Miró los vestidos que estaban detrás de ellas y vio que la mayoría eran sus diseños y creaciones. Cuando miró el vestido roto en las manos de la mujer, se percató de que era el que acababa de confeccionar, justo la semana pasada. Era un poco caro debido a los materiales empleados y a su calidad.
"Ella escogió todos estos, señorita Hidalgo. Dijo que su novio vendría más tarde a pagar", explicó Jael con cortesía mientras miraba a la mujer.
"¿Usted es la dueña? Verá, me gusta mucho este vestido, pero esta estúpida empleada suya lo rompió". La mujer estaba furiosa.
Elvira arqueó una ceja cuando oyó la palabra estúpida. Sintió compasión por Jael, que ya estaba a punto de llorar.
"Señorita Hidalgo, de verdad que no lo hice", dijo con una voz muy suave. Jael siempre había tenido una personalidad fuerte. Ella no entendía por qué estaba siendo tan dócil en este momento. Elvira miró severamente a la mujer y le quitó el vestido.
"Puedo solucionar esto en un santiamén. Solo tiene que pagarme el cincuenta por ciento", le ofreció con una voz muy serena y clara.
La mujer torció el gesto. "¿Cree que me estoy quejando por eso? ¿Para que me haga un descuento? ¡Qué ridículo! Esta tienda es increíble". Su voz era fuerte y aguda. Elvira lanzó un grito estridente y sacudió ligeramente la cabeza.
"No, señorita. Esta es la única manera de resolver esto". Miró a Jael, que no salía de su asombro.
"Señorita Hidalgo, puedo probárselo. Yo no tropecé con ella. Tenemos circuito cerrado de televisión". Jael se alteró al escuchar la acusación de la mujer.
"Está bien, Jael. No te preocupes". Elvira le dio unas palmaditas en la espalda.
"Ustedes dos, ya verán cuando mi novio venga. Seguramente pondrá a cada una en su lugar". La mujer las señaló con altivez, con la otra mano en la cintura.
Elvira estaba a punto de hablar cuando oyó que se abría la puerta automática. Al darse la vuelta, vio al hombre que acababa de besar la noche anterior. Se sonrojó en el acto. Él la miró de pies a cabeza.
Ella tenía puesto un enterizo blanco, ceñido, sin mangas, con el talle ajustado por un cinto fino cuya hebilla era un sencillo rectángulo brillante con perlas en los bordes. El escote de su vestido no era ni muy revelador ni demasiado reservado, y el dobladillo estaba solo cinco centímetros por encima de sus rodillas. Su cabello castaño y rizado, hasta los hombros, caía libremente sobre su hermosa clavícula. Su vestido hacía juego con sus tacones blancos de tres pulgadas de alto. Su maquillaje era ligero y se había puesto un lápiz labial que parecía un pétalo de rosa. Se veía glamorosa y seductora. El hombre no pudo evitar mirarla fijamente durante un rato.
"¡Thiago, viniste! ¡Mira! La empleada de esta mujer chocó conmigo hace un momento y accidentalmente rompió el vestido que elegí para tu fiesta de cumpleaños. Y ella se ofreció para solucionar el asunto, dándome un cincuenta por ciento de descuento. ¿No es un insulto? ¿Qué se cree ella? ¿Que somos pobres y no podemos pagar el precio completo?", soltó la mujer inmediatamente.
Elvira se dio cuenta de lo irrazonable que era esta mujer. Y ella decía que era la novia de Graham. No pudo evitar entrometerse.
"¿Esta es tu novia? Tienes un gusto horrible", dijo en un tono alto y sonriendo. Jael, que estaba en un rincón, se rio entre dientes cuando oyó a Elvira insultar a la mujer.
"¿Qué dijiste?". La mujer estaba a punto de abalanzarse sobre Elvira, pero Graham la sujetó del brazo y se puso delante de ella.
Se acercó, inclinó la cabeza y le susurró al oído a Elvira: "¿Y el hombre con que saliste anoche? ¿Quién crees que tiene peor gusto?". Se burló al tiempo que arqueaba las cejas.
Lo que Graham dijo fue un murmullo y solo Elvira pudo oírlo. De repente, lo empujó, pero él permaneció parado en el lugar. Sus palabras la impactaron.
"En primer lugar, él no es mi novio. En segundo lugar, lo dejé en el restaurante. En tercer lugar, pero no menos importante, tu novia no está siendo razonable", le respondió también en un susurro.
Su mirada fulminante era capaz de hacer que Graham perdiera el control por completo. Sus rostros se aproximaron tanto que la mujer y Jael se quedaron atónitas.
"¡Thiago!". Al ver la proximidad entre ellos y que se seguían diciendo cosas al oído, la mujer lo jaló para separarlo de Elvira.
Graham le puso la mano en el hombro a Jacinta. Volvió a mirar fijamente a Elvira, quien lo seguía mirando con cara de pocos amigos.
"Voy a comprar todo lo que mi mujer escogió, pagando el precio completo", dijo con arrogancia.
Jael estaba sorprendida. Se quedó boquiabierta, literalmente hablando. La mujer estaba eufórica. Su expresión de desdén la hacía sentirse poderosa. Pero Elvira se limitó a asentir con frialdad y hasta se encogió de hombros.
"Está bien. Gracias por la compra. Jael me ayudará a empacar estos vestidos, incluido el roto", dijo ella en un tono muy gentil. Graham abrió mucho los ojos, intrigado por su frialdad y su actitud indiferente.
"Tu mujer, ¡vete a la m*erda! Ella es todo maquillaje y arrogancia, solo eso", pensó mientras ayudaba a Jael a empacar los vestidos.
"Señor Thiago, ya que ha comprado tantos vestidos en nuestro atelier, en agradecimiento, le daré dos gratis. Señorita...".
"¿No me conoces? Soy Jacinta Ávila". La mujer finalmente se presentó. Destacó su nombre en voz alta para asegurarse de que Elvira la oyera y que le sonara su nombre.
Elvira fingió estar pensando. Miró al techo y levantó la cabeza hacia un lado por un momento, mostrando su hermoso, suave y bien formado cuello. Entornó los ojos. "¡Oh! Lo siento, no la conozco", dijo, y le dio la espalda.
"¡Yo tampoco! Yo...". Jael secundó a Elvira, que le lanzó una mirada de advertencia. Entonces Jael retrocedió e inclinó la cabeza.
Graham simplemente observaba todo. De hecho, le divertían los diferentes personajes representados por estas mujeres. "No hay duda. Las mujeres son buscapleitos", pensó.
Cuando terminaron de empaquetar los vestidos, Jael les entregó algunos, pero Jacinta exigió que los otros se los llevaran a la casa. De repente, a Elvira se le ocurrió una idea.
"Señorita Ávila, ¿y si entregamos sus vestidos en casa del señor Thiago? Creo que sería más romántico si él mismo se los da". Con toda intención, enfatizó la palabra romántico, para darle a Jacinta una pista clara.
"¡Eh!". Jacinta se llevó el dedo índice a la boca e hizo un puchero, pensando en lo que Elvira acababa de decir.
"Espero que muerda el anzuelo". Elvira estaba murmurando sola. Tenía las manos en la espalda, con los dedos cruzados.
Jael, que estaba detrás de ella, vio esto, pero mantuvo la boca cerrada. Lo que fuera que estuviera pensando la sobrina de su jefa no tenía nada que ver con ella. Pero aquello le olía a chisme.
"Creo que tienes razón. Thiago, me gustaría que dejaran estos vestidos en tu casa, y que permanezcan allí por un tiempo. Por lo general, estoy fuera de la ciudad, así que no habría nadie en casa para recibirlos", explicó.
"¡Perfecto!", dijo Elvira de manera automática.
"Eso no es ningún problema". Graham no lo pensó dos veces. Estuvo de acuerdo inmediatamente, luego de oír que era razonable.
Jael preparó los documentos del envío. "Señor, su nombre completo, por favor", preguntó amablemente.
Jacinta metió la cuchareta. "Su nombre es Thiago Zhang".
Elvira quedó impactada al oír el apellido de Graham. De pronto, sintió ganas de esconderse o de desaparecer por un tiempo. Al mirarlo, vio su rostro todo cubierto de una mofa absurda. La llamaba estúpida sin abrir la boca. Elvira le lanzó una mirada asesina.
Jael tecleó el nombre y la dirección de Graham y, cuando estaba a punto de escribir su número de teléfono, Jacinta intervino. "Solo usa mi número", ordenó con arrogancia, lo que hizo a Jael titubear. Jacinta no quería que otras personas supieran el número de él, pero Elvira tenía su dirección, lo cual era mejor.
Cuando casi se iban, Elvira lo llamó por su nombre. "Señor Zhang, siguiendo una norma de nuestro atelier, tendremos presente su cumpleaños, y el de su novia. Como se ha convertido en vip nuestro, le enviaremos algunos obsequios, o su novia podrá escoger cualquiera de mis diseños, o de los diseños de mi tía, de manera gratuita", expresó alegremente.
Jael se quedó estupefacta. Sabía que no había tal norma en su atelier.