PDV Narrador.
La respuesta la obtuvo al ver cómo su amiga la veía aguantando la respiración, así que se animó a continuar.
– Isa, lo digo por tu bien, no es para que te cases, pero necesitas relajarte, darte una noche libre de tu perfecta lista y disfrutar. Tienes 27 años.
– ¿Recuerdas que estoy saliendo con Leone? ya falta poco para que se mude a Madrid.
– Ah, lo olvidaba. Mister perfecto, el que no te ha tocado más allá de la mano – le dijo con una perfecta ceja marrón claro levantada.
– Es un caballero, no se ha querido adelantar.
– Nenita, estamos en el año 2019 no en el 1919. Bueno, en fin, yo tú, hoy le diera un bocado a ese bombón de Luka, antes de oficializar la relación con míster perfecto. Total, quizá no lo vuelvas a ver más nunca en tu vida.
– Regresa a Madrid así no tendré que volver aquí y estaré segura de no encontrarlo más.
– Uuuhh, con que lo pensaste, así me gusta. – respondió la pelirroja haciéndole un baile a su amiga, luego volvió a ver el teléfono, Pilar frunció el ceño y volviendo a ver a Isabel anunció. – No puedo retrasar más esto, debo salir, si no he llegado para las nueve, nos vemos en el D' Noir. ¿Ok?
– ¿Para qué voy a ir sola? te espero aquí y vamos juntas – insistió.
– No sé a qué hora termine, además no quiero arriesgar a perder la buena mesa que tuvimos ayer, yo reservé para las nueve.
– OK, está bien – respondió Isabel soltando un suspiro sonoro.
– Y otra cosa.
– Sí, ¿necesitas algo?
– Sí, por amor a los cielos, si te vuelves a tropezar con el Dios azul eléctrico, llévalo al primer piso, hazlo por todas las féminas que de seguro querrán acostarse con él.
La morena le lanzó un cojín que Pilar esquivo sonreída mientras iba a su recamara a cambiarse.
Una vez abajo en el lobby de su piso Pilar se encontró con el visitante inesperado.
– ¿Cómo carajo se te ocurre venir hasta mi casa? no parecen cosas tuyas, señor calculador – recriminó pilar a su viejo amigo.
– Hola, Pili, ¿cómo estás? – preguntó él, socarrón, haciendo caso omiso a su molestia, mientras la guiaba hasta donde había dejado estacionado el auto que había alquilado.
– Muy bien, Mario ¿y tú? – respondió haciendo un mohín.
– Ahora mucho mejor. Estás hermosa.
Sin evitarlo Pilar empezó a respirar un poco más pesado, aún no se explicaba cómo luego de tanto tiempo, Mario, su amor por muchos años la lograba desequilibrar.
– Gracias – respondió a secas para evitar que se le notara que estaba nerviosa ante su insistencia para verla.
– ¿A qué se debe el apuro por vernos, Mario? Isabel está de visita y tenemos planes.
– Necesito hablar contigo – dijo mientras se incorporaba al tráfico y se dirigía al hotel donde se estaba hospedando – Te invito una copa y hablamos.
Pilar respiró profundo.
– Está bien, tengo una hora.
– ¿Por qué no me dijiste que te casabas? – preguntó con cierto reproche.
– Será porque tenemos como dos años sin vernos – devolvió la antigua amiga.
– Lo siento, no debí alejarme tanto tiempo.
– Está bien, no tienes por qué disculparte Mario, ¿cómo está María, por cierto?
Preguntó por la esposa de éste para recordarse a ella misma por qué era prohibido para ella, la idea de que la haya invitado justamente este fin de semana en el cual estaba libre y queriendo probar sexo con otros hombres ya la estaba afectando.
– Supongo que está bien y feliz con el acuerdo.
– ¿A qué acuerdo te refieres? – preguntó intrigada.
– Hemos llegado, vamos – Una vez estacionados frente al lobby de aquel hotel. bajó del auto y se dirigió al lado del copiloto para abrirle la puerta.
Mario entregó las llaves del auto para que lo parquearan y tomó del brazo a una Pilar que estaba más nerviosa de lo que quería admitir para dirigirse al bar.
– ¿Qué te gustaría tomar?
– Un vodka tonic – dijo ella dirigiéndose al camarero.
– Un whisky a las rocas para mí, por favor.
– Entonces, Mario de las Casas, ¿qué es lo importante que tienes que decirme? – preguntó con una ceja levantada.
– Me estoy divorciando – dijo como si quemara.
– ¿Qué dijiste? No te creo, ¿cómo saliste de tu perfecto matrimonio? – preguntó ella con un tono de sarcasmo.
– Tú sabes muy bien que no era perfecto, me cansé de mentir.
– Que bueno, solo te tomó seis años de matrimonio cansarte y cuántos de novio, ¿cinco?
Mario respiró profundo y dio un largo trago a su bebida ambarina, una vez servida frente a él.
– Supongo que me lo merezco.
Ella solo lo miró apretando sus labios para no reír.
– Me estas invitando un trago para decirme que te estas divorciando, ¿se supone que debemos brindar o necesitas ahogar la pena?
– Definitivamente debemos brindar. Brindemos por los finales y los nuevos comienzos.
Ella se le quedó mirando con los ojos entre cerrados buscan el significado de ese brindis, pero finalmente brindó.
Salud dijeron ambos y chocaron sus vasos.
– Hay otra cosa que quiero decirte, Pilar – dijo con un asomo de sonrisa, se estaba apretando las manos para no demostrar lo nervioso que estaba.
– Soy toda oídos.
– Quiero que recuperemos el tiempo perdido, mejor dicho, quiero recuperarte, Pilar, yo... – tragó fuerte para poder declararse ante la pelirroja. – tú. – carraspeó – tú me sigues gustando y te deseo como ese día en que casi estuvimos juntos.
Pilar abrió los ojos de par en par, no era una noticia nueva, ella lo suponía porque él también le seguía gustando, pero que lo dijera hizo que su corazón se acelerara y para ser sincera, su cuerpo lo deseaba.
– Yo no sé qué responder a eso, Mario, ¿a qué te refieres con recuperarme? estoy a punto de casarme.
– No lo hagas, Pilar, por favor.
– Hey, hey, hey, alto ahí, no pretenderás que yo pare mi vida porque tú tuviste un claro en la tuya. Las cosas no son así, Mario, por más que tú me…
Se quedó callada, ella no podía decirlo.
– Por más que yo qué, dilo, Pili.
– No es relevante, el punto es no puedes venir un día X y pedirme que no me case.
Mario necesitaba escucharlo de su boca, él sentía que ella le quería, así como él a ella, le tomó la cara con ambas manos y la animó.
– Pilar, dime que tu cuerpo no reacciona con el mío cerca, dime que no te has preguntado cómo seríamos bajo las sábanas, dime que me darías hoy la oportunidad de borrar esa mala experiencia de nuestra primera vez.
Ella tomó su cara de igual manera y lo besó, fue un beso fuerte lleno de deseo, desesperación, ansiedad.
Ambos sentían su sangre arder y no querían separarse. Justo cuando necesitaban aire se separaron un poco y fue él quien habló.
– Subamos.