Capítulo 19
1333palabras
2023-05-05 11:38
Alguien estaba hablando, pero no podía oírlo claramente. La persona se impacientó y comenzó a desvestirme, pero forcejeé a pesar de los escalofríos.
—No... —mascullé tratando de abrir los ojos.
—No te muevas. Tienes fiebre. ¿Cómo te sientes?

Cuando reconocí la voz de Jayden, me relajé de inmediato y dejé de resistirme. Luego de un momento, sentí que la cama se hundía y alguien me abrazaba por detrás. 
A la mañana siguiente, me froté los ojos y me senté en la cama. El lugar a mi costado estaba vacío, así que no sabía si lo había soñado o había pasado de verdad. Alguien tocó a la puerta.
—Señorita Clinton, el desayuno está listo —dijo Hailey.
—Gracias —le respondí y vacilé un momento antes de mirarla—. ¿Alguien estuvo en mi habitación anoche?
—Sí, señorita, había puesto el aire acondicionado en frío anoche, así que le dio un poco de fiebre. Le puse algunos trapos fríos para que no empeorara —me respondió con un toque de nerviosismo a lo que asentí con una sonrisa.
—Ya veo, lamento haber sido una molestia tan tarde.

La joven lo negó antes de hacer una reverencia y retirarse. Mi sonrisa se esfumó ni bien cerró la puerta. ¿Cómo no me había dado cuenta de que hacía tanto frío? Al parecer tenía que estar más alerta en esta casa.
Después de lavarme, bajé a desayunar y me encontré con Jayden en la mesa. Todavía era bastante temprano, así que tenía una taza de café a medio tomar en la mano derecha.
Nunca había comido bien y por eso siempre tenía problemas del estómago. Después de que nos habíamos casado, le había prohibido tajantemente que se saltara las comidas. 
—Jayden...

—¿Qué? —me preguntó pero sellé mis labios. No era mi responsabilidad preocuparme por él, ya no estábamos casados. No había vuelto para cuidarlo.
—Nada.
No podía repetir los mismos errores. Cuando el olor de la comida llegó a mi nariz, recordé que no había comida nada anoche, así que me serví con gusto. Últimamente mi apetito había mejorado, así que mientras disfrutaba de la avena, me preguntaba qué podía cocinar hoy.
Después de terminar con su café, Jayden se puso de pie para retirarse pero fue detenido por Madison quien se tiró en sus brazos ni bien entró al comedor. 
—¿Hoy regresas a cenar? —le preguntó coquetamente como si estuvieran solos. Jayden la sostuvo en brazos y le sonrió suavemente.
—No puedo hoy, tengo cosas importantes que terminar en el trabajo. No regresaré hasta hacerlas.
—¡Lo único que haces es trabajar! Más te vale regresar rápido ni bien termines —le dijo Madison en un susurro con el ceño fruncido.
Jayden asintió con una sonrisa y Madison me miró cómo si hubiera ganado. Por mi cuenta, me terminé el resto de la leche sin preocupaciones antes de levantarme, agarrar mi bolso del sofá e irme.
Caminé a paso suelto hasta que llegué a la entrada de la comunidad. Primero intenté esperar a que un taxi pasara por la calle, pero al no encontrar ninguno, saqué mi teléfono para solicitar uno. Un Cayenne se paró frente a mí y el rostro de Jayden apareció cuando la ventana fue bajada.
—¿Adónde vas? —me preguntó tranquilamente.
—Al hospital para un control —le dije mientras guardaba mi teléfono.
—Sube —me dijo, tamborileando el timón con los dedos y acaté la orden de inmediato. Estaba haciendo frío y no quería seguir más tiempo esperando.
—Gracias.
Antes, hubiera pensando que lo estaba haciendo porque se preocupaba por mí. Sin embargo, después de presenciar el profundo afecto que le tenía a Madison, no podía ser siendo tan ciega. Debía dejar de creer que yo era importante en su vida.
Ninguno de los dos entabló conversación, así que el ambiente se tornó incómodo. Me distraje mirando las calles hasta que la entrada del hospital de repente apareció frente a nosotros. Me quedé sin aire y recordé que mi madre había perdido la vida aquí.
—Vámonos a otro hospital —dije con voz queda a lo que el hombre frunció el ceño.
—¿Por qué? —me cuestionó y me di cuenta de que todavía no sabía sobre lo de mi madre. Tomé aire y abrí la puerta soportando las lágrimas.
—Porque mi madre murió aquí —le respondí en voz baja antes de voltear a verlo y ver su reacción. Apretó el timón con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos y se agitó visiblemente.
—¿Qué dijiste? ¿Cuándo?
Observé su reacción y la encontré muy interesante. Cuando mi madre había fallecido, Jayden solo tenía ojos para Madison y su hijo, yo no figuraba en el mapa. Ahora parecía que le importaba.
—El día de nuestro divorcio fue el entierro. Gracias a ti aprendí lo que era la desesperación.
En medio del inmenso dolor que suponía perder a tu progenitora, mi esposo me había llamado para pedirme el divorcio y así, en un día lo perdí todo. 
Había querido quedarme callada y nunca decirle sobre ello. Quería soportarlo en silencio, pero ahora sabía que era tonto tragarse toda la amargura y el sufrimiento sola.
—Sube al auto, vamos a otro hospital —me dijo suavemente con un tinte de arrepentimiento.
—Está bien, tengo que enfrentarlo en algún momento —le respondí dando un paso hacia atrás. Me di la vuelta y caminé hacia el hospital. Decidí que les pediría a los de vigilancia que me mostraron el video del día de la muerte de mi madre.
Aunque se había confirmado que la foto no había sido editada, todavía sentía que había algo raro en relación a ella. Quería revisar el video de donde había salido, pero cuando se lo pregunté al departamento de seguridad me informaron que las grabaciones se borraban con regularidad y no había forma de que tuvieran uno de hace cuatro meses.
Por lo que tuve que ir al departamento de enfermeras y preguntar qué había pasado ese día. Sin embargo, no pudieron responderme con exactitud porque siempre tenían muchos pacientes y no podían recordar. No pude evitar soltar un suspiro, derrotada, así que llamé a Sophia para tomar un té.
Cuando supo que todavía estaba en Plotin, se alegró mucho. Nos reunimos en el restaurante y le conté la verdadera razón por la que me había quedado. Sophia dejó su cubierto en la mesa de la sorpresa.
—¿Sabes quién te envió la foto?
—No lo sé, he tratado de llamarlo muchas veces, pero no me ha respondido —le respondí mientras movía el jugo en mi vaso y moví la cabeza de cabeza a cabeza.
He pensado en todas las personas que conozco, pero no he podido adivinar su identidad. Estaba segura de que no me había mandado la foto solo porque sí, debía tener algún otro motivo. Sophia se limpió la comisura de la boca con una servilleta
—Envíame ese número. Encontraré a alguien que pueda investigarlo.
—Gracias, ahora te lo doy —le dije con una sonrisa.
Conversamos hasta cansarnos, pagamos la comida y nos fuimos. No quería dejarme regresar sola a casa, así que nos subimos las dos juntas al taxi.
—¿Y si solo fue una coincidencia que tu suegra estuviera ahí ese día? —me preguntó de la nada cuando nos paramos en la siguiente intersección. Había mucho tráfico. 
—Lo consideré después de calmarme, pero no creo que haya sido una coincidencia. ¿Cuál es la probabilidad de que mi madre se haya suicidado momentos después de que mi suegra fuera a verla con una botella de pastillas en la mano? —le pregunté mientras me masajeaba las sienes.
Realmente no podía mentirme a mí misma.
—Tenemos que investigarlo con cuidado, no seas impulsiva. Tienes que pensar en el bebé —me recordó con severidad. Dejé escapar un suspiro y salí del auto. Me acerqué a la puerta e introduje la contraseña sin pensarlo. La puerta se abrió sin trabas y me quedé sorprendida de que todavía usaran la misma contraseña de antes.
Entré, me cambié los zapatos y estaba dispuesta a irme directamente a mi habitación cuando alguien me detuvo en las escaleras.