Es una promesa que alguien me hace, alguien con mi voz, pero sé que es algo más.
La vibración de mi teléfono me saca del estado reflexivo en que estoy y al ver el nombre contesto de inmediato.
—¿Charli?
—Ven a la oficina.
—¿Todo está bien?
—Ahora Ivana. —y me cuelga.
Llego a la oficina y está desolada. A excepción de una chica que no conozco y que ocupa el puesto del detestable de Anderson.
“¿Será que mi hermano lo corrió?”
“Eso sería un excelente regalo de cumpleaños.”
—Buenas tardes, ¿se le ofrece algo?
—¿Eres nueva? ¿Dónde está Ángela? —le pregunto, porque me parece raro su ausencia, ella nunca sale de la oficina si mi hermano sigue allí.
—Sí. Soy nueva. Lo siento, todos ya se fueron.
—¿Y tu nombre es?
—Abigaíl. Mucho gusto.
—¿Qué haces todavía aquí? —Carlos hace su gran aparición y la chica frente a mí se pone sumamente nerviosa.
—Me quede por si se le ofrecía algo.
—Indique explícitamente que quería estar solo. Porque no eres normal como el resto y te alegras de tener la tarde libre.
La actitud de mi hermano me asusta y siento pena por la pobre chica.
—Charli… déjala, estoy segura que ella solo quiere ayudar.
—Ivana no te metas. Ve a mi oficina y espérame ahí.
—¿Ivana? —Abigaíl me mira asombrada.
—Sí. Mucho gusto. —le tiendo la mano y ella duda en estrecharla.
Carlos se desespera, toma mi mano extendida y me arrastra hacia su oficina.
—Apaga todo y sal de aquí. —le indica a Abigaíl por encima del hombro.
—Oye hermano, no creo que esa sea forma de tratar a un empleado. Pobre chica casi se muere de pánico cuando apareciste. Si sigues así, me vas a dejar sin sobrinos.
—No tengo paciencia para la gente, eso no es un secreto para nadie. Abigaíl es la nueva asistente de papá y mientras él no está soy yo quien debe prepararla para el trabajo. Pero te aseguro que nada en mi vida ha sido más frustrante, La chica es sumamente torpe, no hace nada bien. Todo lo entiende al revés. No sé por qué la contrato.
—O sea que ¿Despidió al idiota? —pregunto emocionada.
—No. Solo está aislado por un tiempo. Pero creo que prefiero a ese sujeto. Aunque es un imbécil, al menos sabe trabajar.
—Pobrecita Charli. Tenle paciencia. Se nota que está aterrada. Comenzar algo nuevo siempre es un desafío. Y hablando de eso… Te tengo que contar una cosa… Voy a trabajar.
La cara de mi hermano es un poema y eso me emociona más para contarle todo sobre mi reunión con Brenda.
—¿Y aceptaste así nada más?
—¡Por supuesto que sí! ¿Qué iba a hacer? ¿Decirle que lo iba a pensar? Claro que no. Es la mejor oportunidad de la vida.
—Dime que no has firmado nada.
—No… pero supongo que lo tendré que hacer llegado el momento.
—Antes de firmar cualquier cosa vas a enviarme los documentos a mí.
—Okey. Prometo enviarte cada cosa que me hagan firmar. Ya puedes emocionarte un poco por el gran paso que estoy a punto de dar. Voy a ser famosa Charli. Are películas hermosas que emocionen a la gente y voy a tener a la mejor como tutora.
—Me alegro mucho por ti Iv. Si alguien puede hacer todo lo que se propone, eres tú.
Sus palabras me llenan el pecho de esperanza, porque si Carlos lo dice, es verdad. Él nunca diría algo solo para hacerme sentir bien. Y aunque mi hermano no es muy fan del contacto físico, me lanzó sobre su cuello y lo abrazo.
Para mi sorpresa, no se opone.
—Disculpen…
—¿Sigues aquí? —gruñe Carlos y yo volteo para ver a la pobre asistente a punto de derrumbarse.
—Solo quise traerle un café a usted y a la señorita antes de irme.
Si los ojos de Carlos pudieran lazar fuego ya la habría hecho cenizas.
—Gracias Aby, eres muy amable —le digo para tratar de calmarla— ¿Te puedo llamar Aby?
—No. No puedes —ordena mi hermano.
—Te voy a llamar Aby —lo ignoro y recibo las tasas de café antes de que haga un reguero causado por el temblor de sus manos— Si él no quiere el suyo, yo me tomo los dos. Amo el café, y más el que sirven en esta oficina. Ya puedes irte y disfrutar de tu tarde libre.
—Gracias. Que tengan una linda tarde —se despide Aby y puedo jurar que estaba a punto de llorar.
—Creo que no vas a tener que despedirla. —digo mientras le entrego el café— ella solita va a renunciar. No le doy ni una semana.
—Ya. Déjala. Te dije que vinieras y les pedí a todos que se fueran porque mamá está por llegar.
El café en mi boca se devuelve, pero evito hacer un desastre.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Apenas llego contrato un abogado. Logro sacar a David de la cárcel. —me siento en el mueble y trato de procesar la idea de lo poco que le importo a mi madre—. No te preocupes Iv. No está libre. Debe quedarse en los límites de la casa hasta que se dicte sentencia. Yo sabía que algo así pasaría, pero no creí que fuera tan pronto.
“Y así es como se esfuma un momento feliz.”
—No quiero verla… A mamá. No me obligues.
—Si no te ve ahora, no va a parar de seguirte a ti a tus amigos hasta encontrarte. Por eso las cité a las dos aquí. Es un lugar neutro y sin los empleados cotilleando, podemos hablar con tranquilidad.
—No me dejes sola con ella.
—Claro que no.
El sonido de unos tacones en el corredor anuncia la llegada de mamá. De forma instintiva me hago al lado de mi hermano y le tomo la mano.
—Iv… —saluda mi madre ignorando a su otro hijo.
—Mamá.
—Te he estado buscando. Ya te he dicho que no me gusta que desaparezcas así.
—Y yo te dije que estaba bien. —dice Carlos, pero la mujer lo ignora por completo.
—Cariño. Lo que paso el fin de semana fue una tragedia. Pero tu hermano tiene problemas y como familia debemos ayudarlo en vez de condenarlo.
—¿Es en serio? —algo ácido me quema la garganta y siento una necesidad horrible de salir corriendo al baño y devolver el café que me acabo de tomar.
“Ni siquiera me pregunto cómo estoy.”
—Ya puedo imaginarme la clase de cosas que Carlos te ha dicho. Pero hija…
—No mamá. Yo no necesito que Carlos o cualquier otra persona me diga nada. Yo fui la víctima, fue a mí a la que ataco un drogadicto enloquecido. Y si no hubiera sido por mis amigos y Charli, quien sabe lo que hubiera pasado. Pero claro… como fue David, entonces a ti te preocupa más que el pobre bebe pase la noche en una celda fría a que tu hija haya sido brutalmente atacada por su propio hermano. O dime ¿Si esto me lo hubiera hecho alguien más lo estarías justificando? Claro que no. Tu misma estarías haciendo lo que Carlos hace por mí. Buscando la manera de que el culpable obtenga su merecido.
—Ivana, tu hermano está enfermo. Una cárcel no es lugar para él. Te prometo que no se va a quedar sin escarmiento. Él está arrepentido. Ven a casa y hablen con calma, te vas a dar cuenta de que…
—No voy a permitir que vuelva a esa casa —Ordena mi hermano.
—¡Ella es mi hija Carlos! —por fin habla dirigiéndose a su primogénito, mostrando lo enfada que está con él— Si tú no quieres volver a tu casa, es tu decisión, pero deja de poner a Ivana en mi contra.
—Ella no va a volver a esa casa mientras David viva hay. Y puede que sea tu hija, pero si no la cuidas papá y yo lo aremos. No dejaré que le hagas a Iv lo mismo que me hiciste a mí por proteger a David.
—Ustedes nunca han querido a su hermano —mamá comienza a sollozar, pero ni Carlos ni yo bajamos la guardia—. Él solamente me tiene a mí. No puedo abandonarlo mientras solo encuentra enemigos en su propia casa.
—¿Me estás hablando en serio? —ahora soy yo quien no puede contener las lágrimas— ¿Ahora la víctima en todo esto es David?
—Ivana, no justifico lo que hizo, claro que me preocupa su actitud y ya te dije que las cosas no se van a quedar así. Pero lo que tu hermano necesita es rehabilitación, no una cárcel. Vivir rodeado de criminales solo va a empeorar las cosas.
—Madre. Ha entrado y salido de rehabilitación tres veces. No funciona. Si no le ponemos un alto va a terminar matándose o matando a alguien más.
—¡Cállate Carlos Ferrer!
—¡No mamá, cállate tú! —los dos me miran sobresaltados porque nunca en mi vida le he hablado así a mi progenitora— Nos voy a horrar tiempo, porque todos tenemos mucho que hacer. Si viniste hasta acá para pedirme que retire la denuncia, la respuesta es no. Si viniste a pedirme que vuelva a la casa, sigue siendo un no. Si quieres ayudar a David, estás en todo el derecho de hacerlo, pero a mí me dejas en paz. Y sabes que, tienes razón en una cosa. David está enfermo. Sufre de mamitis, y tú fuiste quien lo contagio. Se convirtió en un bueno para nada, en un pelele que solo sirve para complicarle la vida a los demás y es gracias a ti, que a pesar de que es todo un hombre, lo sigues tratando como si fuera un muñequito de cristal.
—Ivana, no me hables así. Soy tu madre y merezco…
—¡Y yo soy tu hija carajo! Y lo menos que merezco es que me protejas de las personas que me quieren hacer daño, no que te pongas de lado de ellos.
No soporto más la conversación, tomo mis cosas y salgo de la oficina dejando a mi mamá con la palabra en la boca.