'Estoy frente al hotel. ¿Dónde diablos estás?'. Eran las cinco de la tarde cuando Nate envió un mensaje de texto. Leila no se había retrasado ni un poco, pero él actuaba como el imb*cil de primera categoría que era.
Sin dejar que eso la molestara, esquivó a propósito el ascensor y bajó las escaleras para llegar a la entrada del hotel con la velocidad de un caracol. Luego, salió a la calle y se dirigió al coche. ¡Tenía que esperar! ¡Ese pomposo b*stardo se lo merecía!
Nate se encontraba en el asiento trasero de su auto, mirando su tableta e ignorándola por completo. 'Debí haber caminado más despacio', pensó Leila viéndolo en silencio durante todo el trayecto.
"¿Estás nerviosa?", preguntó Nate justo cuando ella ya se encontraba en paz, mirando por la ventana.
"No", respondió Leila fríamente. ¿Por qué debería estar nerviosa? Todo era un acto para salvar a Alice, nada más.
"¿Leíste los documentos?".
"Sí",
"¿Dónde nos conocimos, amor?". Leila no tardó en notar el tono burlón en su voz al llamarla 'amor'.
"En un desfile de modas de París", respondió ella mientras reprimía el creciente deseo de ridiculizarlo.
"¡Bien hecho!", respondió el imb*cil con una sonrisa. Era como si se estuviera dirigiendo a una niña pequeña, condescendiéndola como si fuera su alumna. Leila no pudo soportarlo, así que puso los ojos en blanco. ¡Qué idi*ta!
"¿Acabas de poner los ojos en blanco?". Enfurecido, Nate se acercó a ella en un abrir y cerrar de ojos. Leila cubrió su boca con sus manos al verlo elevarse amenazadoramente. Lo último que deseaba era que él la besara de nuevo.
"¡Claro que no, Su Majestad!", respondió Leila con demasiada dulzura. Luego, se inclinó cortésmente, como él si fuera el rey del universo.
"Creo que ya te he besado lo suficiente para un año", comentó Nate entre risas. Había estado a punto de besarla, pero se enojó al verla taparse los labios, como si no lo quisiera, así que se detuvo. "¿Cómo me dirás delante de mis padres?", preguntó.
"Cariño", respondió Leila. Él lo escribió y ella lo leyó. No era un libro de ciencia, solo un tonto contrato. Leila no era ninguna estúpida, pero él sí debía serlo si pensaba que ella no podía memorizarlo.
Nate simplemente sonrió y se recostó en su asiento con satisfacción.
Tras cuarenta y cinco minutos, una hermosa mansión parecida a un castillo les dio la bienvenida. Nate estacionó su auto en el estacionamiento, ubicado en un lugar de ensueño. Mientras caminaban hacia la entrada, Leila observó todos los árboles, jardines románticos y extensos prados que los rodeaban.
El edificio tenía que ser del siglo XIX. Era una tradicional mansión de campo inglesa, lo que significa que los padres de Nate también debían ser tradicionales.
Sin embargo, cuando entraron, el lujo moderno la deslumbró. Leila sabía que los Hills eran lo suficientemente ricos como para comprar otro planeta, pero esa villa era un palacio. Y ella tenía muchas ganas de vivir un cuento de hadas, si no fuera por el Príncipe Gilip*llas Arrogante que estaba a su lado.
"¡Oh, hijo mío! ¡Ahí estás!". Una diminuta mujer de mediana edad se acercó a ellos, y colmó a Nate de abrazos y besos. Su cabello era castaño y tenía unos cálidos ojos de color castaño claro. Nate hizo una mueca ante su efusivo afecto, por lo que Leila lo consideró desagradecido.
Ella daría todo para que su madre siguiera con vida.
"¿Y quién es este hom...?", tartamudeó la señora, volviéndose hacia Leila. Había pensado que era un hombre, y a ella le pareció tan gracioso que sofocó una risa.
"Mamá, esta es mi novia, Leila Swift. Leila, esta es mi mamá, Karen Hill", interrumpió Nate, enfatizando la palabra 'novia'. '¡Qué buen actor!', pensó Leila.
"¡Vaya, vaya! ¡La novia! ¡Por fin! ¡Adelante, mi niña!", Karen se veía aliviada y complacida. Después de abrazar a Leila, la acompañó al interior de la villa.
"¡El placer es todo mío, señora Hill!", respondió ella, sintiéndose aceptada. La madre de Nate le pidió que la llamara por su nombre, así que Leila obedeció. Karen la abrazó y la condujo hacia la sala de estar.
Ahí los esperaba el padre de Nate, sentado en un enorme sofá de cuero. Su cabello negro estaba salpicado por algunas canas, y los años habían formado arrugas en su rostro. Sin embargo, era una copia exacta de Nate, solo unos veinte años mayor.
"Papá, esta es mi novia, Leila Swift. Leila, este es mi padre, Phill Hill". Nate volvió a mostrarse formal cuando los presentó. Phill Hill solo asintió y miró a Leila.
Karen los invitó al comedor diciendo que debían estar hambrientos. La cena estaba lista.
A Leila le agradaba la madre de Nate. Le parecía una mujer muy amable, completamente diferente a su madrastra. Karen incluso había preparado sola la cena, lo que la asombraba. Aquello era poco común en una mujer tan rica.
"Nate nos dijo que vivías en París. Mi hijo debería llevarte allí un fin de semana. ¡Es una ciudad tan romántica! ¿Cuál era tu trabajo en París?", preguntó Phil. Al principio, a Leila le había parecido similar a su hijo, pero luego descubrió que al hombre le faltaba arrogancia. Su sonrisa era sincera y nunca la trataba con condescendencia.
No entendía cómo Nate se había vuelto pretencioso con unos padres tan maravillosos.
"Trabajé como diseñadora de moda, señor Hill", respondió ella, notando las miradas divertidas de Karen.
"¡Qué encantador!", comentó. No obstante, se preguntó por qué Leila se vestía con esa vieja y holgada ropa de hombre. Tal vez fuera una nueva tendencia, algo fuera de lo común. ¿Quién sabía? Karen no conocía mucho de moda. Nunca le había interesado. Prefería los largos paseos por el campo y la jardinería que las tontas compras.
"¿Diseñadora de telas o de prendas?". Phil la acababa de sorprender con esa pregunta. Por lo general, la gente pensaba que el diseño de modas solo consistía en crear ropa, pero no era así. Todo comenzaba con el diseño de telas.
"Tela, yo diseño telas", respondió Leila con una sonrisa.
"Oh, entonces tú marcas las tendencias". Phil le devolvió la sonrisa, mostrándole que sí entendía la industria. Estaba impresionado con Leila. Su hijo finalmente había encontrado una chica de su agrado.
Nate también estaba sorprendido, pero no lo mostró.
Él sabía que Leila trabajaba en el negocio de modas, pero pensó que era una modista, una costurera o algo similar. '¿Una diseñadora de modas vistiéndose así?', se preguntó como lo había hecho su madre.
Karen se encontraba dentro de su enorme cocina, ya que había llegado la hora del postre. "Esto está delicioso. ¡Tenéis que probarlo!", anunció ofreciéndoles un pastel de fresas. Primero le sirvió a Leila.
"Gracias, Karen. Mmm, podría robarle la receta". El pastel sabía increíblemente bien.
"¿Cómo os conocisteis?", preguntó ella mientras recorría la mesa con el pastel. Leila notó que Nate no comía. Había estipulado claramente en ese contrato de mi*rda que no le gustaban los dulces.
"Oh, nos conocimos en el desfile de modas. Fue amor a primera vista, pero un amigo nos presentó en una fiesta gay que se celebró después". Leila observó a los padres de Nate ahogarse con el pastel de fresas.
"¿Fiesta gay?", preguntaron simultáneamente. Si bien apoyaban los derechos de la comunidad LGBTQ+, jamás habían escuchado que su hijo asistiera a fiestas gay.
"Sí, su último novio...". Pero Leila no pudo terminar de explicar que el último novio de Nate asistía a su universidad, ya que él apretó fuertemente su rodilla debajo de la mesa.
"¡Mamá, te ves diez años más joven con ese vestido!", comentó Nate para cambiar de tema.
"¡Oh, gracias, hijo!", respondió Karen con una sonrisa emocionada. Sí, el verde le quedaba muy bien, y su hijo finalmente se estaba convirtiendo en un hombre que daba cumplidos.
'Debe ser obra de Leila', pensó.
"Entonces, niños, ¿cuándo será la boda?", preguntó Phill alegremente. El corazón de Leila se hundió. ¿De verdad se convertiría en la esposa de este imb*cil?
"Lo estamos viendo", dijo Nate.
"¿Qué tal el próximo sábado? ¡Es una fecha tan bonita!", chilló Karen. Sería el quince de mayo.
"¿Qué piensas, Leila?", preguntó Phil.
"Emm", murmuró ella. De repente, sintió que Nate agarraba sus manos con fuerzas, recordándole el contrato. Él debía tomar la decisión. "Lo que Nate diga".
"Muy bien, ¡nos casaremos el próximo sábado!", exclamó el imb*cil, fingiendo felicidad.
"¡Genial! ¡Fantástico!", Karen les sirvió más postres sin ocultar su deleite.
"¡Cariño! ¡Prueba esto! ¡Tu mamá lo preparó sola!". Sabiendo que a Nate no le gustaban los dulces, Leila llevó un pequeño pastelito a sus labios y lo empujó para que abriera la boca. Ella lo metió y lo vio masticar hasta la última migaja. ¿Oh, de qué no eran capaces los chicos por el amor de sus madres?
Después de la cena, se trasladaron a la sala de estar para seguir conversando y ver las noticias. Al menos, Nate y su padre lo hicieron mientras Karen le mostraba a Leila los álbumes familiares.
"¡Oh, cariño! ¡Eras un niño tan gordito!", se burló ella para obtener su dulce venganza. Solo un poco más, y estaría en casa de Alice.
"Está lloviendo a cántaros. ¡Os aseguró de que esta tormenta durará hasta la mañana!", declaró Phill, mirando por la ventana con preocupación. En ese momento, un rayo partió el cielo nocturno.
"¡Tienes razón, papá!", respondió Nate, dándola una sonrisa a Leila. "Mamá, por favor, trae ropa para Leila. ¡Nos quedaremos!".
Leila se sonrojó y, con la mirada, le suplicó a Nate que cambiara de opinión.
"¡Oh, querida! ¡Mírate, estás muy sonrojada! Por supuesto que te quedarás. Y no te preocupes, somos gente moderna. No tendrais una habitación separada", respondió Karen con un guiño que la dejó boquiabierta.
"¡Gracias, mamá! ¡Eres la mejor! ¡Vamos a mi habitación, cariño!". Nate volvió a sonreír y empezó a caminar. En una mano, tenía la ropa que su madre había traído; y en la otra, la mano de Leila.
A ella no le quedó más remedio que seguirlo mientras se decía a sí misma que él pagaría por eso.
Solo esperaba que no intentara besarla de nuevo ni que, Dios no lo quisiera, se atreviera a hacer algo más.