Capítulo 8
1306palabras
2022-07-10 02:01
PDV Luka.
Di media vuelta para regresar a la ciudad, nos dirigimos en silencio a uno de nuestros restaurantes favoritos de comida española. Comimos, hablamos de negocios, aun con todo lo que he dejado atrás sigo siendo algo como el asesor de inversiones de mi amiga.
No volvió a tocar el tema del matrimonio, lo que agradecí mentalmente. Entrada las seis, el teléfono de Christine comenzó a vibrar sobre la mesa, mientras ella estaba en el tocador, miré que era su madre así y contesté.

– Hola, señora Aida, es Luka ¿cómo está?
– Hola, Luka, que grato escucharte hijo, estoy muy bien ¿y tú?
– Muy bien gracias, Chris está en el tocador y dejó el teléfono en la mesa, estamos comiendo en Ponte.
– Oh qué rico, hace tiempo que no lo visitamos, luego me dices como estuvo. Yo amo la paella de ahí.
– Si gusta le puedo pedir una para llevar, la paella está genial.
– Oh querido no te molestes, a ver si nos vienes a visitar, hace días que no te vemos.

– Pasaré acompañando a Chris hoy.
– Que bueno, los esperamos entonces.
– Seguro, nos vemos.
Ya había regresado a la mesa Christine quien me veía extrañada hablando por su teléfono.

– Era tu mamá – respondí a su pregunta sin formular.
– ¿Y qué te dijo? – quiso saber.
– Que me extrañaba por tu casa, que los visitara. ¬– me encogí de hombros y le entregué su teléfono.
Christine solo se limitó a voltear los ojos y se sentó, compartimos el postre, pedimos la paella para llevar y nos dirigimos a mi edificio para buscar mi auto e ir a visitar a los que podían ser mis futuros suegros.
– Luka, dime qué vas a pensarlo, por favor – me pidió con ojos de súplica Christine, antes de entrar a su casa.
– Lo pensaré, pero no te prometo nada – respondí negando con la cabeza.
– Con eso me conformo – me sonrió y me abrazó justo cuando su madre abría la puerta principal de la casa.
– Oh, debo decir que hacen una linda pareja – exclamó la señora Aida mientras nos miraba con sus manos en las mejillas y una amplia sonrisa.
– Sra. Aida, tan guapa como siempre, ¿cómo está? – saludé sonreído.
– Siempre tan galante, Luka, estoy muy bien y tú muy guapo – respondió mientras me saludaba con dos besos en la mejilla, luego abrazó y besó a Christine.
– Pasemos – pidió y la seguimos al interior de su casa.
Hace un tiempo que no venía, había olvidado lo ostentosa que era la casa de los Albertch y lo parecida que era a la casa de mis padres, a la cual hace años que no entro.
Antes de la muerte de mis padres casi a diario venía aquí a estudiar con Chris, y otros días a compartir una comida con mis padres, de pronto sentí una nostalgia por aquellos tiempos.
– Luka, hijo, que bueno verte – me sacó de mi ensimismamiento el padre de Chris. Saludó estrechándome la mano y luego un abrazo.
– Don Armin, que bueno verle.
– Igualmente. Aquí voy, más viejo – dice sonreído.
– Ni se le nota – digo sonriéndole.
– Que bueno eres convenciendo. deberías trabajar en ventas o buscando nuevos negocios.
Todos reímos, ante su comentario.
– Pasemos a la mesa – invita la señora Aida.
– ¿Retomaste los estudios Luka? – indagó don Armin.
No sé por qué sentí vergüenza de darle mi respuesta, quizá por evitar esto era que había dejado de venir a esta casa.
–¡Papá, por favor! – exclamó Christine en mi defensa.
– No, aún no lo he hecho – dije con voz más débil de la que pensé.
– Huum – exclamó con un mohín en su cara de reproche – comamos, luego por favor me acompañas al despacho.
– Ya comimos – dijimos Christine y yo al unísono.
– Entonces nos acompañan para el postre. – replicó la madre de Christine.
Una vez en su oficina me mantuve expectante mientras Don Armin me servía un vaso con whisky, me lo entregó y me invitó a que me sentara frente a su escritorio.
– Luka, créeme que lo que voy a decirte es porque te tengo estima y porque tu papá fue un gran amigo mío, con el que compartí muchos pensamientos y sobre todo sueños para nuestros hijos. Sabes eso, ¿verdad?
Y sí que lo sabía, mi padre y don Armin casi parecían hermanos y estaba casi seguro de lo que me iba a decir, porque era como si escuchará el descontento de mi padre por malgastar mi vida. Por primera vez me sentí apenado de vivir como si no tuviese mañana.
– Sí, señor, lo sé, yo también le tengo mucho aprecio a usted y su familia – dije mirando como él asentía con la cabeza.
– Pues bien, muchacho, sé que lo de tus padres fue algo trágico y doloroso, a mi aún me duele, pero la vida sigue, Luka, han pasado casi cuatro años, ya debías haberte graduado.
Lo dijo con la fuerza de un padre y sentí la presencia del mío en ese momento. Don Armin quedó mirándome buscando una reacción en mi.
– Yo sé que eres muy bueno, Luka. Eres un genio con los números, por eso quiero pedirte que no malgastes ese don, hijo. Tus padres estarían felices de que te graduaras y vivieras una vida en familia y honesta, con trabajo y multiplicando lo que ellos te dejaron, ¿no crees tú? – preguntó llevándose el vaso de whisky de veinticuatro años a los labios.
– Lo sé – y un nudo se me asomó en la garganta, realmente era como hablar con mi padre.
– ¿Entonces qué estás esperando para tomar las decisiones correctas?, no siempre serás joven y los que hoy dicen ser tus amigos, por las fiestas, mañana puede que no estén cuando los necesites o cuando se te acabe el dinero.
Solo podía asentar con la cabeza y apenas mantenerle la vista.
– ¿Sabías que tus padres y nosotros esperábamos que tú y Christine se casarán? Siempre fueron tan unidos, aún lo siguen siendo, puedo verlo en ustedes. – dijo asintiendo y poniendo atención a mis gestos.
Ya había asomado sus cartas. No solo se trataba de su preocupación por mí, quería que me casara con Christine, pero para ello debía terminar de graduarme para dar la talla a su hija.
Asentí, no porque estuviera de acuerdo, sino porque ya sabía lo que quería, así que reflejó una media sonrisa y continuó.
– Pero como cualquier padre, yo quiero lo mejor para mi hija y tú te has alejado de ese camino, Luka, cosa que me duele. Tus padres siempre estuvieron orgullosos de ti, pregúntate si lo que estás haciendo ahora los llenaría de orgullo.
Otra estocada a mi ego. Pero debía ser sincero conmigo mismo, en el fondo amaba mi carrera, y sabía que me había dejado arrastrar por la depresión de haber perdido a mis padres y quedarme prácticamente solo. Quizá ya era hora de retomar mi vida.
– Estoy seguro de que no, don Armin, tiene razón y le agradezco su consejo, estaré viendo las opciones.
– Si tomas la decisión correcta, llámame. Estaré encantado de ayudarte, puedo hablar con el decano de tu universidad para que vuelvas al fin y al cabo solo te falta un solo semestre, y si gustas, también puedo darte trabajo en mi corporación para que te vayas involucrando con el negocio.
– Gracias por la consideración – respondí – En ese caso no puedo sino aceptar su ofrecimiento – las palabras salieron antes de que yo mismo las procesara y al ver su sonrisa triunfante levanté mi vaso hacia él y brindamos.