"Partida de brujos y sus juegos de mi*rda". Gonzalo le reclama a Emanuel. Tengo la cabeza sobre su tórax y siento cómo su pecho retumba con cada palabra que dice, lo cual me resulta inesperadamente confortante...
"Sé que eres el único", señala a Emanuel, "capaz de retirar el hechizo. No la necesitas", dice señalando a Emanuela.
"En principio, sí". Emanuel se cruza de brazos y le sonríe a Gonzalo, una sonrisa que no es genuina, típica de quien sabe que ha superado a la otra persona; la sonrisa del ganador. "Cuando haya consumado el hechizo, tendremos que salir de aquí para que ustedes no nos coman. Por lo tanto, ambos tendremos que ser más fuertes para poder marcharnos".
"¡Restablécela ya!". Gonzalo gruñe. Nunca lo había oído gritar tanto. Entiendo su frustración. Con lo cansada y malhumorada que estoy ahora, es normal que reaccionemos así. Tenemos que esperar que Emanuel y Emanuela se reactiven, y no sé si eso pasa por tomar una siesta, comer o descansar. ¡Qué remedio!
"Gonz, déjalos descansar. Ellos...". Bostezo antes de poder terminar la frase. La vista se me comienza a nublar al paso que me apoyo aún más en el pecho de Gonzalo, que sostiene la mayor parte de mi peso. Ahora que la adrenalina ha disminuido, el agotamiento me está pasando una mayor factura. Siento que los ojos se me cierran, y que dentro de pocos segundos voy a desmayarme.
"No bebé, mantente despierta. Mi*rda, ¿ves lo que le has hecho?". Me parece que Gonzalo le está gritando a Emanuel, pero apenas presto atención. De repente, siento un mareo extremo. He estado a toda máquina durante los últimos treinta minutos, pero comienzo a flaquear.
"Mira, no tuve otra opción". Siento la voz de Emanuel apagada, como si estuviera bajo el agua. Creo que dice algo más, pero no consigo captar ni una palabra. Siento la cabeza como si me la hubieran rellenado con algodón. En el momento en que el mareo y la visión borrosa del sueño casi me consumen, algo helado cae sobre mi rostro. Abro los ojos con mucho pesar y veo a Gonzalo con el entrecejo fruncido y enfocado en mi rostro. Creo que me pone un paño frío en la cara, al menos eso es lo que siento. ¡Qué lindo y tierno se ve cuando se concentra!
Su ceño fruncido se convierte en una leve y divertida sonrisa mientras contrae los labios. "Tú también eres linda y tierna", agrega. "Oh, no", digo en voz alta...
Se sienta en el sillón y me coloca cómodamente en su regazo. Me vuelven a dar la enorme taza de café y me dicen que me la beba. Al tomar un sorbo, me estremezco y vuelvo la cabeza.
"Hace frío", digo gimoteando. Me gusta el café caliente. Me gusta el café helado. Detesto el café a temperatura ambiente con una pasión ardiente. Es repugnante y antinatural. "¡Qué ardor!".
Sin necesidad de que Gonzalo recaliente el café, este vuelve a calentarse como por arte de magia. Emanuel agita la mano, cual si fuera una varita mágica, y la taza se calienta.
"No uses más tu magia innecesariamente, brujo".
"Mi*rda, la culpa es mía", responde Emanuel a Gonzalo, quien lo fulmina con la mirada desde el otro lado de la habitación. Emanuel y Emanuela están comiendo galletas, probablemente para energizarse más y poder obrar el hechizo. Supongo que ninguno de los dos se siente cómodo durmiendo en territorio enemigo. Los lobos tampoco pueden descansar con comodidad mientras tienen seres mágicos en su territorio. Esta va a ser una larga noche…
"Has descansado lo suficiente. Ahora retira el hechizo". Gonzalo me lleva frente a Emanuel y Emanuela. Él no ha dejado de moverse de un lado a otro y de moverse nerviosamente desde que ellos comenzaron a descansar. Gonzalo está ansioso porque abandonen su territorio, lo cual es comprensible. Es obvio que hubo tensión entre los hechiceros y los lobos, y esto simplemente elevó la tensión a su punto más alto.
"Está bien, hagámoslo". Emanuel hace crujir los nudillos, gira la cabeza y comienza a dar saltos. Creo que está tratando de ser más dramático de lo necesario. Demoró dos segundos en lanzar el hechizo, ¿cuánto tiempo podría tomarle eliminarlo?
Me acerco a los gemelos, preparándome para que eliminen el maleficio, pero Gonzalo me agarra la mano para impedirme que me aproxime más.
"Espera", susurra. Me jala hacia él y me envuelve en sus brazos. Lo he estado abrazando durante horas mientras he tratado de mantenerme despierta, pero supongo que su naturaleza de hombre lobo lo hace más cariñoso que un humano. Por lo tanto, no me estoy quejando.
"Cuando esto pase, podrás dormir todo el tiempo que quieras, ¿de acuerdo?". Me acomoda detrás de la oreja un mechón de cabello que se me suelta del moño. Me muerdo el labio y le asiento, obviamente cansada. Estoy impaciente por acostarme a dormir y que nadie me despierte.
Me libero del agarre de Gonzalo y me dirijo hacia los gemelos, que están listos para lanzar los dos hechizos. Emanuel me pone la mano en el hombro derecho y Emanuela coloca la suya en mi hombro izquierdo. Gonzalo ya está gruñendo, uno de los rasgos de su personalidad que prevalecen en este momento. Él realmente debe de odiarlos, porque aun cuando me están ayudando, él sigue sin confiar en ellos.
Emanuel y Emanuela levantan las manos de modo tal que estas quedan solo sobre mi cabeza. Cuando hago contacto visual con Emanuel, veo que tiene lágrimas en los ojos. Estoy reviviendo la última vez que él lanzó un hechizo sin querer, y eso hace que el pánico se apodere de mí.
"Lo siento", susurra antes de leer en latín y dirigir su magia a Gonzalo y los otros lobos.
"No". Grito al tiempo que intento saltar delante de Emanuel, pero es demasiado tarde. Me giro justo a tiempo para ver un brote de energía azul golpear a Gonzalo en el pecho, así como un agujero en el sitio que antes ocupaba su corazón. Corro hacia él justo a tiempo para atrapar su cuerpo, pero no puedo sostenerlo con la poca fuerza que poseo. Me caigo con él, y siento que me estoy muriendo. Tengo un dolor en el pecho que no cesa, y mi tormento interior es inefable.
Yo provoqué esto. Confié en Emanuel, y en Emanuela. Soy la principal responsable de que vinieran aquí. Me convertí en la única debilidad de Gonzalo, y ahora está muerto por mi culpa.
"¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?", repito una y otra y otra vez. Mis lágrimas no dejan de caer, y nadie mueve un dedo para calmarme.
"Triana, todo está bien".
No tengo fuerza en la voz para responder, pero, si la tuviera, manifestaría mi desacuerdo. Nada está bien aquí. Ha muerto mi alma gemela, mi novio, mi amor.
"No puedo hacer nada cuando ella está así".
"Ella se está muriendo. Haz algo".
"¿No crees que lo haría si pudiera?".
No logro entender lo que hablan. Ni siquiera estoy prestando atención a quién está hablando. Nada más consigo concentrarme en los ojos sin vida de Gonzalo, en su piel pálida y en su voz, que jamás volverá a producir aquellos estúpidos gruñidos.
"Lo siento mucho, Gonz. Estoy tan...". Me falta el aire. Mi garganta se está cerrando y no puedo respirar.
Comienzo a toser mientras el agua me empapa. Jadeo al tiempo que trato de absorber un poco del aire que tanto necesito. Miro a mi alrededor y veo a diez personas mirándome, cinco de las cuales reconozco como guerreros de la manada, cuyos ojos, abiertos desmesuradamente, muestran alivio. A mi izquierda veo a Emanuela indiferente y a Emanuel asustado. ¿Por qué será que nadie los ataca?... ¿No mataron…?
Delante de mí, Gonzalo me mira con los ojos llenos de entusiasmo. Dejo escapar un suspiro de alivio y lo abrazo. Debo de haberme quedado dormida otra vez. Sueños estúpidos. Estoy cansada de pensar en él muerto. Si él dejara de existir, me causaría la muerte. Y casi me mata sin siquiera haber muerto. Me aprieta contra su pecho y me abraza fuerte. Sus labios descansan en mi hombro y lo besa completamente. Continúa besándome, en el cuello, en toda la mandíbula y, por último, me da un beso rápido en los labios. Sus manos recorren la parte trasera de mi cuello al tiempo que me mira.
"Estás temblando", dice en tono gruñón mientras agita la cabeza en señal de reprobación.
"Lo siento. Tengo frío, solo eso".
"Fue culpa mía". Cirino sonríe a modo de disculpa mientras trata de esconder el balde vacío detrás de él. Alpidio no lo ayuda a ocultarlo, lo que me hace sonreír. "Oye esto. En realidad, no fue culpa mía. Nadie podía despertarte y pensé que arrojarte agua funcionaría. Y funcionó. Gracias a mí".
Alpidio lo golpea ligeramente en la cabeza, y luego lo acerca para abrazarlo. Estos hombres lobo son tan calientes y a la vez tan fríos. Empero, me alegro de que Cirino se haya despertado. Es bueno ver que está bien.
Me cubren con una cálida manta llena de pelusa, e instantáneamente cierro los ojos y me acurruco en ella…
"No, no, no. No vuelvas a cerrar los ojos. Por mucho que traté de mantenerte despierta, te quedaste dormida". Gonzalo me frota los brazos hacia arriba y hacia abajo para calentarme. No se percata de lo relajante que es, tanto que vuelve a adormecerme.
"¿Cuánto tiempo estuve en el limbo?", digo con la voz quebrada. Es como si mi voz se hubiera roto.
"Veinte minutos. Hicimos lo indecible por despertarte, pero no dejabas de gritar y llorar... No pude...". La voz de Gonzalo se debilita, filtrando sus verdaderas emociones. Ni siquiera puedo imaginar cómo debe de haberse sentido.
"Lo siento". Me disculpo, y él niega con la cabeza.
"No te disculpes. Es culpa de ese hijo de p*ta". Señala a Emanuel, que se ve extremadamente molesto, y que tiene la culpabilidad dibujada en la cara.
"Triana, lo siento mucho. De haber imaginado que eso era tan malo...".
"Acaba de obrar el hechizo de mi*rda y piérdete de mi vista". Gonzalo lo interrumpe de manera abrupta. Parece que Emanuel quiere decirme otra cosa, pero se limita a asentir con la cabeza, y rápidamente viene hacia mí para quitarme el maleficio del sueño.
"Triana, solo puedo decirte que lo siento mucho", dice con sus enigmáticos ojos de color marrón, llenos de lágrimas contenidas.
Su disculpa me hace revivir con nitidez todo aquello, y comienzo a alejarme de él. Eso es exactamente lo que él diría si me traicionara. Acaba de suceder en mi sueño. ¿Fue profético?
Cuando retrocedo, ya Emanuel ha recitado el hechizo en latín: "Exsolvo somnia in somnus".