Capítulo 63
966palabras
2023-05-26 18:45
LA COFRADIA
Entonces eran dos facciones enfrentadas conmigo al medio. La cofradía que me suponía la elegida, integrada por no sé quiénes ni qué tantos y los que querían matarme y que tampoco sabía a cuántos enfrentaba. Lo peor es que yo no sabía qué hacer.
Mis dudas se cernían, además, a esas apariciones, almas descontroladas, buscando ayuda que yo no podía brindarles ni salvé ni hice nada.

En esa vorágine de contradicciones y disyuntivas de tantos nombres que desfilaban en mi cabeza, estaba la inquietud siempre martillándome, moliéndome los sesos, de ¿por qué yo?
Había enfrentado a Calavera y me pareció miserable y ruin, a Kike que decían era el escudero del demonio y doblegué a un mono que pretendía atacarme. Sin embargo, me sentía tonta, inútil y suspendida en el vacío.
Me levanté temprano en la mañana y fui al comité olímpico y llegué justo cuando la delegación argentina subía al bus para trasladarse al aeropuerto. Esperé en la puerta con los brazos cruzados, pensativa y dubitativa a la vez. Ya estaban todos instalados en los asientos cuando salió la entrenadora. Iba de prisa. Le jalé el brazo.
-¿Por qué yo?-, pregunté de la misma forma que lo había hecho a Calavera.
Ella me miró serena, tranquila y pidió al jefe de la delegación que esperara un momento. -Tú lo sabes. Al fallecer el bebé de Tatiana Slomovic, su alma quedó en ti. Fue casualidad. Pudo pasarle a cualquiera-, me respondió.
-Yo no tengo poderes-, intenté decirle.

-Tú no, pero Stacy sí. Ella quedó bendita cuando enfrentó al demonio en Tora Bora-, me agregó.
-No entiendo-, balbuceé hecha una idiota.
-Es lo mismo que te pasó a ti. Le pudo pasar a cualquiera de los soldados o los mercenarios que estaban allí, pero ocurrió con Stacy-, dijo.
-Entonces...-, quedé boquiabierta.

-Exacto. Tatiana Slomovic era el arcángel. Ella lo decidió-, subrayó.
-¿Por qué tú?-,me rasqué los pelos.
-Tú ya lo has descubierto. Somos una cofradía que viajamos de herencia en herencia, a través del tiempo, enfrentando a ese enemigo poderoso, porque él se clona, se transforma, vuelve a nacer una y otra vez-, me dijo, me dio un beso y subió al bus.
Quedé perpleja, sin reacción. Ella aún sacó su cara por la ventanilla.
-No temas. No te pasará nada. Lo has hecho y lo seguirás haciendo bien. Has ido derrotando a todos los enemigos-, me dijo y el bus echó a rodar por la pista.
Me fui caminando a mi casa por la avenida, pensativa, sin saber, en realidad, qué hacer, a quién preguntar ni a dónde acudir. Estaba aterrada y temía que eso me afectara a mis nervios. Entonces tomaba fuerzas y aclaraba mi mente, me ponía terca y decía que nada ni nadie me iba hacer perder la razón.
La entrenadora argentina me dijo que había ido derrotando a los enemigos y eso me daba calma, también. Pero pensaba en Carlos, Rufino Méndez, Maicol. ¿Por qué debían morir? Eso también me resultaba angustiante.
Seguí caminando. Ya había movimiento en las calles, la brisa matinal me acariciaba con deleite y la mañana estaba muy fresca. En medio de los tantísimos garabatos del libro de Stacy, había un renglón que me intrigaba y que decía, textualmente, "yo no pedí estar aquí, me enviaron contra mi voluntad", refiriéndose, imagino a Tora Bora. Entonces, ¿fue premeditado?
William Foster, el esposo de Stacy, la veneraba. Y lo hizo hasta el fin de sus días. La idolatró tanto al extremo de escribir un libro. Tampoco se apartó de su lado en su horrible agonía.
Volví a pensar, mientras cruzaba las calles, ¿premeditado? seguí preguntándome. Fuster había dicho que Stacy recibió un balazo en el estómago. Pero si fue herida en combate, enfrentando al enemigo, ¿por qué degradarla? ¿por qué acusarla de cobardía? Al contrario, dio muestras de valor y tuvo que ser retirada sangrante de la cueva. Eso no encajaba.
Nadie es cobarde siendo herido en batalla, es algo ilógico.
A menos que no haya estado herida.
Me detuve en una esquina a tomar emoliente y pedí un pan con tortilla. La señora ya tenía el sanguche listo y preparó la bebida en un santiamén. Calentita y exquisita, con todos sus ingredientes. Seguí mi camino comiendo y saboreándome. Volví a pensar en esos cabos sueltos.
-Ella estaba herida, fue atendida en el hospital de campaña, pero fue degradada y luego acusada de cobarde y se le retiraron todos sus honores. Va contra toda ética militar-, dije, hablando sola. Algunos chicos me miraban. Pensaban que hablaba por mi móvil. Les moví el hombro coqueta.
-Fuster, imagino, ansiaba tener un hijo. Es la idea de todo padre, pero ella no pudo tenerlo, menos con el supuesto balazo que recibió, entonces Tatiana Slomovic le ofreció el suyo-, seguí comentando.
Cerca de casa me limpié mi boquita con mi pañuelo y dejé el vaso del emoliente en el basurero. -Qué rico-, me dije y recordé el incidente en el parque, cuando hacía footing con Marcio. Fue una luz potente, igual de fuerte e intensa que en Trujillo. Un fogonazo que nos noqueó... como un balazo.
-Stacy quedó embarazada-, descolgué mis mejillas.
Me detuve de golpe, petrificada. Se me puso la piel de gallina.
-No fue un balazo. Stacy fue violada por el demonio, la embarazó, pero el engendro fue eliminado por Tatiana y ella, viendo el intenso dolor de Stacy le prometió su propia hija, la elegida-, tartamudeé.
Me rasqué los pelos. -Fuster aceptó la tragedia y aunque acusó a su esposa de mala mujer, pero al final comprendió que no fue su culpa. Me lo dijo la entrenadora argentina, le pudo haber pasado a cualquiera-, seguí hablando como una tonta.
Tapé mi boca con mis manos y desorbité mis ojos. -¡¡¡Quieren embarazarme!!! ¡¡¡Buscan que yo engendre al maldito!!!-, me aterré.