Capítulo 80
1589palabras
2022-10-09 00:01
Adriana
--------------------------------------
Desde que Lianna había aparecido frente a él, dejé de importarle. Él dejó de preocuparse por mí y dejó de hablarme, y lo peor de todo era que actuaba como si estuviera haciendo lo correcto. Como si estuviera bien que me hiciera enojar tanto y desapareciera cuando le daba la gana. Ya había tenido suficiente. No podía soportarlo. “Está bien”, dije con indiferencia antes de colgar la llamada y tirar el teléfono sobre la cama, donde Danny y su chica de la noche esperaban, impacientes, a que saliera de la habitación para que pudieran terminar lo que habían estado haciendo. Salí de ahí, parpadeando para evitar que las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos cayeran y ni siquiera me molesté en explicarle a Danny lo que me había dicho Draven. Lo primero que hice al volver al comedor fue agarrar el trago más cercano y tomármelo de un golpe. Luego tomé otro y otro, a pesar de que el licor me hacía doler la garganta y sentí náuseas. Aun así, contuve la respiración y bebí otro más. No podía soportarlo más. Vivir aquí era un infierno, y justo cuando había pensado que las cosas estaban mejorando un poco, el karma decidió actuar y demostrarme que eso no iba a pasar. Tomé un último trago y me tambaleé hasta la pista de baile, poniendo mis brazos en el aire y moviéndome con la música. Intentaba mover las caderas al ritmo de la música y tenía el cabello en la cara mientras intentaba mantener el equilibrio. Apenas podía pensar con claridad, pero eso ya no me importaba. Esta era mi noche para bailar y divertirme. Tenía que olvidarme de todo, olvidarme de él y de mis tontos sentimientos. Tenía que superarlo. Pronto, todo lo que podía escuchar era la música de la pista de baile y me encontré poniendo un brazo alrededor del cuello de un chico que había estado rondando por ahí, acercándome mucho a él. Nuestros cuerpos se movían al ritmo de la música. Incluso en la oscuridad y pese a mi confusión y mi ebriedad, me di cuenta de que era un chico guapo. Tenía el cabello castaño despeinado, y sus ojos color castaño claro me miraban con lujuria. Sentí un nudo en el estómago y noté que yo también lo deseaba. “M*ldita sea, ¿quieres ir a algún lugar donde estemos solos?” Preguntó en mi oído y solté una risita al sentir que sus labios rozaban los míos, haciéndome temblar de la emoción. Estaba a punto de decir algo, pero me detuve al notar que la puerta de la mansión se abría y que Draven entraba. Detrás de él estaban los hermanos Ardelean, que tenían la boca abierta por la sorpresa. También estaba Lianna, de pie junto a Draven, con los ojos muy abiertos al ver semejante espectáculo. ¿Por qué habían regresado tan pronto? Bah, ¿a quién le importaba? Decidí ignorarlos y seguir bailando con este chico que me estaba haciendo sentir tan bien. “Vamos”, le susurré al oído mientras escuchaba que él soltaba una risa maliciosa, haciendo que se me pusiera la piel de gallina. Empezamos a escabullirnos entre la multitud y solo entonces me di cuenta de cuántas personas había en el comedor. El lugar estaba repleto. Había gente en cada rincón, bailando, riendo, la gran mayoría había bebido demasiado y lo más probable era que no hayan notado que los hermanos Ardelean habían entrado. “Disculpa, ¿puedes moverte?” Pregunté cuando sentí que alguien me agarraba la mano y me jalaba hacia atrás. Volteé a ver que era Draven, que me estaba mirando furioso, apretando la mandíbula por la rabia. Sin embargo, por alguna razón, me hizo mucha gracia verlo así, aunque no me atreví a reírme en su cara. “¿Qué c*rajo estás haciendo, Adriana?” Preguntó. No estaba gritando, pero su voz era severa. Me aparté de él y me choqué con el chico con el que había estado a punto de irme. “Maldita sea, ¿qué está pasando aquí?” “Adriana, ¿quiénes son estas personas?” “Todo el lugar apesta a humano”. Escuché que los hermanos Ardelean se quejaban y puse los ojos en blanco para voltear a ver al chico, ignorando a Draven por completo. Pese a que podía sentir su intensa mirada en mi nuca, no me importaba. “¿Los conoces?” El chico preguntó y negué con la cabeza, riéndome. “Quítale las manos de encima”, escuché a Draven decir mientras apretaba los dientes. Vi hacia abajo y noté que el chico me estaba agarrando por la cintura. “No le hagas caso”, le dije al chico. “Sigamos con lo que estábamos haciendo arriba, en mi habitación”. Entrelacé mis dedos con los suyos y presioné mi pecho contra su cuerpo, de manera seductora. Al ver esto, Draven pareció perder la cordura, ya que vi que empujaba al chico y lo golpeaba con tanta fuerza que tropezó y cayó al suelo, tosiendo de dolor. Solté un grito ahogado y quise retroceder, pero Draven agarró mi mano y, con un gruñido, la aparté de un tirón. Aun así, Draven me agarró con más fuerza. “Limpia todo este desastre”, me ordenó. Era obvio que estaba conteniendo la rabia y resoplé. Todo este asunto me había dado náuseas. “D, cálmate”, escuché que Lianna decía. “Está borracha”. Volteé para mirarla. “¡Ella no debe emborracharse!” Draven dijo. “Ella es…” No podía soportarlos. No podía soportar que Lianna me estuviera defendiendo, así que aparté la mano de Draven y corrí hacia donde estaba la gente, ignorando a Draven que gritaba mi nombre sin parar. “Hola, preciosa”, un chico me dijo cuando estuve a punto de chocar contra él. Era otro desconocido y tenía una bonita sonrisa. Decidí que sería mi víctima número dos. “Disculpa…” dije mordiéndome el labio inferior. Me estremecí al sentir su mano alrededor de mi cintura, acercándome más hacia él. “Apenas puedes estar de pie, ¿estás bien?” Preguntó, preocupado. Asentí con la cabeza y vi que me estaba mirando de pies a cabeza. “Caray, eres muy hermosa”, murmuró acercándose más a mí. Pude oler el alcohol en su aliento. “Mmm…” dije. Sentí que mi estómago se contraía y empecé a sentirme muy caliente. Mi corazón latía muy rápido mientras intentaba asimilar lo que estaba pasando. “¿Quieres bailar?” El chico preguntó. Sus labios recorrieron mi mandíbula y la cabeza me empezó a dar vueltas. Me dejé caer en sus brazos y nos tambaleamos hasta la pista de baile. Me estaba sosteniendo con firmeza, pero eso no duró mucho, ya que, antes de que pudiera entender qué estaba pasando, mi víctima número dos fue arrojada al suelo, de la misma manera que la víctima número uno. “¡Lárguense de mi casa ahora mismo!” Draven gritó en un rugido. Abrí los ojos, sorprendida. De pronto, todos se quedaron callados y solo se podía escuchar la música. “¡Les dije que se larguen!” Draven repitió. Sonaba muy furioso y me quedé helada, sin saber qué hacer. La cabeza me seguía dando vueltas. “Dios mío…” el chico con el que había estado se quejó. “Y tú”, Draven se volteó para fulminarlo con la mirada. “¡Tienes tres segundos para salir de aquí antes de que te arranque el corazón!” Le ordenó. Vi que los ojos del chico se abrían de par en par y que salió corriendo del comedor. Qué inútil. ¿Por qué no podía enfrentarse a Draven y actuar como un hombre? Si querían quedarse con la princesa, eso era lo mínimo que podían hacer. De repente, alguien me cargó e interrumpió mis pensamientos. Dejé escapar un chillido y me sentí demasiado mareada. La bilis se subió hasta mi garganta. “Para”, dije, dejando escapar un grito ahogado cuando por fin me dejaron caer. Por fortuna, mi cuerpo aterrizó sobre algo suave. “¿Puedes dejarme en paz?” Pregunté, indignada, levantándome de la cama. Quería sentarme y apoyarme contra la cabecera, pero Draven ni siquiera me dejó hacer eso. “Adriana”, dijo con voz firme y severa. Vi que me estaba fulminando con la mirada y pronto se puso encima de mí y sujetó mis muñecas a cada lado de mi cabeza, haciéndome gemir por la molestia. “¿Qué quieres?” Exclamé. Dejé de luchar y vi que sus ojos azules se oscurecían hasta el punto de volverse negros. “¿Qué m*erda estabas haciendo?” Draven preguntó, rechinando los dientes. A pesar de que puse los ojos en blanco y que intenté usar todas mis fuerzas para zafarme de él, no lo logré. En cambio, bostecé, había empezado a sentir mucho sueño. Draven abrió la boca para decir algo, pero la cerró al ver que cerraba los ojos. “Tienes suerte de estar borracha, muñeca”, dijo. Me reí y cuando volví a abrir los ojos vi que me estaba mirando fijamente sin ninguna expresión. Sin embargo, la manera cómo apretaba su mandíbula lo delató. “Oh, Draven está enojado”, anuncié, golpeando su nariz. Volvió a agarrar mi muñeca y me jaló hacia él. Nuestros ojos se encontraron y lo miré como si fuera un cachorro, mordiéndome los labios suavemente. “¿De verdad estás enojado conmigo?” Pregunté en voz baja, parpadeando un par de veces y haciendo un puchero. Draven se quedó atónito al verme y vi que la ira en sus ojos se desvanecía, por alguna razón. “¿Draven?” Dije, sintiendo que se estremecía un poco. Al tocar su mandíbula y acercar mi rostro al suyo, su cuerpo se puso tenso. “Voy a vomitar”, agregué. “¿Qué?” Draven preguntó y gruño cuando vomité en su camisa. “M*erda”, lo escuché decir. Sonaba frustrado. “Te lo merecías”, afirmé antes de desmayarme. Lo último que recuerdo era mi cuerpo cayendo en sus brazos.